LA CORRUPCIÓN Y LA “PECUECA” DE KUMAR
Esta sociedad parece seguir con los sentidos anestesiados frente a la corrupción y los corruptos. Continúa la defraudación del erario en niveles descarados y criminales. El robo de dineros del Programa de Alimentación Escolar (PAE), que es para beneficiar a niños de veredas y corregimientos alejados, mediante contratos que registran incluso servicios de grúas y ferreterías sin ninguna relación ni experticia en temas de nutrición y restaurantes, es otra más de las vergüenzas de un país donde la administración de lo público huele tan mal.
Ayer, en este diario, en la sección Para no creer, se publicó una noticia curiosa: “Lo arrestan por su ‘pecueca’ en bus de la India”.
Se trataba del ciudadano
Prakash Kumar, quien se quitó los zapatos y los calcetines dentro de un vehículo de servicio público. “El olor de sus pies desató las quejas”, advierte la nota.
No pasa así con los corruptos en este país: sus actos de malversación se volvieron cotidianos, aceptados, replicados. Son incluso auspiciados por redes de tramposos que extienden su influjo dañino al manejo de los recursos del Estado, pero también a otros entornos privados, empresariales, comunitarios y familiares.
La “pecueca” que despiden estos políticos y funcionarios, con sus séquitos de testaferros y áulicos, es cada vez más tolerada en el viaje de nuestra sociedad a la incertidumbre, el atraso y la ruina. Pocos, muy pocos, se atreven a la denun- cia, al reclamo, a la queja, a la sanción por lo menos moral. Y ellos, como si nada, se quitan los zapatos y las medias de sus andadas delante de todos, así como el señor Kumar.
El desprecio por la gente es afrentoso. Salen a los micrófonos y con ironía y teatralidad sorprendentes caracterizan a personas impolutas, lucen sus máscaras de decencia. Desmienten su apropiación indebida del patrimonio público con tal propiedad que dejan la sensación de que es el país el que les debe por sus servicios.
Igual que Prakash Kumar, que no solo se negó a calzarse sino que empezó a insultar a los demás pasajeros. En este autobús de la flota Colombia deberíamos molestarnos — desde el conductor hasta los de la última banca—, señalar a quienes abordan convencidos de que tenemos que aguantar su “pecueca”, su costumbre de robar sin tregua el dinero que debería ser para las carreteras, las refinerías, los acueductos y los niños. Hay que, literalmente, bajarlos del bus.
Como Kumar que, por su descaro y sus actos chocantes, terminó en una estación de policía. La cárcel debe ser el único destino para quienes provocan que este Estado se descomponga y huela como huele hoy: a podredumbre
Del bus Colombia, hay que bajar a quienes quieren que olamos su ‘pecueca’.