El Colombiano

Rigo, graduado en Francia

Rigo se graduó como uno de los grandes del Tour de France y del pelotón mundial. Se le veía como relegado, pero ahora está convertido en celebridad planetaria. ¡Qué carrera hizo en la ruta gala!

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Al caer la tarde de este 23 de julio de 2017, Rigoberto Urán se graduó como uno de los jefes del Tour de France. Es, aunque cueste creerlo, el compatriot­a que más cerca ha estado de llegar a ser el primero en París. Con él, Colombia puede sacar pecho y decir que tiene, entre ceja y ceja, un evento deportivo único: la carrera ciclística más compleja, larga y dura del deporte de nuestros tiempos.

El Tour, según sus propios organizado­res, es un gran reportaje a las peculiarid­ades de Francia. Se trata de una inmersión capaz de retratar los asuntos geográfico­s, religiosos, políticos y deportivos de un país que se interna en sus tierras, en sus rutas, en su gente. En sus secretos.

Francia, con el Tour, se muestra desnuda. En las irrepetibl­es manifestac­iones de las etapas, las de su carrera. Arquitectu­ra, gastronomí­a, turismo, deporte. Fiesta.

Rigoberto Urán acaba de romper registros históricos: entre los títulos más cerrados del Tour, en tiempo acumulado, se alza con una posición admirable entre los seis más apretados: 54 segundos contra Chris Froome. Él se ha convertido en un hombre TOUR que no estaba en los presupuest­os de nadie, por lo menos en los registros de especialis­tas que se basaban en sus dos últimos años de competenci­a.

El Tour de Francia es un viaje, es un recorrrido paciente por los rincones de un país que nos deslumbra con su riqueza cultural y geográfica. Los organizado­res de la carrera se preguntan por el alcance de aquella visita a la Francia actual. ¿Hay que hacerla gran- de en las transmisio­nes o, simplement­e, dejar que ella crezca en la diversidad de sus registros y sorpresas?

Pocos entienden que Rigoberto Urán, además de integrar un equipo modesto, venía de un período gris, de una seguidilla de menospreci­os y de respuestas ciclística­s tenues que no le dejaban márgenes de figuración y de éxito.

Urán se mete en un lote de corredores, 198, que iniciaron el Tour y representa­n a los mejores del planeta. ¿Alguien entiende la grandeza de figurar en el mapa de las personalid­ades universale­s que montan y compiten en bicicleta?

Urán, Rigoberto, un muchacho que enfrentó dificultad­es tenaces, según la nota de este diario, no se ha quedado en reclamarno­s apoyo, gritos, asistencia. Él siempre se aleja de la fórmula evidente según la cual sus actos tienen una trascenden­cia patriótica de heroísmo y orfandad. Se aleja de las figuracion­es.

Ayer Rigo solo apareció en la estampa final del podio. Mientras la carrera se paseó por las calles de la periferia, de los suburbios parisinos, se escondió de las cámaras, de los comentario­s que se escribían en torno al jet set de la competenci­a. Él recibió las ovaciones privadas de su equipo, en las que competidor­es fogueados lo vitoreaban. Grande Rigo.

Alcanzar un segundo lugar en el Tour, después de dos subcampeon­atos en el Giro de Italia y una medalla de plata olímpica, no parecen descompone­r a Rigoberto Urán. Su aplomo se ratificó a lo largo de la competenci­a. Nunca una palabra, una frase de más.

Eufóricas resultaron las celebracio­nes de su municipio, Urrao, donde amigos de infancia, familiares y vecinos de toda la vida saltaron de la dicha empujados por el orgullo que trae ser de las entrañas y la tierra de uno de los ciclistas más destacados del mundo.

198 guerreros de la bicicleta iniciaron en Francia una aventura de la que Rigoberto Urán, hoy, es un sobrevivie­nte querido y destacado

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ILUSTRACIÓ­N ESTEBAN PARÍS

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