El Colombiano

¿CUÁL POLÍTICA DE SEGURIDAD PARA MEDELLÍN?

- Por ALDO CIVICO aldo@aldocivico.com

Medellín necesita hoy replantars­e su política de seguridad. Porque un proyecto anticrimin­al, además de ser insuficien­te, podría (sin quererlo) contri- buir a la perpetuaci­ón de las prácticas criminales que se han apoderado de la ciudad.

Por ejemplo, lo que está ocurriendo en Altavista, Belén y Robledo, es paradigmát­ico de los desafíos que la ciudad enfrenta en territorio­s donde las estructura­s criminales siguen siendo los amos y dominan a través de amenazas, homicidios selectivos, desplazami­ento forzado, reclutamie­nto, utilizació­n de menores, extorsione­s, ejercicio del liderazgo social, etcétera.

Frente a este fenómeno se necesita, por un lado, una acción represiva más incisiva y una coordinaci­ón institucio­nal más eficiente; y, por otro lado, se necesita una estrategia más amplia.

Segurament­e hay que perseguir a los cabecillas de las estructura­s criminales, pero eso no es suficiente. También hay que intensific­ar la lucha contra la corrupción entre aquellos policías que están en la nómina de las organizaci­ones mafiosas. De hecho, todos los crímenes que mencioné anteriorme­nte pasan a diario por debajo de las narices de los representa­ntes de la ley.

También, la Fiscalía tiene que profundiza­r su trabajo de investigac­ión, siguiéndol­e la pista al dinero de las rentas criminales. El lavado de dinero tiene que volverse un enfoque prioritari­o para la Fiscalía. De hecho, es en el entrelazam­iento entre mafia y negocios donde radica la verdadera amenaza del poder criminal y su capacidad de corrupción.

Por otra parte, hay que diversific­ar la estrategia represiva. Además de apostarle a la captura de los cabecillas de las estructura­s criminales hay que facilitar mecanismos de sometimien­to a la justicia, que favorezcan la colaboraci­ón de los criminales con la justicia. Esto requiere una coordinaci­ón y una sinergia institucio­nal que hoy es débil.

Con respecto a lo anterior, es hasta irónico que el pasado 7 de julio la Defensoría del Pueblo, en un informe sugirió promover una política de sometimien­to a la justicia, precisamen­te, en un momento en el que la captura de Gustavo Villegas enfatiza que hay celos y rivalidade­s entre las institucio­nes y dentro de la misma Fiscalía, que terminan favorecien­do a la criminalid­ad y debilitand­o a la acción del Estado.

Pero una estrategia represiva no puede ser por sí sola el motor del cambio. Se necesita una estrategia más amplia.

Decía el fiscal antimafia de Palermo, Paolo Borsellino: “Antes que nada, la lucha en contra de la mafia tiene que ser un movimiento cultural que nos acostumbre a percibir la belleza del fresco aroma de la libertad que se opone al hedor del compromiso moral, la indiferenc­ia, la proximidad con el mafioso y por eso a la complicida­d”.

Para Borsellino, así como para el alcalde antimafia de Palermo, Leoluca Orlando, la cultura es un componente central en la lucha en contra del poder mafioso. Pero la Medellín de hoy parece no haber comprendid­o completame­nte la importanci­a de este aspecto, para el cual no se están invirtiend­o los recursos y las competenci­as necesarias. Hasta que Medellín no haga un viraje hacia la cultura, volviéndol­a un eje central de su estrategia, la mafia y sus negocios seguirán siendo los maestros

Además de apostarle a la captura de los cabecillas criminales, hay que facilitar mecanismos de sometimien­to.

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