¿CUÁL POLÍTICA DE SEGURIDAD PARA MEDELLÍN?
Medellín necesita hoy replantarse su política de seguridad. Porque un proyecto anticriminal, además de ser insuficiente, podría (sin quererlo) contri- buir a la perpetuación de las prácticas criminales que se han apoderado de la ciudad.
Por ejemplo, lo que está ocurriendo en Altavista, Belén y Robledo, es paradigmático de los desafíos que la ciudad enfrenta en territorios donde las estructuras criminales siguen siendo los amos y dominan a través de amenazas, homicidios selectivos, desplazamiento forzado, reclutamiento, utilización de menores, extorsiones, ejercicio del liderazgo social, etcétera.
Frente a este fenómeno se necesita, por un lado, una acción represiva más incisiva y una coordinación institucional más eficiente; y, por otro lado, se necesita una estrategia más amplia.
Seguramente hay que perseguir a los cabecillas de las estructuras criminales, pero eso no es suficiente. También hay que intensificar la lucha contra la corrupción entre aquellos policías que están en la nómina de las organizaciones mafiosas. De hecho, todos los crímenes que mencioné anteriormente pasan a diario por debajo de las narices de los representantes de la ley.
También, la Fiscalía tiene que profundizar su trabajo de investigación, siguiéndole la pista al dinero de las rentas criminales. El lavado de dinero tiene que volverse un enfoque prioritario para la Fiscalía. De hecho, es en el entrelazamiento entre mafia y negocios donde radica la verdadera amenaza del poder criminal y su capacidad de corrupción.
Por otra parte, hay que diversificar la estrategia represiva. Además de apostarle a la captura de los cabecillas de las estructuras criminales hay que facilitar mecanismos de sometimiento a la justicia, que favorezcan la colaboración de los criminales con la justicia. Esto requiere una coordinación y una sinergia institucional que hoy es débil.
Con respecto a lo anterior, es hasta irónico que el pasado 7 de julio la Defensoría del Pueblo, en un informe sugirió promover una política de sometimiento a la justicia, precisamente, en un momento en el que la captura de Gustavo Villegas enfatiza que hay celos y rivalidades entre las instituciones y dentro de la misma Fiscalía, que terminan favoreciendo a la criminalidad y debilitando a la acción del Estado.
Pero una estrategia represiva no puede ser por sí sola el motor del cambio. Se necesita una estrategia más amplia.
Decía el fiscal antimafia de Palermo, Paolo Borsellino: “Antes que nada, la lucha en contra de la mafia tiene que ser un movimiento cultural que nos acostumbre a percibir la belleza del fresco aroma de la libertad que se opone al hedor del compromiso moral, la indiferencia, la proximidad con el mafioso y por eso a la complicidad”.
Para Borsellino, así como para el alcalde antimafia de Palermo, Leoluca Orlando, la cultura es un componente central en la lucha en contra del poder mafioso. Pero la Medellín de hoy parece no haber comprendido completamente la importancia de este aspecto, para el cual no se están invirtiendo los recursos y las competencias necesarias. Hasta que Medellín no haga un viraje hacia la cultura, volviéndola un eje central de su estrategia, la mafia y sus negocios seguirán siendo los maestros
Además de apostarle a la captura de los cabecillas criminales, hay que facilitar mecanismos de sometimiento.