ES LA EDUCACIÓN
Sabes que un político está en campaña o piensa estarlo cuando se pone a hablar de educación. La educación para los gobiernos, para los padres, que además son votantes, es una meta, una garantía, una de las cosas fundamentales que darle a los hijos después de la vida. Lo toman como una obligación, un sacrificio, y los gobiernos supuestamente entienden que es la clave del progreso, de la construcción del futuro de las naciones. Obtener el título es símbolo y garantía de que una persona obtuvo herramientas, consciencia, capacidad y aptitud para enfrentar el reto que se ponga en la vida, sea continuar con su educación o desarrollarse como profesional.
Uno sabe que ya un político no está en campaña cuando ya deja de preocuparse y de hablar tanto de educación y se enfoca en áreas que le dan más cuotas de poder. Es una de las grandes ironías de la vida. Mientras la gran mayoría de los ciudadanos tiene grandes preocupaciones que además son fáciles de resolver con poco de voluntad, los gobernantes se afincan en otras cosas. No es nada más un tema de asignación de recursos, es el esfuerzo y la calidad de los programas que se aplican alrededor del mundo para educar a los seres humanos, sobre todo aquellos que no tienen acceso a grandes centros educativos, a tecnología y desarrollo e innovación. Mientras intelectualmente muchos seres humanos viven años por detrás de otros, gobernantes de toda ideología se jactan de hacer esfuerzos en pro de la educación. Construyen escuelas, entregan títulos, se dicen entre padres, alumnos y gobiernos, misión cumplida.
Muy poca gente evalúa la calidad de esa educación, ni reflexiona sobre la preparación del ser humano frente a los retos del mundo que le tocó. Quizás tengamos un título, pero ¿estamos preparados para llegar a ser quienes somos? Educarse implica mucho más que obtener un título y de hecho es un proceso que no acaba nunca. Nadie termina por aprenderlo todo, por llegar al fin del proceso de entender el mundo, la vida, la ciencia, las humanidades, algunos conceptos que no tienen respuesta definitiva y que llevan a constante movimiento de los mecanismos del pensamiento humano.
En el pasado llegamos a pensar que la educación era un proceso práctico, que otorgaba ciertas seguridades y abría puertas. Que era suficiente ir al colegio para ser alguien en la vida. Ir al colegio para aprender, como si fuese un proceso realmente finito. Una meta, una llegada, un lugar además al que no volver nunca más. Como si la curiosidad pudiera agotarse y el conocimiento algo innecesario y a la vez pasajero.
La gran mayoría de los sistemas educativos, incluso en el primer mundo, están orientados bajo esta vieja tesis, en la que el alumno va a absorber por un tiempo determinado hasta que está listo para irse, porque tiene la madurez y acumuló información suficiente. (