El Colombiano

UN PARTIDO RARO

- Por ÓSCAR DOMÍNGUEZ oscardomin­guezg@outlook.com

Desde mi óptica de miope diplomado, no debió jugarse el partido entre Chapecoens­e y Nacional.

Han debido definir al ganador en juegos como pajita en boca, golosa, pirinola, catape, trompo, parqués, arroyuelo, pisingaña, dar y no recibir, billar, tute, póquer. O a la cara y sello, así la moneda hubiera caído “por el lado de la soledad”.

Como lo jugaron, en homenaje a los caídos en el avión boliviano, el partido de ida ha debido quedar 1-1 o 20-20. O sea, sin vencedores ni vencidos como le gustaba a un gaucho al que citamos tanto que el cheque deberían consignarl­o a su nombre en el walhala que habite.

Un profesor de la U. de A. pidió en el periódico Alma Mater ser más originales a la hora de redactar los textos, sin apoyarnos en el marido de doña María.

En ese partido, al principio daba la impresión de que a los protagonis­tas no les agradara darse en la jeta para conseguir los tres puntos que se ganan en este esperanto de patadas bautizado fútbol.

Vi cierto desgano sobre todo en los verdes que jugaron de amarillo chillón, para desestabil­izar al contrario. El vistoso traje parecía diseñado por Ágata Ruiz de la Prada.

Los enemigos jugaron un partido decente, con la urbanidad de Carreño en la mano, sin tirar a estropear el esternocle­idomastoid­eo o la silla turca del rival. Claro, con excepcione­s.

Tenía algo extraño ese partido en el que los jugadores fallecidos encarnaron en sus sucesores. Y así, contra 22 futbolista­s, no ganaba el Nacional ni a palos.

Lo mejor, de lejos, fue la agradecida bienvenida que los habitantes de Chapecó les dieron a los forasteros. Los recibieron con niágaras disparados por carros de bomberos. Allí, o después de la interpreta­ción de los himnos, ha debido terminar la función. Y a casita.

Miré el partido con el rabillo del ojo, sin volumen. Aproveché para leer la entrevista de Cepeda Samudio a Garrincha que siempre recomiendo a los lectores.

Que ojalá aumenten cuando sepan que marché el sábado primero de abril… para bajar los niveles de colesterol a sus justas proporcion­es. Caminé en predios de la piedra del Peñol, donde no me fuera a encontrar con un marchista denominado Popeye. (Aprovecho este paréntesis para confesar que cuando veo al personajet­e en algún centro comercial, me da terror-pánico).

Y así me echen, como al defenestra­do presidente del Nacional, hice fuerza para que ganaran los paisanos de mi nieta Sofía Mo.

Ojalá no hubiera partido de vuelta. Propongo que en el Atanasio Girardot los jugadores del Chapecoens­e lean el soneto a Garrincha o Receta de mujer, de Vinicius de Moraes, o páginas de Jorge Amado. Los nuestros pueden leer los cuentos peregrinos de don Gabriel

García o poemas de Aurelio Arturo. O los trinos del senador Uribe. O del presidente Santos. Ahí sí ganan los verdolagas

Tenía algo extraño ese partido en el que los jugadores fallecidos encarnaron en sus sucesores.

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