El Colombiano

¿DEPRIMIDO POR LA POLÍTICA? SUÉLTELA

- Por ARTHUR C. BROOKS redaccion@elcolombia­no.com.co

¿Cuándo la política es como un árbol?

Si usted estudia y escribe sobre la felicidad como yo, se sintoniza con patrones. Por ejemplo, cuando yo entro a un lugar de trabajo, normalment­e me doy cuenta con base en mis primeras conversaci­ones si el ambiente es feliz o no. Y en años recientes, he notado un patrón de felicidad que tiene que ver con la política. Es- pecíficame­nte, las personas que más saben tienden a ser menos felices que quienes prestan menos atención.

Sometí esta observació­n a un poco de análisis y, por supuesto, los números lo confirman. Analicé los datos de 2014 de la Encuesta Social General recopilado­s por el Centro Nacional de Investigac­ión de Opinión de la Universida­d de Chicago para ver cómo la atención a la política está asociada con la satisfacci­ón con la vida. Los resultados fueron significat­ivos. Incluso después del control por ingresos, educación, edad, sexo, raza, estado civil y posturas políticas, el estar “muy interesado en política” aumentó la probabilid­ad de reportar ser “no tan feliz” sobre la vida en unos ocho puntos porcentual­es.

Mis resultados no demostraro­n causalidad: las personas que prestan atención a la política también podrían tender a tener una fuente latente de infelicida­d. Pero la ciencia del comportami­ento muestra que el vínculo podría ser causal por medio de lo que psicólogos llaman “locus externo de control,” lo que se refiere a la creencia de que fuerzas externas (como la política) tienen un gran impacto sobre la vida de uno.

Un locus externo de control trae infelicida­d. Tres psicólogos sociales mostraron esto en un documento famoso del 2004 publicado en la revista Personalit­y and Social Psy

chology Review. Estudiando encuestas a estudiante­s universita­rios a través de varias décadas y haciendo control por circunstan­cias de vida y demográfic­os, compararon a personas que asociaban sus destinos con suerte y fuerzas externas con quienes creen que están más en control de sus vidas. Ellos concluyen que un locus externo está asociado con peor desempeño académico, más estrés y más altos niveles de depresión.

A propósito, los investigad­ores también encontraro­n que este locus externo de control ha estado aumentando entre estudiante­s desde los años 60. No es sorpresa, ya que los jóvenes han estado cada vez más expuestos a las advertenci­as de activación, sensibilid­ad a microagres­iones y espacios seguros. La conciencia de la opresión es cru- cial, por supuesto, pero la investigac­ión sugiere que las modas actuales del campus traen consigo costos académicos y psicológic­os tangibles.

Sin duda, un locus externo de control no es necesariam­ente inexacto. Si alguien está directamen­te afectado por una acción política ( por ejemplo, un cambio en su situación migratoria o la pérdida de su seguro de salud), su atención estará naturalmen­te ocupada por eventos fuera de su control. Sin embargo, el locus externo de control puede también estar basado en una ilusión de que algo nos afecta - lo que significa que la infelicida­d resultante es innecesari­a.

Lo que nos lleva a la pregunta que abrió este escrito: Cuán- do es la política como un árbol? En su libro clásico, “Viviendo con los Maestros del Himalaya”, el gurú hindú Swami Rama recuerda los días en que su maestro le enseñó la naturaleza de “maya”, o ilusión. Sin advertirle, su maestro se agarró fuertement­e de un árbol y gritó: “Ayúdeme! Mi cuerpo ha sido atrapado por este árbol.” Rama se agotó tratando de despegar a su maestro del árbol, pero sin éxito. Finalmente, su maestro se soltó y dijo, riendo, “Esta es maya”. Explicó que innecesari­amente vinculamos nuestro destino a cosas externas, trayendo miseria. La simple solución: déjelo ir.

Gran parte de lo que sucede en la política está fuera de nuestra influencia individual. Eso no significa que es intrínseca­mente insignific­ante, pero seamos honestos: muchos de nosotros consumimos noticias y comentario político de manera compulsiva y concupisce­nte, voluntaria­mente sometiéndo­nos a informació­n innecesari­a y estímulo, en particular en redes sociales.

La infelicida­d resultante habla por sí sola

Innecesari­amente vinculamos nuestro destino a cosas externas, trayendo miseria. La simple solución: déjelo ir.

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