ALGO MÁS QUE MEDICAMENTOS
Miguel tiene 24 años y toma antidepresivos desde los 12 por un problema de ansiedad. Después de más de una década ha podido dejar de tomarlos pero reconoce que ya no es la misma persona. Ha tenido que enfrentarse a muchas emociones que sus medicamentos suprimían y que le han sobrevenido de golpe. Ahora debe luchar contra unos problemas que estuvieron ocultos químicamente durante años.
“Los antipsicóticos tranquilizan a la gente, pero también les arrebatan parte de sus emociones, parte de sus pensamientos normales”, afirma el investigador danés Peter Gotzsche.
Miguel creyó que mejoraba durante años, que era más feliz. El sueño, la falta de concentración y los dolores de cabeza compensaban porque “se estaba curando”. Pero al terminar el tratamiento se dio cuenta de que no podía volver a ese estado de felicidad artificial por sí mismo. Para él y su entorno fue un duro golpe descubrir que no había avanzado nada en más de 10 años y que aún tenía que trabajar para estar sano.
Muchos investigadores sostienen que algunas enfermedades mentales como la depresión o la ansiedad nacen a raíz de sentimientos que la persona no puede entender, aceptar o soportar. Estos sentimientos degeneran en comportamientos ansiosos o depresivos que pueden aprender a dominar gracias a técnicas como la psicoterapia o la meditación. El uso de este tipo de fármacos se basa en la idea de que los pacientes con enfermedades mentales tienen una especie de desequilibrio químico. Gotzsche defiende que este desequilibrio nunca se ha podido demostrar. Para él, muchas personas empiezan a to- mar antidepresivos por problemas que podrían solucionarse con el paso del tiempo o con una terapia no química. Al abandonar el tratamiento el cerebro ha desarrollado una dependencia que se transforma en una depresión real.
A la hora de tratar las enfermedades mentales muchos psicólogos y psiquiatras se inclinan por la psicoeducación. Enseñar a la persona cuál es su trastorno, cómo puede enfrentarlo de forma saludable y cómo convivir con él. De esta manera el paciente tiene un papel mucho más ac- tivo en su tratamiento y puede decidir por sí mismo si tomar la vía de la química o terapias alternativas. O ambas, si lo sigue de cerca un experto.
A veces creemos que las emociones negativas son una enfermedad, algo con lo que tenemos que acabar de cualquier forma. Pero la tristeza o el enfado solo son un reflejo de que hay algo dentro de nosotros que necesitamos analizar o mejorar. Cuando utilizamos fármacos intentamos acabar con emociones que podrían ayudar a definir quiénes somos. El proceso para superar una enfermedad mental es laborioso y para sobrellevarlo necesitamos algo más que medicamentos, comprensión y técnicas alternativas, hoy bien conocidas y controladas
Cuando utilizamos fármacos intentamos acabar con emociones que podrían ayudar a definir quiénes somos.