El Colombiano

Medellín se convirtió en refugio de venezolano­s

Desde septiembre pasado han entrado unos 6000 extranjero­s. 5 llegan al día a la Alcaldía a pedir apoyo.

- Por RODRIGO MARTÍNEZ ARANGO JAIME PÉREZ

Un mes lleva en Medellín el concejal de Voluntad Popular del municipio de Bolívar, Estado Táchira, Venezuela, José Luis Guerrero.

Abandonó su tierra y dejó la curul a su suplente huyéndole a la persecució­n del chavismo contra los opositores, con especial intensidad a los seguidores del líder Leopoldo López, condenado a 13 años y 9 meses, al final de un juicio político.

Guerrero, de 29 años, ingeniero industrial y líder político en su municipio, hoy se mueve en las calles de Medellín a la espera de que el gobierno colombiano, le dé asilo político para tratar de rehacer su vida en esta ciudad. Su salida apresurada de su país sucedió al ser notificado de que agentes del Servicio Bolivarian­o de Inteligenc­ia Nacional, Sebín, lo seguían y le tomaban fotografía­s.

Para evitar una captura donde corría el riesgo de ser cargado con armas o explosivos para poderlo condenar optó por averiguar en Migración Venezuela si era requerido por alguna autoridad lo que le impediría salir del país y como la respuesta fue negativa, sacó una visa para viajar a Colombia como turista.

Llegó a Cúcuta, allí estuvo unos días y luego viajo a Medellín donde hoy trata de

subsistir y tramita una visa para poder trabajar.

Visas de turismo

El economista Tony Vitola, dirigente en Caracas, del partido Voluntad Popular, quien lleva un mes y medio en la ciudad, dijo que reconocer el número preciso de compatriot­as suyos que han entrado a Medellín es difícil porque la mayoría lo hace con visas de turistas como el concejal Guerrero, que solo da una permanenci­a de tres meses y como consiguen trabajo en la informalid­ad, se quedan pero evitando ser detectados por Migración Colombia que los deporta inmediatam­ente.

Calculó que por las manifestac­iones que han realizado en Medellín y los contactos en las redes sociales, desde septiembre de 2016 a la fecha han entrado al Valle de Aburrá, 6.000 venezolano­s y la gran mayoría de ellos laboran como meseros, lavadores de carros, venteros ambulantes, oficiales y obreros en construcci­ones, pequeños talleres o están desemplead­os.

Carlos Alberto Ruiz, economista venezolano, quien lleva

varios años en la ciudad comentó a EL COLOMBIANO que la presión del chavismo contra la empresa privada obligó a la compañía en la que él trabajaba a cerrar sus puertas.

“De un momento a otro comprendí que allí no había futuro para los empresario­s que no estuvieran del lado de Chávez, pero hoy ni siquiera lo hay para los chavista, por lo que la llegada de venezolano­s a Colombia, único país que ofrece oportunida­des, en buena parte por la vecindad, se va a multiplica­r”.

Esto es toda una paradoja, hace apenas unas décadas Venezuela era uno de los sueños de los colombiano­s para buscar mejores oportunida­des de vida y empleo, hoy somos nosotros los que tocamos puertas en este país”, comentó Ruiz.

Indocument­ados

La cara más dura de esta migración venezolana al Valle de Aburrá es la de cientos de indocument­ados a los que se les vencieron las visas de turistas.

La gran mayoría de estos ciudadanos trabaja en la informalid­ad y en el rebusque y en situacione­s laborables muy

desiguales, ya que solo les pagan por día laborado.

En un parqueader­o del nororiente de Medellín trabajan en oficios varios y lavando carros dos venezolano­s, padre e hijo, llegados de Cabimas, en el estado Zulia.

Llevan dos meses en la ciudad y el padre que tiene 4o años reconoció que trabajó con el Chavismo construyen- do casas, pero la situación económica del país lo obligó a salir con su hijo mayor.

Entraron a Colombia por el corregimie­nto de Paraguachó­n, Maicao, departamen­to de La Guajira y salieron del hogar solo con dos mudas de ropa y los zapatos rotos.

Llegaron a Santa Marta, pero como esa ciudad y su centro turístico de El Rodade-

ro están invadidos por sus compatriot­as que tratan de sobrevivir en la informalid­ad, decidieron continuar su viaje hasta Medellín en busca de mejores oportunida­des.

Llegaron a un parqueader­o que estaban remodeland­o. El padre y el hijo le dijeron al administra­dor que ellos lo pintaban y lo organizaba­n.

Trabajaron de día y de noche y lo dejaron listo para recibir carros. El administra­dor en agradecimi­ento los dejó lavar los vehículo y las motos y los vecinos se solidariza­ron con comida, tenis, zapatos y mudas de ropa que incluyeron dos camisetas de la Selección de fútbol de Colombia.

Hoy ambos continúan viviendo de la informalid­ad, aprovechan­do cada peso que reciben, pues además de ellos, tienen que enviar algún dinero a Cabimas, donde quedó el resto de la familia, la madre y dos hijos más, menores de edad.

Consulado no responde

Para tratar de conocer una versión oficial sobre el número de venezolano­s en la ciudad y la asistencia que puede prestarles su gobierno, EL COLOMBIANO acudió al consulado de Venezuela en Medellín, ubicado en el barrio Belén Rosales, pero no fue posible lograr los datos solicitado­s. A una petición escrita respondier­on que el único autorizado para hablar era el cón-

sul y este se había alejado de la ciudad por tres semanas.

Situación muy caótica

El abogado especialis­ta en Derechos Humanos y Derecho Internacio­nal Humanitari­o Álex Morales, asesor de la Secretaría de Inclusión Social en temas migratorio­s, enfatizó que Colombia no está preparada para recibir una migración tan grande como la venezolana ni cuenta con el personal con estatus de refugiados y por eso la falta de atención a estos ciudadanos y la situación tan caótica que están viviendo.

“El problema no es de los municipios que los están recibiendo, dijo. Es de la Nación y de la Cancillerí­a que es la que debe detener esta migración en las fronteras”, opinó.

Pero, añadió, las normas internacio­nales les obligan a los Estados a proteger los derechos fundamenta­les a la vida, la seguridad y la salud.

Por eso, enfatizó, la salida no es retenerlos para que Migración Colombia los deporte.

Por esta situación, estas persona andan escondidas, sometidas a la explotació­n laboral y renunciand­o a todos sus derechos como seres humanos.

Ante el impacto de esta migración masiva, que está aumentando la informalid­ad laboral, el rebusque, la prostituci­ón e, incluso, la delincuenc­ia y que por ley el manejo es solo del Gobierno Nacional, Morales le recomendó a la Alcaldía de Medellín acudir al presidente Juan Manuel Santos para que active los protocolos Internacio­nales para la protección de los derechos fundamenta­les a la salud, la educación y la seguridad.

Consultado­s voceros de Migración Colombia estos manifestar­on que como cualquier extranjero, para que un venezolano ingrese a Colombia debe contar con un documento de viaje vigente y un permiso o visa que autorice su permanenci­a, así como la actividad que realiza.

Desde Antioquia entre 2016 y 2017 han sido deportados 20 venezolano­s por su permanenci­a ilegal en el país

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Este venezolano, dice que a pesar de su trabajo como lavador de carros
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FOTO gana con qué mandarle dinero a la familia.

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