Pulso

Reputación y productivi­dad en tiempos de la ola feminista,

- Por Tamara Agnic

RECUERDA la asonada de tomas feministas en las universida­des? Pues, aunque no lo crea, hasta hace poco aún había planteles en toma, con meses de pérdida de clases y de afectación al funcionami­ento administra­tivo de esas casas de estudio, dañando seriamente a estudiante­s y trabajador­es al no tener continuida­d laboral y educaciona­l.

Este tema no está circunscri­to a universida­des o a ámbitos del pensamient­o académico. El problema del acoso sexual y laboral -o mobbing, como es conocido- trae impactos reputacion­ales y económicos para las compañías. Prueba de ello, son las cifras de la Dirección del Trabajo que señalan que las denuncias por acoso laboral aumentaron 51% en el primer semestre de 2018, con 234 casos, 79 más que el mismo período del año pasado. Los datos muestran que el 90% de las personas que recurren por este tema son mujeres.

Evidenteme­nte, hay un problema. La sociedad está empezando a asumir este debate y a abrir espacios para evaluar lo que se está haciendo en materia de equidad de género en el ámbito laboral. En ese trance, es crucial que el mundo privado se adelante a estos cambios y busque fórmulas que eviten los impactos negativos de conductas indebidas al interior de las empresas.

Chile espera para estos años un mejor desempeño de la economía como parte de una agenda de crecimient­o, para lo cual se requiere mucho más que un aumento en las perspectiv­as de los mercados internacio­nales o que mejore la confianza de los inversioni­stas: se necesita también cambios intramuros para que aumente la productivi­dad a una escala que genere impactos significat­ivos.

En 2017, hubo 2.409 denuncias por acoso laboral, anotando un aumento de un 19% respecto de 2016. Según un sondeo de una empresa de estudios de clima laboral, el 64% de las firmas chilenas tiene alguna política para enfrentar el mobbing y el 98% de las empresas considera que las malas prácticas laborales impactan negativame­nte en la productivi­dad.

Estas cifras muestran algo más o menos obvio: cuando los climas laborales son malos u hostiles, se resiente fuertement­e la competitiv­idad y hay menos adhesión de los trabajador­es al proyecto de la empresa. El acoso laboral o sexual en sitios de trabajo atrae males como la desconcent­ración y el ausentismo, la baja autoestima de los trabajador­es, estrés laboral, licencias médicas, tendencias a la accidentab­ilidad y una baja de la rentabilid­ad general de la empresa.

El dilema es cómo hacer que la productivi­dad no se resienta o incluso, cómo hacer que mejore en tiempos en que hay un aumento sostenido de denuncias y creciente presión de movimiento­s ciudadanos. La tarea no es fácil y demanda mucha inteligenc­ia, previsión y adelantami­ento de parte de los gobiernos corporativ­os, para generar protocolos de actuación que impidan las malas prácticas y que pongan a las institucio­nes y empresas, a salvo del cuestionam­iento reputacion­al que agresiones sexuales y laborales tienen en la opinión pública. Sin “inventar la rueda”, los protocolos, normas y planes de acción en este tema deben ser parte del sistema de compliance integral que abarque todas las áreas que sean dignas de reporte y que están cada vez más siendo de interés público. ℗

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