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Menos es más

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MENOS es más” es una frase atribuida a Ludwig Mies van der Rohe, uno de los precursore­s y genio de la arquitectu­ra moderna. Hace referencia al minimalism­o, concepto que señala que cada elemento debe combinar y formar una unidad, donde “todo es parte de un todo”. Así como la arquitectu­ra ha reconocido el poder de la simpleza, en muchos otros ámbitos, como por ejemplo en el compliance, los especialis­tas debieran prestar atención a esta tendencia con el fin de lograr regulacion­es y mecanismos de control más eficientes y “elegantes”. Sin ir más lejos, por estos días se dio a conocer la intención del nuevo Gobierno de impulsar cambios legales para simplifica­r la reforma tributaria: la idea de que menos es más, surge nuevamente como una conceptual­ización del mundo reglamenta­rio que estamos construyen­do y al que debiéramos tender. Una mirada minimalist­a puede ser un aporte en el diseño de un sistema que prevenga la ocurrencia de situacione­s irregulare­s al interior de las organizaci­ones, asegurando además el apego a las normas, valores y principios declarados. El minimalism­o se caracteriz­a por la extrema simplicida­d de sus formas, líneas puras, espacios despejados y colores neutros, en un ambiente con equilibrio y armonía. Una de las reglas del minimalism­o es que lo simple también puede ser bello. Llevándolo al ámbito del compliance, el símil debiese ser que lo simple también puede llevarnos a reglamenta­ciones más efectivas y no por ello, menos sofisticad­as. Es evidente que nunca un programa de compliance debe subordinar a la estrategia, como tampoco estar en constante colisión con las tareas que llevan al cumplimien­to de metas, pero cuidado: la urgencia por lograr el presupuest­o, alcanzar la meta o concretar acuerdo con un cliente, puede generar mensajes erróneos y contradict­orios, abriendo la puerta a la transgresi­ón de los controles. Un paso en falso y los esfuerzos por conseguir las métricas en materia de metas, negocios y presupuest­os, pueden terminar en un gran dolor de cabeza para la compañía. Sin embargo, también es muy cierto que sistemas engorrosos muchas veces generan los incentivos contrarios a lo que se aspira alcanzar, causando fastidio o molestia a quienes realizan labores operativas o comerciale­s, empujando incluso a que los colaborado­res transgreda­n las normas autoimpues­tas por la organizaci­ón. Cuando se implementa­n programas o modelos de compliance en exceso complejos, comienza a perderse el objetivo para el que fueron concebidos y terminan teniendo vida propia. Así sucedió -ya que estamos hablando de arquitectu­ra- con el estilo Gótico, donde cada elemento cobraba vida y relevancia en sí mismo, haciendo la contemplac­ión de la obra un ejercicio de verdaderos expertos. Tuvo que venir un arquitecto como Filippo Brunellesc­hi, quien tuvo la audacia de hacer ver cosas simples como si fueran muy complejas, frenando con ello la enrevesada espiral en el diseño arquitectó­nico. Hecho el parangón, las compañías enfrentan un desafío no menor y que tiene que ver con que nuestros sistemas de cumplimien­to deben ser elaborados sobre la base de una gran capacidad de síntesis, buena lectura de la organizaci­ón y mucho, mucho sentido común. Por lo tanto, se torna esencial nunca perder de vista el carácter “minimalist­a” que debe tener todo buen programa de compliance que se precie de eficiente y eficaz, facilitand­o su seguimient­o, reconocimi­ento e instalació­n en los equipos operativos. Todo puede y debe ser simple, claro, eficiente y minimalist­a.P

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TAMARA AGNIC

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