La Tribuna (Los Angeles Chile)
Reforma laboral y la diáspora sindical
El trabajo humano no sólo es vital para la creación de riqueza, sino esencial para la dignificación de la persona, su inclusión social, la construcción de ciudadanía, el avanzar hacia sociedades más igualitarias en base a principios de solidaridad, en otros términos: construir sociedades democráticas que garanticen justicia social, participación y paz social real y duradera.
El ineludible debate actual sobre las vías de salida de la crisis ofrece nuevas oportunidades a las concepciones que ven en el trabajo solo un costo empresarial.
Los cambios estructurales al modelo de sociedad, incluyendo sus solidaridades históricas, impuesto por la dictadura, en la esfera de las relaciones de trabajo se tradujeron específicamente en el Plan Laboral e implicó una desregulación significativa de las protecciones legales al trabajo y una ‘hiperreglamentación’ de las relaciones colectivas tendientes a su anulación.
Se pasó de un 31% de afiliación sindical, en 1973, a solo un 14,7% en el 2016. Hoy, en el 81,8% de las empresas de 10 o más trabajadores no ha existido nunca un sindicato. En cuanto a las características del sindicalismo, a la fecha existen más de 11.400 sindicatos activos (menos del 50% de los inscritos), la mitad de ellos con hasta 40 socios. Este insignificante tamaño no se explica por una gran presencia de sindicatos de empresas pequeñas, ya que el 75% de la afiliación sindical se concentra en la gran empresa, siendo casi inexistente la representación sindical en las empresas de menor tamaño. La realidad es la de una diáspora de sindicatos pequeños disgregados en la gran empresa. Además, la mayoría de los sindicatos tienen muy corta vida: el 41% de las organizaciones activas tiene menos de cinco años y el 65% de los sindicatos creados en 2014 dejó de existir en poco más de un año. Lamentablemente, más allá de las buenas intenciones proclamadas en el Mensaje del Proyecto, la Ley N° 20.940, que “moderniza las relaciones laborales”, en vigencia desde el 1° de abril, no modifica los pilares del Plan Laboral, es decir: el encapsulamiento y la dispersión sindical y, más profundamente, la desarticulación de los trabajadores y trabajadoras y su despolitización.
La reciente reforma no solo no modifica en su esencia al Plan Laboral de 1979, sino que lo legitima. Las eventuales mejoras marginales no logran arañar siquiera el enorme desequilibrio de poder existente entre empresarios y trabadores, lo que, según la amplia experiencia comparada, solo se logra mediante negociaciones y acuerdos sectoriales, ramales o por área de actividad. Sí ayuda a entender la gran desigualdad económica y social que nos avergüenza como país.
La realidad es la de una diáspora de sindicatos pequeños disgregados en la gran empresa”.