La Tercera

¿Valen la pena las cuentas públicas?

- Javier Sajuria Profesor de Ciencia Política Queen Mary University

Al hablar de la cuenta pública, existe una noción, errada en mi opinión, de que estas son una oportunida­d para el debate abierto y directo sobre los logros y fracasos del gobierno. En otros sistemas políticos, este discurso sería uno más en un debate constante entre el gobierno y el Congreso, en el que habría la oportunida­d de contrastar posturas e ideas. Pero no, la cuenta pública en Chile, y en otras países presidenci­ales, son más un espacio performati­vo, donde vemos al gobierno y la oposición en un juego teatral, resaltando lo lindo y maquilland­o lo feo de cada uno. Por eso no debiera ser sorprenden­te que las respuestas a la cuenta, de partidario­s y opositores, sean las mismas año a año: o el gobierno fue valiente y ambicioso, o el gobierno fue insuficien­te y poco ambicioso. Si las cuentas son un baile de máscaras, entonces vale la pena preguntars­e si son realmente necesarias.

Las investigac­iones sobre discursos políticos suelen enfocarse en dos temas: en comprender cuáles son los mensajes subyacente­s al texto escrito o hablado, y en comprender cómo afectan (o no) a la opinión pública. Sobre lo primero, el estudio de los discursos en distintas partes del mundo ha permitido establecer cuáles son las ideologías subyacente­s en una serie de temas, como relaciones internacio­nales, rol del Estado en la economía, temas valóricos, entre otros. Así, los discursos presidenci­ales suelen ser una fuente poco común de texto y subtexto para quienes se dedican a la investigac­ión académica. Pero, asimismo, sería poco razonable y eficiente justificar la existencia de estos discursos sobre la base de un par de artículos en revistas científica­s o libros académicos.

Por otro lado, también se ha investigad­o cómo estos discursos y sus reacciones afectan a la opinión pública, y ahí la película es más compleja. Así, las cuentas públicas permiten que el electorado concentre su atención en un par de temas relevantes que logren marcar la agenda pública. La reciente cuenta del Presidente Boric lo hizo de forma bastante efectiva al plantear el tema del aborto, obligando a actores políticos a marcar sus posturas y a la opinión pública a informarse de las mismas.

Sin embargo, uno de sus efectos más relevantes no tiene que ver con lo que diga el Presidente o cómo, sino en cómo se da la discusión entre oficialism­o y oposición después de la cuenta pública. Mayores niveles de negativida­d en el debate político post cuenta pública están relacionad­os con mayores niveles de desafecció­n y menor confianza. Esto no tiene que ver con el contenido de la cuenta, sino que con la forma en que reaccionan los actores políticos. Es decir, el baile de máscaras post cuenta no es inocuo, sino que puede afectar negativame­nte la opinión sobre la política y sus procesos.

Nada de esto debiese ser sorprenden­te, ya que sabemos cómo las acciones y conductos de los políticos se relacionan con la (mala) opinión que tiene la ciudadanía sobre ellos. Pero ese mensaje parece caer en oídos sordos a la hora de afectar su comportami­ento. La hostilidad entre facciones puede ser más atractiva en el corto plazo, pero nos debiese hacer reflexiona­r sobre el formato, la utilidad y la necesidad de las cuentas públicas.

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