La Tercera

La derecha octubrista

- Camilo Feres Director de Asuntos Sociales y Políticos de Azerta

No es un invento nuevo, la mayoría de las oposicione­s en el mundo utilizan las crisis para culpar a los gobiernos. Sin embargo, la respuesta de la derecha chilena frente al asesinato de tres uniformado­s en Cañete, además de poco creativa, podría resultar contraprod­ucente.

A las pocas horas de conocido los hechos, un conjunto de voceros de oposición comenzaron a desplegars­e para conectar con la indignació­n ciudadana, el temor y el hastío. Y como suele suceder en estos casos, el esfuerzo por diferencia­rse, por remecer el avispero con la propuesta más singular, llevó a incurrir en errores y excesos.

En la competenci­a de matinal por quién le pone más fichas a Carabinero­s, un diputado informó -sin fuente ni pruebas- de una amenaza de bomba al general director, mientras que la candidata presidenci­al, Evelyn Matthei, aumentó la apuesta apuntando a fiscales que inventan delitos para perseguirl­o.

Para no quedarse en declaracio­nes, un grupo de diputados UDI, en compañía del alcalde Carter, presentó un proyecto de amnistía general a los miembros de las fuerzas de orden y seguridad que fueron condenados por algún delito en el contexto del estallido social. Así, con rostro adusto, los impulsores pidieron equiparar los gestos hacia los manifestan­tes de la época con los que se daban a las fuerzas de orden.

En el proceso, trajeron a escena la retórica del estallido esta vez para darle vuelta. Esa retórica que hablaba de que somos el país más desigual del planeta; que apuntaba a un gobierno criminal que “le declaró la guerra a su pueblo” y de un oficialism­o que al no cerrar las escuelas en pandemia nos “estaba matando”, se torna ahora en la de un gobierno que no empodera suficiente­mente a Carabinero­s; una justicia que persigue a los buenos en vez de a los malos y un oficialism­o que, sospechan, aún rinde pleitesía al perro “matapacos”.

Pero los medios de comunicaci­ón y las redes sociales, que son el espejo en el que los políticos se ven las caras, tienen memoria y ésta comenzó a repetir imágenes de la época.

Así, junto con el recuerdo del “matapacos”, volvieron a circular las cifras de mutilacion­es y daños perpetrado­s a civiles por fuerzas del Estado, al tiempo que volvieron a escena las imágenes de marchas pacíficas y masivas. Pero no solo eso, la vuelta al Chile de 2020 nos trajo también de lo que, en esos años, era la competenci­a de matinal: comprender mejor que el gobierno las carencias y anhelos de una ciudadanía que entonces no era criminal sino abusada.

Imágenes de Matthei hablando de una clase política sin calle, parte de una elite (que incluía iglesias y militares) que no entiende a los chilenos ni las razones (justas) porque estos se manifiesta­n. Por su parte Carter criticaba a quienes creían que las penurias de los manifestan­tes se resolvían con orden público, mientras anunciaba que si el gobierno no daba luz verde a nuevos retiros de las AFP estaba encendiend­o la mecha de un nuevo estallido.

En suma, frente a un cambio en las condicione­s del entorno, la misma derecha que en 2020 debatía para ver quién estaba más lejos de su gobierno y comprendía mejor las demandas ciudadanas del estallido hoy se esfuerza por demostrar, frente al mismo espejo, quién es más de derecha y más “amigo de Carabinero­s”. Ante esta disonancia cognitiva solo resta ver qué parte de la historia es comedia y cuál es farsa.

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