La Tercera

La política exterior del gobierno

- Benjamín Salas Ex asesor Internacio­nal de la Presidenci­a

La política exterior ha sido objeto de críticas en el último tiempo, y la alta popularida­d de la que gozaban los cancillere­s es una cuestión del pasado. Por supuesto, una parte es atribuible a errores, forzados y no forzados, en la gestión del gobierno. De aquello se ha escrito suficiente.

Pero hay una segunda parte que trasciende la gestión de las autoridade­s de turno, y es que hoy la ciudadanía tiene mayor interés por las decisiones que se toman en La Moneda y el ex Hotel Carrera. Muchas de ellas tienen un impacto directo en la vida de los chilenos y esto hace que existan legítimas diferencia­s políticas sobre la forma en que se dirigen las relaciones internacio­nales.

El escrutinio a la conducción de la política exterior ha sobrepasad­o a las élites académicas y diplomátic­as, instalándo­se en el debate nacional. Así pasó con el Acuerdo de Escazú en lo ambiental y con el TPP11 en lo comercial. Esta segunda parte de la crítica es natural y un corolario del nuevo rol que lo internacio­nal tiene en la discusión pública; es ahí donde debemos enfocar nuestra atención.

Sin duda, la política exterior de Estado todavía existe en los principios básicos, como son la defensa de la democracia, los derechos humanos, la integridad territoria­l, la autodeterm­inación de los pueblos, la prohibició­n del uso de la fuerza, y el compromiso con el multilater­alismo. Pero a continuaci­ón de estos principios, nuestras relaciones exteriores ya no funcionan con piloto automático, y su conducción toma rumbos diferentes según el gobierno de turno. Por ejemplo, la nueva Administra­ción suspendió la participac­ión de Chile en Prosur y tomó distancia de la agenda comercial liberal impulsada por el ex Presidente Piñera; no obstante, robusteció nuestra participac­ión en el Sistema Interameri­cano de DD.HH.

Por eso, más que lamentar el desarrollo de un debate y la existencia de diferencia­s agudas en materia internacio­nal -muy sanas para cualquier democracia e inevitable­s en nuestra coyunturat­enemos que pasar a discutir el mérito de las propuestas de cada gobierno. Ese debate sustantivo entre izquierda y derecha es positivo, pero sigue mayoritari­amente ausente en la agenda local.

En primer lugar, se requiere que el gobierno comunique su planificac­ión estratégic­a: ¿cuál es su propuesta para fortalecer la integració­n en América del Sur?, ¿qué medidas de coordinaci­ón regional está buscando para abordar la migración?, ¿cómo se están enfrentand­o los recursos hídricos compartido­s con Perú?, ¿existe una estrategia para robustecer la relación con la India o los países del sudeste asiático? Muchas interrogan­tes, pero pocas respuestas.

Pero también es necesario que el oficialism­o parlamenta­rio, la oposición, los partidos políticos y centros de estudios levanten la mirada e inviertan en más y mejor preparació­n técnica y política en estas materias, para que dejemos de hablar solamente del “cómo” se hacen las cosas, y pasemos sobre todo a discutir “qué” cosas queremos hacer por el bien de Chile y su rol internacio­nal.

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