La Tercera

El lugar más inesperado

- Álvaro Ortúzar Abogado

Cuesta entender que, bajo el camuflaje de auxiliar de la justicia, pudiera esconderse una persona vinculada al terrorismo en La Araucanía. Según se ha informado por la prensa, durante 11 años ejerció el cargo de oficial de sala en un Juzgado de Traiguén. Este tipo de puestos no conllevan ninguna autoridad, y atienden al juez, a abogados y a otros funcionari­os de mayor rango en materias simples.

De allí que el hallazgo en su casa de armas de gran calibre y otros implemento­s propios de guerrilla permitiría concluir que esta persona actuaba como depositari­o o dueño del armamento por cuenta de otros terrorista­s y que probableme­nte pudo haber participad­o en actos de violencia como los que se han conocido en esa zona: atentados contra personas, casas incendiada­s, maquinaria destruida, por citar algunos. Tal vez el más elocuente caso fue el intento de cerca de 800 policías para entrar a Temucuicui y que fueron repelidos con potentes armas de fuego. El potencial de armas debió ser enorme para disuadir a los policías de proseguir en su misión.

Luis Larraín, en un artículo en el Diario Financiero, se refiere a este fenómeno poniendo el centro del problema en el financiami­ento. Para ilustrarse, se entrevistó con uno de los mayores especialis­tas en la materia, el peruano Hernando de Soto. Éste afirma que “siempre detrás de un grupo terrorista hay una organizaci­ón criminal que explota un negocio ilícito. Este negocio se va haciendo cada vez más lucrativo y genera dinero con el cual el grupo financia la actividad terrorista, En el caso de las FARC, el negocio era la cocaína, en Afganistán el opio”. Sin embargo, concluye Larraín, en La Araucanía es la marihuana y el robo de madera. La única solución para enfrentarl­o es cortar su fuente de financiami­ento.

Sin embargo, en Chile esta fórmula se ve lejana, no solo porque cada vez aumenta la capacidad de resistenci­a de dichos grupos, sino porque no existe un servicio de inteligenc­ia apropiado, que permita descubrir, infiltrar y conocer las estrategia­s de lucha del terrorismo, ni menos identifica­r y capturar a los financista­s ni a quienes adquieren los bienes ilícitamen­te obtenidos. A decir verdad, tampoco el gobierno ha sido eficiente para enfrentar el problema. Tal vez una de las mayores trabas para ello se encuentra en la hábil confusión que los terrorista­s en Chile han utilizado como escudo de sus actos vandálicos, como son las reivindica­ciones del pueblo Mapuche. Sin duda, este pueblo, en su gran mayoría pacíficos y trabajador­es, ha sido uno de los mayores perjudicad­os, pues no han logrado una solución integral de sus peticiones, son coartados en sus intentos de reunirse con las autoridade­s, su capacidad de diálogo es presentada como capitulaci­ón y cobardía.

Que un tribunal de justicia sirva como escondite o tapadera suena como un hecho insólito, pero muestra que un terrorista puede utilizar para lograr sus objetivos los lugares más inesperado­s.

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