UN CAMBIO (¿SOLO?) GENERACIONAL
SEÑOR DIRECTOR
Es indudable que la esperada cirugía ministerial intentó transmitir algo más que un mero ajuste. Se cambiaron los titulares de ocho ministerios, incluyendo Hacienda y a todo el equipo político. Además, se quiso acelerar el ingreso de una nueva generación a la primera línea. Este saludable propósito, que cruza todos los nombramientos, se manifiesta en la designación de un ministro de 30 años (Julio Isamit) y, sobre todo, en la apuesta como jefe de gabinete por quien hasta ayer era la cara joven del mismo (Gonzalo Blumel).
Ahora bien, más allá del talento y la credibilidad de Blumel –el contraste con Andrés Chadwick hoy en día es elocuente–, cabe preguntarse si no convenía añadir más contrapesos a la figura presidencial. En términos simples, ¿quién discrepará abierta y decididamente con Sebastián Piñera cuando sea necesario hacerlo? La crisis actual confirmó que el diseño original de La Moneda flaqueaba por ese lado. Es probable que ahí radique el principal reto de los nuevos secretarios de estado.
Ese desafío entronca con dos tareas pendientes y de largo aliento. La primera consiste en incorporar al centro del poder trayectorias biográficas más diversas y conectadas con el Chile profundo. Salvo Karla Rubilar, acá las expectativas no fueron satisfechas. Y la segunda tarea, tanto o más relevante, es incluir liderazgos dotados de categorías antropológicas, políticas y sociológicas que no se restrinjan al liberalismo viejo y nuevo que predomina en las élites oficialistas. Si bien esa carencia se hizo muy visible durante la última semana, el piñerismo aún no logra dimensionarla a cabalidad.
Claudio Alvarado R.
Director ejecutivo IES