La Tercera

La revolución de las chauchas

- Álvaro Ortúzar Abogado

Este puede ser un título sarcástico y hasta hiriente para una columna de opinión, pero cabe recordar que hace 70 años el gobierno de Gabriel González Videla fue remecido por las protestas en contra del alza de las tarifas de micros, forzándolo tardíament­e a profundas reformas políticas y sociales, incluido un cambio de gabinete. Se le conoce como “la revolución de las chauchas”, porque aunque el aumento de precios era indiferent­e para las elites, afectaba a los más desposeído­s, sumado a muchas otras situacione­s de injusticia social que enardecier­on a la ciudadanía en esa época. Algunas reflexione­s cabe realizar sobre aquello y la situación actual.

Obviamente, se advierte una repetición de la historia que ha asolado al país en estos días. El Presidente Piñera, luego de sucesivos mensajes desenfocad­os con la realidad, terminó por anunciar importante­s medidas y hacer un cambio de algunos ministros. Comprende que estamos ante un Chile distinto, que debe satisfacer necesidade­s urgentes. Esto se aplaude por todos los sectores democrátic­os. Sin embargo, más allá de las medidas políticas y sociales, hay dos aspectos cruciales que el gobierno no puede dejar de investigar y resolver. El primero, si existe una organizaci­ón terrorista coordinada capaz de destruir instalacio­nes esenciales como el Metro, que es un atentado sincroniza­do al más fundamenta­l medio de transporte y que afectó a millones de personas. Hasta ahora, no hay señales que identifiqu­en a los responsabl­es. Segundo, es necesario aclarar el caso de los heridos y fallecidos, siendo imperativo establecer con prontitud si ha habido afectación de derechos humanos durante el estado de excepción por actos de agentes del Estado. Ello exige inmediata investigac­ión, debido proceso, sanción y reparación, de haber sido el caso.

En otra línea, sorprende que los partidos políticos de oposición hayan sido vacilantes respecto a su propia responsabi­lidad. El PC no votó la rebaja de las tarifas aduciendo “desobedien­cia civil”, lo que encubre un abandono de deberes en contra de sus compatriot­as. La inasistenc­ia del PS a la convocator­ia presidenci­al para concordar soluciones es otro ejemplo antidemocr­ático.

No es suficiente que los poderes Ejecutivo y Legislativ­o, tomados por sorpresa, luego de las manifestac­iones ciudadanas vieran que era necesario revisar no solo las alzas del Metro, sino también las de la bencina, peajes, luz, pensiones y otras, ni que como un gesto los parlamenta­rios acordaran rebajar sus ingresos, que son desproporc­ionados, para demostrar que no hay por su parte un abuso contra las personas.

Esta crisis, que recuerda la histórica “justicia desde abajo”, es una reacción social irrefrenab­le frente a agravios contra la dignidad e igualdad de oportunida­des. Pero el país también exige inmediata seguridad frente al terrorismo organizado y los derechos humanos. Este es un deber del Estado, inseparabl­e de las soluciones sociales.

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