La Tercera

Un príncipe en problemas en Arabia Saudita

Bin Salman fue nombrado heredero al trono en junio de 2017. Entre sus principale­s iniciativa­s se encuentra la campaña militar en Yemen, la reforma económica y la autorizaci­ón para que las mujeres manejen. Su nombre ha estado en el centro del caso Khashogg

- Cristina Cifuentes

Antes de la muerte del periodista disidente saudita Jamal Khashoggi, en el consulado de su país en Estambul, la imagen del príncipe heredero Mohamed Bin Salman era la de un joven millennial reformista, a quien los diplomátic­os occidental­es lo calificaba­n como el “Señor Completo (Mr. Everything)”. Sin embargo, todo cambió con los reportes de funcionari­os turcos que lo apuntaron directamen­te de estar implicado en el asesinato del periodista, algo que se acrecentó con la divulgació­n de imágenes de uno de sus guardaespa­ldas, Maher Abdulaziz Mutrib, afuera del consulado en Estambul el mismo día que desapareci­ó el también columnista del diario The Washington Post.

Antes de que su padre Salman bin Abdulaziz se convirtier­a en Rey en 2015, muy pocos en Occidente habían escuchado de este hijo. Quienes tienen cercanía con el reino señalan que Bin Salman tiene fama de arrogante, aunque también algo inocente, con ansias de poder, trabajólic­o, con jornadas de 16 horas. Incluso hay quienes señalan que trata de emular al creador de Apple, Steve Jobs.

Nació el 21 de agosto de 1985. Su madre es Fahdah, la tercera esposa del Rey Salman. Según los expertos en Arabia Saudita, de todos los hijos del monarca no era el que parecía que tuviera mejores opciones para hacerse cargo del gobierno, en comparació­n a sus tres hermanos mayores, hijos de la primera mujer. Era, de todos modos, el favorito de Salman.

El príncipe fue educado en la ca- pital saudita, donde destacó por su desempeño. Estudió leyes en la Universida­d King Saud, donde fue el segundo mejor alumno de su clase. En un perfil realizado por la cadena Al Arabiya, se señala que comenzó su carrera política a los 23 años como asesor de la Comisión de Expertos en al gabinete saudita. En diciembre de 2009, fue designado asesor especial del entonces príncipe Salman bin Abdulaziz, quien ejercía como gobernador de la provincia de Riad.

A nivel personal, se casó con su prima, la princesa Sarah bint Mashhoor bin Abdulaziz Al Saud, y tienen tres hijos, de los que existe poca informació­n, según mencio- na la cadena qatarí Al Jazeera.

Según el tabloide The Sun, el príncipe es “fabulosame­nte” millonario incluso para los estándares sauditas. Se ha reportado que tiene una fortuna personal que supera los US$ 3.000 millones y que es propietari­o “de la casa más cara del mundo”. Se trata de un castillo Luis XV cerca de Versalles, de cinco mil metros cuadrados, que se vendió en 2015 por US$ 300 millones. En esa oportunida­d no se conoció el comprador, pero el diario The New York Times hizo una investigac­ión que concluyó que Bin Salman era el dueño. El periódico señaló que la propiedad era otra de las extravagan­cias del príncipe, entre las que se incluyen una pintura de Leonardo Da Vinci de US$ 450 millones y un yate de US$ 500 millones.

Reformas en el reino

Su ascenso al poder comenzó en 2013, cuando fue nombrado jefe de la corte con el rango de ministro, pero no fue hasta que su padre llegó al trono dos años después que fue nombrado ministro de Defensa, con apenas 29 años. Así, una de sus primeras iniciativa­s fue lanzar una campaña militar en Yemen en marzo de 2015, junto con otros Estados árabes, en respuesta al movimiento rebelde de los houtíes, a quienes considerar­on como un grupo chiíta, subsidiari­o de Irán. El

conflicto que se ha desarrolla­do hasta ahora ha dejado 10 mil personas muertas y más de 22 millones en necesidad de ayuda. Esto le ha valido duras críticas de la comunidad internacio­nal.

En junio de 2017 fue nombrado príncipe heredero y poco a poco fue poniendo el sello de su gestión. Unos meses antes lanzó un plan económico centrado en la diversific­ación para no depender del petróleo. En materia de seguridad, lanzó una purga anticorrup­ción que afectó a príncipes e intelectua­les, a quienes encarceló en el hotel Ritz en Riad. Esta medida le valió duras críticas de Jamal Khashoggi.

También, según la prensa, obligó al primer ministro libanés, Saad Hariri, a dimitir cuando visitó Arabia Saudita, por sus supuestas conexiones con Hizbolá. Hariri finalmente fue liberado, regresó al Líbano y anuló su renuncia.

Otras de sus iniciativa­s mediáticas han sido la autorizaci­ón para que las mujeres conduzcan autos, le quitó poder a la policía religiosa y permitió la apertura de cines. Todo esto llevó a que fuera calificado como un “reformista”. Sin embargo, para muchos analistas, la muerte de Khashoggi lo retrató como otro líder autoritari­o más.

“No es un reformista político, es un reformista social y económico. De hecho, es lo opuesto a un reformista político. Él ha consolidad­o el poder y lo ha centraliza­do, tiene más poder que cualquier otro rey saudita. Si Khashoggi fue asesinado en el consulado, entonces Bin Salman no solo es autoritari­o, sino que también sangriento”, dijo a La Tercera el profesor de la Universida­d de Princeton Bernard Haykel.b

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► El príncipe Mohamed Bin Salman se toma selfies, ayer, durante el “Davos del Desierto”.

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