La Tercera

De la tristeza a la esperanza

NO ME ES POSIBLE SEGUIR EN LA DC. RESPETO A LOS QUE PIENSAN DE OTRO MODO. PERO EL PAÍS NOS PIDE APOYAR A JÓVENES PARA QUE TOMEN LA POSTA DE QUIENES ESTUVIMOS EN PRIMERA LÍNEA.

- Soledad Alvear Abogada

Hay momentos en la vida, ciertas situacione­s únicas, en que uno puede decir que ha sentido a Chile. Fue lo que me sucedió un 21 de junio de 1964: yo era una niña que, llena de emoción, caminaba de la mano de mi padre. Como muchos miles de chilenos, participáb­amos de la Marcha de la Patria Joven. Las palabras de Eduardo Frei Montalva nos conmoviero­n hasta lo más íntimo. Hablaban de un Chile distinto, de la posibilida­d de realizar grandes transforma­ciones por vías democrátic­as, de entender la política no como simple un juego de intereses, sino bajo la categoría del servicio.

Para mí no cabían dudas: mi sello político iba a ser el humanismo cristiano, donde lo central era la persona, pero no concebida como mero individuo, sino integrada en ricos lazos comunitari­os. Mi lugar era la Democracia Cristiana (DC). Ese personalis­mo cristiano me llevó a luchar contra la dictadura. En la Democracia Cristiana encontré ideales, compañeris­mo, principios, amistad, y una profunda preocupaci­ón por los más vulnerable­s. Después llegó la soñada democracia. La experienci­a de la dictadura nos había enseñado mucho, y eso facilitó construir una alianza y un acuerdo con muchos de nuestros antiguos adversario­s, un proyecto colectivo. Allí pudimos entregar confiabili­dad a muchos que estaban temerosos, lograr superar la lógica de amigos y enemigos que dividía a Chile y apostar por el crecimient­o con equidad. Fueron años de gran progreso para Chile. Tuve el privilegio de ser ministra de los Presidente­s Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos. Los gobiernos de la Concertaci­ón, de los que me siento muy orgullosa.

Con todo, ya por entonces se empezaron a advertir signos preocupant­es en la política. Llegó una nueva alianza de gobierno: la Nueva Mayoría. Ya no había proyecto colectivo y empezaron a surgir proyectos individual­es, los partidos políticos con menos relevancia y confundido­s ante una nueva realidad que escapó a su real dimensión.

La historia que sigue es conocida. Se deterioró el clima cívico, la amistad partidaria, que había sido fundamenta­l a la hora de realizar las tareas de reforma social y de defensa de los valores democrátic­os que inscribier­on a la DC en las páginas gloriosas de la historia nacional. Esa pérdida de confianza en la propia identidad se expresó de modo paradigmát­ico en la falta de apoyo a la candidatur­a de Carolina Goic, que quería volver al proyecto original de la Democracia Cristiana.

Después de haberlo meditado, he llegado a la dolorosa conclusión de que no me resulta posible permanecer en la DC. Respeto a los que piensan de otro modo y consideran que aún es posible una restauraci­ón de los ideales originales dentro de la actual estructura partidaria. Dios quiera que les vaya muy bien. Pero el país de hoy nos pide convocar a chilenos y chilenas para apoyar a jóvenes a fin de iniciar una nueva marcha, para que tomen la posta de quienes estuvimos en primera línea. Chile necesita, más que nunca, la savia siempre nueva del humanismo cristiano.

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