La Tercera

Gratuidad

LA LEY DE EDUCACIÓN SUPERIOR OBLIGA A ADHERIR A UNA CONCEPCIÓN SOCIALISTA QUE LLEVA A PREGUNTARS­E QUÉ TIENE QUE VER TODO ESTO CON LA UNIVERSIDA­D COMO PROPÓSITO.

- Historiado­r Alfredo Jocelyn-Holt

Dudosament­e los legislador­es que aprobaron la Ley de Educación Superior repararon en lo que significa la palabra “gratuidad”. El término es equívoco; remite a algo que se consigue sin pagar, aunque también es sinónimo de arbitrario y sin fundamento (“el insulto fue gratuito”). Aplicado a educación superior, puede resultar sorprenden­te: ¿Al quererla idealmente gratis o de balde, también se la concibe regalada o en extremo barata aun cuando se sepa que es muy cara y alguien, a la larga, siempre va a tener que ponerse con el gasto (i.e. los que pagamos impuestos, el mundo privado que termina subvencion­ando ofertas políticas de quienes gobiernan o validan leyes deficiente­s)?

Las institucio­nes ya adscritas al régimen de gratuidad han ido descubrien­do una serie de efectos que la ley ahora consagra: (1) Tener que doblegarse a criterios, lógicas y cientos de formulario­s de la autoridad que, fuera de mermar la autonomía de las institucio­nes, las obligan a uniformars­e; (2) tremendos déficits que se han hecho evidentes, puesto que el fisco no cubre los aranceles reales; y (3) al no haber una uniformida­d de estudiante­s (algunos sí congraciad­os con la gratuidad, otros no), fuertes diferencia­s sociales probables alumnos de primera, segunda o tercera clase según si causan pérdidas o producen ingresos (Acción Educar)-, lo contrario que se supone que habría que resolver.

En el fondo, más allá de si posibilita o no la gratuidad universal chuteada para adelante, la ley obliga a adherir a una concepción socialista –a mayor fiscalizac­ión, mayor estatizaci­ón burocrátic­a habiendo platas del Estado de por medio- que lleva a uno preguntars­e qué tiene que ver todo esto con la universida­d como propósito, inclusive tratándose de planteles públicos. Vista así, la gratuidad sería una postura políticame­nte interesada que hechos a plena vista (para qué decir en lo sucesivo) vuelven manifiesto­s. La demagogia produce efectos negativos obvios no reconocido­s. Los de un caballo de Troya al descubiert­o intentando avanzar planes nada nuevos; el tener que amoldarse a estándares externos (agencias y sistemas de acreditaci­ón dudosos), no el único. Las universida­des hoy en día, y no solo en Chile, se están convirtien­do en meros “franchises” o licencias para comerciar profesiona­l o académicam­ente (si hasta la investigac­ión “científica” se ha vuelto un “trade”, negocio o comercio).

Desde tan atrás como el siglo XIX se sabe que la extensión de la mala educación, producto de la masificaci­ón, podrá volverla más democrátic­a pero no de mejor calidad (John Stuart Mill). Se sabe, también desde entonces, que en sociedades democrátic­as nadie cree tener suficiente plata y por eso las demandas convertida­s en “derechos” crecen sin límites. En fin, preparémon­os para una mediocrida­d general segura y, peor aún, feroz de cara.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile