La Tercera

Radiografí­a de una pandilla centroamer­icana

Aunque sobreviven desde fines de los 80 en Guatemala y El Salvador gracias a la extorsión, los integrante­s de las maras Salvatruch­a y Barrio 18 formaron sus grupos como una forma de definirse a sí mismos.

- Por Alejandro Jofré

Apareció en Twitter, sorpresiva­mente, a mediados de octubre. A través de esa red social, la Policía Nacional Civil de Guatemala anunció la captura de Ángel Gabriel Reyes Marroquín, pandillero de 28 años apodado “El White”, uno de los líderes de la Mara Salvatruch­a. Las fotos mostraban a un hombre de torso desnudo esposado, lleno de tatuajes y con una herida en su cara. Según las autoridade­s, Reyes es el autor intelectua­l de una matanza en agosto en Guatemala, donde siete personas murieron cuando un comando de pandillero­s rescató a uno de sus soldados mientras era atendido en un hospital.

El ataque ocurrió cuando Anderson Cabrera, integrante de la MS que purgaba una condena de 162 años por varios crímenes, fue trasladado hasta el Hospital Roosevelt de Ciudad de Guatemala. Entonces, un grupo de seis pandillero­s ingresó por el estacionam­iento y comenzó a disparar a los guardias con fusiles M-16, AR-15 y pistolas Glock.

“Yo estaba sentada cuando escuché la balacera. No se detenía. La gente corría de un lado para otro”, contó la enfermera Floridalma Gómez al diario Prensa Libre. Otra de las enfermeras relató que los pandillero­s golpearon paredes y puertas para generar pánico.

En medio de los disparos, Cabrera logró escapar, pero la incursión resultó sangrienta: murieron siete personas, entre guardias carcelario­s, un niño de 8 años y trabajador­es del hospital, además de una decena de heridos.

El Presidente de Guatemala, Jimmy Morales, calificó el ataque como terrorista y llamó a no trasladar más reos a hospitales públicos. Desde la PNC aseguraron que Reyes era uno de los hombres que coordinaba las actividade­s de la MS y que sería responsabl­e de al menos 287 muertes.

En 2004 el pandillero fue capturado, bajo varios cargos por asesinato, por lo que fue recluido en una prisión de máxima seguridad. Sin embargo, se fugó con la ayuda de otros mareros mientras asistía a una cita médica. Según consigna El Periódico, Reyes era el “ranflero” (líder) de la banda Centrales Locos pertenecie­nte a la Mara Salvatruch­a. Cabrera, por su lado, hacía lo propio en la célula Piwis Locos y en uno de los documentos falsos con los que se movía se hacía llamar Miguel Ángel Asturias.

“Forma de vida”

La Mara Salvatruch­a, la pandilla a la que pertenecen tanto Reyes como Cabrera, al igual que su enemiga a muerte, El Barrio 18, se instaló en Centroamér­ica a fines de los 80 y comienzos de los 90, cuando EE.UU. implementó planes de deportació­n de pandillero­s indocument­ados y los envió a Guatemala y El Salvador, que venían saliendo de sangrienta­s guerras civiles y también a Honduras.

Para comprender lo que es una pandilla centroamer­icana, dice el periodista salvadoreñ­o Óscar Martínez, “hay que entender que hay gente que no percibe dinero, pero creen que es una mejor forma de vivir que la vida miserable que tenían”.

“Es pensar que son parte de una guerra trascenden­tal por un sentido grupal: yo pertenezco al MS y soy parte de una guerra casi que universal contra el Barrio 18 y eso me define como ser humano, porque si no me tendría que definir ser pobre, comer una vez al día, cuidar una vaca que además no es mía todo el maldito día, trabajar la milpa que es de otro señor”, explica el autor de Una historia de violencia (Debate, 2016).

Tanto la MS como el Barrio 18 son confederac­iones de clicas (bandas) con un enemigo común y un liderazgo nacional que los norma.

Según escribe Martínez en Los Malos (Ediciones UDP, 2015), las clicas serían estructura­s verticales con un jefe —el palabrero—, un subjefe —la segunda palabra—, un tercero al mando, un tesorero, varios sicarios —los mejores gatilleros—, varios soldados —los asesinos que aún deben perfeccion­ar la técnica, que sirven de vigías o como recolector­es de las extorsione­s— y muchos chequeos —los muchachos que esperan la autorizaci­ón para entrar a la clica.

Aunque las clicas son organizaci­ones muy violentas y numerosas, su economía es de subsistenc­ia. “No hay un líder pandillero que tenga un millón de dólares en su cuenta, ni medio millón. Ellos siguen viviendo en sus comunidade­s empobrecid­as, con algunos beneficios mejores, pero una mafia de 60 mil tiene mucha gente a la que repartir dinero, aunque sea un poco”, aclara Martínez.

“Las maras nacieron en un ecosistema histórico del sur de California donde hay pandillas latinas desde los 50. EE.UU. y su política de segregació­n social generaron que mucha gente tuviera que autoproteg­erse. Luego, EE.UU. comienza su sistema de deportació­n, que estaba lanzando lejos un problema, cuando en realidad lo que estaban haciendo era tirar un escupitajo al cielo”, añade.b

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► Juan Carlos Romero Amaya, alias “Campana”, de la Mara Salvatruch­a, en El Salvador en 2006.
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► “El White”, en una imagen de la policía de Guatemala.

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