Radiografía de una pandilla centroamericana
Aunque sobreviven desde fines de los 80 en Guatemala y El Salvador gracias a la extorsión, los integrantes de las maras Salvatrucha y Barrio 18 formaron sus grupos como una forma de definirse a sí mismos.
Apareció en Twitter, sorpresivamente, a mediados de octubre. A través de esa red social, la Policía Nacional Civil de Guatemala anunció la captura de Ángel Gabriel Reyes Marroquín, pandillero de 28 años apodado “El White”, uno de los líderes de la Mara Salvatrucha. Las fotos mostraban a un hombre de torso desnudo esposado, lleno de tatuajes y con una herida en su cara. Según las autoridades, Reyes es el autor intelectual de una matanza en agosto en Guatemala, donde siete personas murieron cuando un comando de pandilleros rescató a uno de sus soldados mientras era atendido en un hospital.
El ataque ocurrió cuando Anderson Cabrera, integrante de la MS que purgaba una condena de 162 años por varios crímenes, fue trasladado hasta el Hospital Roosevelt de Ciudad de Guatemala. Entonces, un grupo de seis pandilleros ingresó por el estacionamiento y comenzó a disparar a los guardias con fusiles M-16, AR-15 y pistolas Glock.
“Yo estaba sentada cuando escuché la balacera. No se detenía. La gente corría de un lado para otro”, contó la enfermera Floridalma Gómez al diario Prensa Libre. Otra de las enfermeras relató que los pandilleros golpearon paredes y puertas para generar pánico.
En medio de los disparos, Cabrera logró escapar, pero la incursión resultó sangrienta: murieron siete personas, entre guardias carcelarios, un niño de 8 años y trabajadores del hospital, además de una decena de heridos.
El Presidente de Guatemala, Jimmy Morales, calificó el ataque como terrorista y llamó a no trasladar más reos a hospitales públicos. Desde la PNC aseguraron que Reyes era uno de los hombres que coordinaba las actividades de la MS y que sería responsable de al menos 287 muertes.
En 2004 el pandillero fue capturado, bajo varios cargos por asesinato, por lo que fue recluido en una prisión de máxima seguridad. Sin embargo, se fugó con la ayuda de otros mareros mientras asistía a una cita médica. Según consigna El Periódico, Reyes era el “ranflero” (líder) de la banda Centrales Locos perteneciente a la Mara Salvatrucha. Cabrera, por su lado, hacía lo propio en la célula Piwis Locos y en uno de los documentos falsos con los que se movía se hacía llamar Miguel Ángel Asturias.
“Forma de vida”
La Mara Salvatrucha, la pandilla a la que pertenecen tanto Reyes como Cabrera, al igual que su enemiga a muerte, El Barrio 18, se instaló en Centroamérica a fines de los 80 y comienzos de los 90, cuando EE.UU. implementó planes de deportación de pandilleros indocumentados y los envió a Guatemala y El Salvador, que venían saliendo de sangrientas guerras civiles y también a Honduras.
Para comprender lo que es una pandilla centroamericana, dice el periodista salvadoreño Óscar Martínez, “hay que entender que hay gente que no percibe dinero, pero creen que es una mejor forma de vivir que la vida miserable que tenían”.
“Es pensar que son parte de una guerra trascendental por un sentido grupal: yo pertenezco al MS y soy parte de una guerra casi que universal contra el Barrio 18 y eso me define como ser humano, porque si no me tendría que definir ser pobre, comer una vez al día, cuidar una vaca que además no es mía todo el maldito día, trabajar la milpa que es de otro señor”, explica el autor de Una historia de violencia (Debate, 2016).
Tanto la MS como el Barrio 18 son confederaciones de clicas (bandas) con un enemigo común y un liderazgo nacional que los norma.
Según escribe Martínez en Los Malos (Ediciones UDP, 2015), las clicas serían estructuras verticales con un jefe —el palabrero—, un subjefe —la segunda palabra—, un tercero al mando, un tesorero, varios sicarios —los mejores gatilleros—, varios soldados —los asesinos que aún deben perfeccionar la técnica, que sirven de vigías o como recolectores de las extorsiones— y muchos chequeos —los muchachos que esperan la autorización para entrar a la clica.
Aunque las clicas son organizaciones muy violentas y numerosas, su economía es de subsistencia. “No hay un líder pandillero que tenga un millón de dólares en su cuenta, ni medio millón. Ellos siguen viviendo en sus comunidades empobrecidas, con algunos beneficios mejores, pero una mafia de 60 mil tiene mucha gente a la que repartir dinero, aunque sea un poco”, aclara Martínez.
“Las maras nacieron en un ecosistema histórico del sur de California donde hay pandillas latinas desde los 50. EE.UU. y su política de segregación social generaron que mucha gente tuviera que autoprotegerse. Luego, EE.UU. comienza su sistema de deportación, que estaba lanzando lejos un problema, cuando en realidad lo que estaban haciendo era tirar un escupitajo al cielo”, añade.b