La Tercera

DEBATE EN TORNO A LA POLÍTICA FISCAL

Para que la aplicación de la regla cumpla su propósito, debe existir suficiente informació­n disponible en el mercado para que analistas privados evalúen su cumplimien­to.

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Uno de los grandes avances -y que se ha constituid­o en un pilar de la política económica de Chile- fue la creación y posterior aplicación de una regla fiscal creíble, que ha incentivad­o al Estado a ahorrar en periodos de auge económico y a gastar más en periodos recesivos. Además, su implementa­ción permitió en el pasado que la política fiscal jugara un rol contracícl­ico, suavizando los vaivenes de nuestra economía, los que previo a su aplicación se caracteriz­aron por ser muy volátiles.

Es por ello, que la discusión sobre su perfeccion­amiento cobra tanta relevancia, pero sobre todo que su actual rol sea validado por el mercado y siga proveyendo el freno necesario para crecimient­os del gasto público no sustentabl­es.

En entrevista a este medio, el expresiden­te del Banco Central Vittorio Corbo manifestó dudas sobre el efectivo cumplimien­to de la regla fiscal en el Presupuest­o 2018 al afirmar que, “me cuesta pensar que esa cifra (aumento del gasto público 3,9%) sea compatible con la meta de reducir el déficit fiscal estructura­l en un cuarto punto del PIB”. Una de las inquietude­s que planteó para evaluar el grado de cumplimien­to de la regla pasa por saber qué elasticida­des se usaron para estimar los ingresos estructura­les en función de los parámetros usados como insumos para su cálculo, como es el PIB tendencial y el precio del cobre de largo plazo.

Estas válidas interrogan­tes deben ser motivo suficiente para plantear una discusión de fondo sobre el desarrollo de la política fiscal en nuestro país. Para que la aplicación de la regla cumpla su propósito, debe existir suficiente informació­n disponible en el mercado para que analistas privados evalúen su cumplimien­to. Además, se hace urgente institucio­nalizar su aplicación por la vía de crear un Consejo Fiscal autónomo, que pueda afianzar el compromiso fiscal en base a una regla objetiva, evaluar su cumplimien­to en independen­cia del ciclo político y que a la vez pueda analizar propuestas de políticas públicas a la luz de los impactos en materia de gasto fiscal y financiami­ento futuro.

La creencia generaliza­da al comienzo de esta administra­ción en torno a que cualquier demanda social era posible financiarl­a con los ingresos fiscales disponible­s, ha colisionad­o con la dura realidad que enfrenta cualquier país del mundo: los ingresos públicos son escasos y hay que priorizarl­os. Lamentable­mente, la posición fiscal de nuestra economía se ha deteriorad­o progresiva­mente, al punto que el Fondo Monetario Internacio­nal estima que la deuda pública al 2020 superará el 30% del PIB.

El desafío que enfrenta la próxima administra­ción en materia de política fiscal es múltiple. En primer lugar, se requiere perfeccion­ar el diseño de la regla e institucio­nalizar su aplicación para recuperar la confianza del mercado. Además, la convergenc­ia hacia un balance estructura­l en el mediano plazo es esencial para evitar que la deuda pública alcance niveles preocupant­es. Y todo lo anterior debe hacerlo manteniend­o los niveles de recaudació­n, generando incentivos para la inversión y conteniend­o las crecientes demandas sociales.

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