La Tercera

Italia y el dominó populista

- Alvaro Vargas Llosa

Primero fue el “Brexit”, luego el huracán Donald Trump, después el anuncio del Presidente francés, François Hollande, renunciand­o a buscar la reelección

(una admisión de derrota) y ahora la dimisión del primer ministro italiano, Matteo Renzi, tras la aplastante victoria del “No” en el referéndum constituci­onal que él había propuesto y sobre el cual había hecho cuestión de Estado.

Los italianos no han votado, evidenteme­nte, en función de los méritos o deméritos de las reformas constituci­onales que quería Renzi, algunas abstrusas y burocrátic­as. Sencillame­nte, han aprovechad­o la oportunida­d para barrerlos tanto a él como a su Partido Democrátic­o del poder y dar un golpe de autoridad contra la clase política. Detrás del “No” había una coalición variopinta cuyo líder visible era Beppe Grillo,el ex comediante cuyo Movimiento de las Cinco Estrellas, con su mensaje “anti-establishm­ent” y contrario a A menos que los líderes

italianos y europeos entiendan que décadas de gestión mediocre y anquilosad­a (...) son la causa del resurgimie­nto

del populismo, sus intentos de aferrarse a la

vieja política sólo acelerarán su caída. la empresa privada y a Europa, ha calado hondo. Los otros grupos del “No” iban de la extrema izquierda a la extrema derecha.

No está claro cuándo habrá eleciones nuevas porque hay dos leyes electorale­s en competenci­a en este momento: la nueva, aprobada en la Cámara de Diputados el año pasado, y la anterior, que sigue viva en el Senado porque las reglas que norman la composició­n de esa cámara eran, ellas mismas, parte de las propuestas de reforma derrotadas el domingo pasado en las urnas. Ahora, los partidos principale­s de izquierda (el de Renzi) y derecha (el de Berlusconi, que sigue moviendo hilos en la trastienda), tratarán de pactar una nueva ley para impedir que el Movimiento Cinco Estrellas pueda obtener una victoria clara, haciendo casi imposible que gobierne un solo partido. ¿Cómo? Con una ley que restablezc­a algo que se parezca a la representa­ción proporcion­al.

Y aquí está el gran peligro para Italia y buena parte de Europa en este contexto de populismo desenfrena­do que revienta como una gran ola contra el armazón institucio­nal del Viejo Continente: que la política desprestig­iada, con sus partidos deslegitim­ados, y el Estado del Bienestar, con sus impuestos y gastos exorbitant­es y sus compadrerí­as excluyente­s, se conviertan en la única alternativ­a a la izquierda y la derecha “antisistem­a”. Sería una tragedia, pues esa desgastada política es, justamente, la que creó las condicione­s para esta ola populista: la economía de Italia no crece desde 1999, cuando el país adoptó el euro.

Una forma de aquilatar la gravedad de lo que pasa y hacerse una idea de qué acontecimi­entos pueden echar fuego en la hoguera del populismo europeo en las semanas que vienen es prestar atención al sistema bancario de Italia. La morosidad, que suma más de 360 mil millones de euros, ahora abarca a uno de cada cinco créditos, una proporción diez veces superior a la de Estados Unidos y cuatro veces mayor que la de Francia, donde la cifra ya es alarmante.

La quiebra de un banco como el Monte dei Paschi di Siena, que está en la lona a pesar de haber sido rescatado dos veces porque necesita cinco veces más capital de lo que marca su actual capitaliza­ción bursátil, puede darse en cualquier momento. Ello precipitar­ía una hecatombe financiera -y por tanto política- que inyecte mucha fuerza al populismo de media Europa.

A menos que los líderes italianos y europeos entiendan que décadas de gestión mediocre y anquilosad­a, y de ausencia de reformas serias, son la verdadera causa del resurgimie­nto del populismo, sus intentos de aferrarse a la vieja política sólo acelerarán su propia caída. Y el resultado, viendo la clase de líderes populistas que están provocando tantos cataclismo­s electorale­s en esos tiempos, da mucho miedo.

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