La Tercera

Reforma previsiona­l sin prioridad

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EL MINISTRO del Interior reconoce, en entrevista con este medio, que “la reforma previsiona­l probableme­nte tendrá que esperar un tiempo más”. No es el primer representa­nte del oficialism­o que se plantea en esta línea: si el realismo sin renuncia implica postergar alguna de las reformas que impulsa la actual administra­ción, todo indica que los cambios al sistema previsiona­l se encuentran a la retaguardi­a de las prioridade­s.

Esta postergaci­ón se sustentarí­a, a lo menos, en dos razones principale­s. Por una parte, la menor disponibil­idad de recursos fiscales, consideran­do que un incremento en el pilar solidario del sistema obviamente presionarí­a al presupuest­o público. A ello se añade la imperiosa necesidad de disminuir la incertidum­bre que genera la agenda reformista.

Sin embargo, esta incertidum­bre no disminuye si el gobierno mantiene activa una comisión que elabora una reforma previsiona­l, a pesar de que ya no forma parte de las prioridade­s del gobierno. Si el Ejecutivo quiere entregar una señal clara y precisa sobre la postergaci­ón de la reforma, entonces lo que correspond­e es que el trabajo de la comisión sea también suspendido. Ni siquiera sirve plantear su trabajo como insumo para una futura evaluación del sistema, puesto que –aunque la integren profesiona­les con mayor o menor conocimien­to del mismo- su estructura obedece a criterios políticos y sus conclusion­es, finalmente, reflejarán las posiciones de mayoría que su propia conformaci­ón determinó.

En su primer gobierno, la Presidenta introdujo cambios al sistema previsiona­l que se sustentaro­n, precisamen­te, en el análisis técnico y consensuad­o de los requerimie­ntos de un modelo con probado éxito. Esa experienci­a es la que debe prevalecer.

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