36 años de una obra colectiva
La fecha de hoy, 10 de octubre, ha pasado a formar parte, y en un lugar muy destacado, del calendario cívico nacional. Y está muy bien que así sea, pues ese día se inició un proceso que hoy, 36 años después, sigue requiriendo la activa y perseverante labor constructora y protectora de quienes consideramos que, a pesar de sus muchas imperfecciones y limitaciones, la democracia es el mejor de todos los sistemas de organización política experimentados hasta ahora por la humanidad.
Ha habido en todo este tiempo más de una circunstancia, tan difícil, que pudo hacernos retroceder a tiempos anteriores, cuando era en los cuarteles y a través de las armas que se dirimían las disputas por el poder político. Conviene rememorar los malos tiempos afrontados y vencidos, pues cada uno de ellos sirvió para reafirmar la confianza en nosotros mismos. A todos nos corresponde parte del mérito, pues la construcción democrática es una obra que sólo es posible con la participación de toda la sociedad, con mucha frecuencia, incluso a pesar de sus líderes políticos y de sus organizaciones.
La jornada de hoy es un buen motivo para reflexionar sobre los aciertos y desaciertos que, al combinarse continuamente, han dado como resultado el país que hoy tenemos. Y al hacerlo, se puede afirmar que el balance es positivo.
No se puede ni se debe perder de vista, sin embargo, que son todavía muchos los peligros que se ciernen sobre la democracia, más aún si entendemos que ésta no se limita al cumplimiento ritual de algunas prácticas periódicas, como las elecciones generales, sino que consiste principalmente en la plena vigencia de unas reglas de juego que posibilitan la alternancia en el poder, que cierran las puertas al ejercicio abusivo de éste mediante un sistema equilibrado de pesos y contrapesos y garantizan la plena vigencia del pluralismo político, la libertad de expresión sin cortapisas impuestas por el poder político, así como la vigencia irrestricta de todas las cualidades propias de un Estado de derecho.
Ahora, cuando empiezan a darse los primeros pasos de un nuevo proceso electoral, resulta oportuno recordar que nunca fue fácil mantener viva la democracia, pues entre nuestros gobernantes y los aspirantes a desplazarlos siempre fue muy grande la tentación de pasar por encima de los límites impuestos por un Estado de derecho. Y los tiempos actuales y los que están por venir no son ni serán una excepción, por lo que corresponde renovar el compromiso y la visión que inspiraron a quienes hace 36 años inauguraron una época de la historia nacional.