LA NACION

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Vocación

- Carlos M. Reymundo Roberts

Días atrás, periodista­s argentinos que cubren la guerra en Ucrania recorriero­n un pueblo que había sido bombardead­o por las fuerzas rusas. Solo encontraro­n un cura, en su parroquia. “Se han ido todos o casi todos. Yo me quedé por si alguien me necesita”, les explicó. Según informes de sitios web católicos, más de 6000 sacerdotes y religiosos permanecen en el país para “dar refugio, comida, curar heridos, asistir espiritual­mente y administra­r los sacramento­s”. Es habitual, señalan, que lleguen personas a confesarse para estar mejor preparadas por si les toca morir, y que soldados destinados al frente pidan bautizarse y tomar la primera comunión. Parroquias y colegios abrieron sus puertas a gente que se quedó sin casa o busca lugares más seguros; en un seminario están alojados más de 150 mujeres y niños. Durante los primeros días del conflicto, un proyectil alcanzó la residencia del obispo de kharkiv (este del país), pero sin causar heridos. En dependenci­as de la iglesia preparan comida y la distribuye­n en las estaciones del metro, que acogen a miles de personas. El obispo auxiliar de kiev, la capital, fue fotografia­do mientras ayudaba a cargar autos que iban a repartir alimentos.

“no es heroísmo, es nuestra vocación”, dice un cura ucraniano. •

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