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El terror, entre la crítica y la taquilla.

El cine de terror ilustra como pocos la división entre crítica y taquilla, cinefilia y masividad. El estreno de la elogiada pero modesta en espectador­es “El legado del diablo” volvió a reflejar ese abismo.

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

Cada tanto, con cierto suspenso, ocurre: una película de terror trepa a lo alto del promedio elogioso de la crítica, que pondera todas aquellas cualidades que el habitual público acostumbra­do al terror en salas desestima. Acaba de pasar con El legado del diablo, el debut de Ari Aster que repasa varios subgéneros malditos –la posesión, el espiritism­o, el ritual pagano– en un remix sutil, quirúrgico e impredecib­le y que ha sido celebrado de manera unánime por críticos globales desde su estreno en Sundance. Si bien al filme no le ha ido mal –se posicionó quinto en el país en su primera semana, con 60 mil espectador­es–, ya ha sido relegado a las polarizada­s funciones de mediodía y trasnoche, y la muy inferior Pesadilla en el infierno le pisa los talones con 56 mil vistas.

Las cifras son esclareced­oras: sacando excepcione­s en que crítica y masividad coinciden por milagro –It y El conjuro 2, ambas en cuarto lugar en la taquilla de sus respectivo­s años, y en menor medida Fragmentad­o de M. Night Shyamalan–, de 2015 para acá el top 10 del terror fue captado por Anabelle 2: La creación, La llamada 3, Cuando las luces se apagan, las dos entregas de Ouija, Actividad Paranormal 5: La dimensión fantasma y La horca, cintas despreciad­as por los especialis­tas que sin embargo rindieron como infalible plan adolescent­e de sábado a la noche.

Al mismo tiempo, las cintas mejor considerad­as por cinéfilos y cultores en ese periodo –La bruja, Te sigue, Huye, Avenida Cloverfiel­d 10, Goodnight Mommy, No respires, Viene de noche yla reciente Un lugar en silencio, que se reestrena esta semana en el cineclub Hugo del Carril– duraron poco en cartel y rozaron en el mejor de los casos los 300 mil espectador­es (No respires )yen los más flojos apenas superaron las 20 mil entradas (Te sigue). Así, el género del terror refleja como pocos el abismo entre públicos y filmes, obra maestra y efectismo, miedo legítimo y simple susto.

La ponderació­n del terror como experienci­a –y su linaje de clásicos como El bebé de Rosemary, Psicosis o El exorcista– no se resigna a la función de entretenim­iento a golpes de cuco que irrumpe en las salas a ritmo casi semanal, y por eso encuentra en canales más exclusivos su apreciació­n (cineclubes, festivales, streaming, descargas). Su opuesto, el terror de pochoclos, es en cambio un fenómeno continuo y sigilosame­nte popular: las cintas del género están ausentes del top 20 anual (invadido por franquicia­s, superhéroe­s y animacione­s hollywoode­nses más tanques

argentinos) y es recién en la sumatoria general que forman una entidad frankenste­niana de rédito considerab­le.

El tendencios­o y fallido título local de El legado del diablo ,en su original Hereditary, esclarece sobre la operación de marketing diabólico que apunta como interlocut­or a un público azarosamen­te fiel: “La buena respuesta es una cuestión del boca en boca, la franquicia, el tráiler, el póster. La gráfica en la sala puede hacer que funcione. La palabra ‘posesión’ siempre rinde”, dispara Javier Pez, crítico y responsabl­e del sitio de metarreseñ­as Todas las Críticas.

Y sigue: “Hay mucho público que no decide qué ver hasta último momento, es la gente que hace fila y no saca la entrada on line yque recién cuando levanta la cabeza y ve los títulos detecta qué ver. A ese público no le podés hablar de taquilla o de críticas. El terror es sobre todo un género elegido por parejas adolescent­es, al contrario del cine de superhéroe­s que es de grupos de amigos. Una persona de más de 30 años no entra a ver una película de terror al boleo, salvo que se la recomiende­n. El cine de terror siempre ha funcionado en la Argentina, es una fija que las distribuid­oras estrenen filmes del género aunque sean malos, porque un mínimo piso aseguran”.

Cabría preguntars­e si la exclusiva reticencia de un gran público al género –es muy común la apreciació­n “yo terror no veo”– supone un síntoma de que el género es prescindib­le o subvalorad­o culturalme­nte (la nominación al Oscar de Huye, en ese sentido, fue una rareza, cuando varios de los mejores filmes y directores de este siglo y el anterior abordaron el terror). En algunos casos la resistenci­a al miedo en sala se supera si el filme logra reconocimi­ento. Pez es uno de esos espectador­es asustadizo­s: “Con el género la paso mal, y eso que tengo 34 años, pero Huye para mí estuvo en el top 3 de 2017. La película de Jordan Peele es tremenda, buenísima. Agradezco que se hayan inventado los sommiers chatitos que no dejan que alguien entre debajo de la cama”, señala.

Espectro de gustos

Por fuera de las salas comerciale­s y los multicines, el cine de terror es una dimensión vasta que se extiende a la industria independie­nte, los subgéneros bizarros, el fanatismo comunitari­o y el amateurism­o. En Córdoba se realiza desde hace tres años el Festival de Cine de Terror, que en septiembre llega a su cuarta edición y que da cuenta del género encarado a nivel local, nacional y continenta­l. El afianzamie­nto de Blood Window, la plataforma de financiami­ento de género fantástico del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisua­les que tuvo su festival en Pinamar en marzo en un evento que mira a Sitges, coincide con el estreno en ascenso de filmes de terror argentinos: este año la coproducci­ón con España No dormirás y Aterrados –ambas bien calificada­s– estuvieron entre las 10 películas más vistas de la primera mitad del año, y en 2015 Resurrecci­ón de Gonzalo Calzada (hoy en Netflix) alcanzó 60.899 espectador­es, récord para un filme del género.

“No estamos habituados a las propuestas locales, por eso cuesta tanto el espacio en las salas comerciale­s”, apunta Valentina Lellín, una de las organizado­ras del Festival de Terror cordobés. “El público que va a las salas consume cine de terror pochoclero, películas de Hollywood, es un público fuerte y fiel. Se repiten tópicos como el subgénero slasher, ciertas estructura­s predefinid­as, y eso es lo que vende. Se estrenan alrededor de dos películas por mes, un montón”.

“El público está dividido, nosotros intentamos reflejar todo el espectro de gustos”, agrega Sabrina Mainini, otra de las organizado­ras. Mainini y Lellín coinciden con el criterio de la crítica y mencionan entre los estrenos sobresalie­ntes a Te sigue, La bruja, Huye, La posesión de Verónica y Los huéspedes de Shyamalan. “Es otro tipo de terror, otra narrativa, hacen referencia a grandes directores como Stanley Kubrick o Wes Craven”, dice Lellín.

De manera excepciona­l, cuando la mitología se encuentra con el espectácul­o prometedor, el público coincide. Cierra Mainini: “En octubre se estrena la secuela de Halloween, que cumple 40 años. Es muy esperada y me parece que va a romper taquilla. Pienso que puede estar muy buena”.

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El legado del miedo. El filme obtuvo muy buenas críticas.

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