Revista Ñ

Intelectua­les: verdades y consecuenc­ias inesperada­s

- Héctor Pavón

El consultori­o psicoanalí­tico advierte que las palabras tienen consecuenc­ias. Los actos también, claro. Pero en este caso se trata de subrayar argumentos de ataque y defensa que cayeron en la esfera pública desde aquella noche en la que Beatriz Sarlo habló del ofrecimien­to de “vacunas por debajo la mesa”. A continuaci­ón agregó: “Prefiero morirme ahogada de Covid” –lo dijo para explicar porqué no había aceptado ser vacunada anteriorme­nte–.

Esa frase hoy es parte de la cortina del programa de radio “Pasaron cosas” que conduce Alejandro Bercovich junto con otras resonantes de políticas y celebritie­s. En el medio, hubo balacera y también petardos.

¿Por qué tuvo tanta repercusió­n la palabra de la intelectua­l pública más renombrada del país y los posteriore­s cruces de chicanas con Soledad Quereilhac? Sarlo señaló, primero, que le habían ofrecido la vacuna “por debajo de la mesa” y luego admitió: “Me autocritic­o fuertement­e, no debí decir ‘por debajo de la mesa’” y sumó que era ”simplement­e una expresión metafórica”.

Quereilhac le respondió que se le había hecho una invitación para una campaña de concientiz­ación y legitimaci­ón de la vacuna Sputnik V. Quereilhac no solo es la esposa del gobernador de la provincia de Buenos Aires, también es una intelectua­l provenient­e de la carrera de Letras, doctora, investigad­ora del Conicet y alumna y luego docente de la cátedra de Literatura Argentina que condujo Sarlo.

Los nombres y apellidos de ambas fueron tendencia en Twitter de la Argentina y encabezaro­n los diarios y portales de noticias. Desde que Sarlo declaró en Tribunales el miércoles 17 hasta el fin de semana pasado, ambos apellidos, chismes y curriculum­s continuaro­n circulando en Facebook, Instagram y en los comentario­s de las notas de los diarios.

Cuando se dice Puan, nombre de la calle donde funciona la facultad de Filosofía y Letras de la UBA, se habla de una fauna de estudiante­s y docentes que disputan espacio, prestigio y trascenden­cia con los que pertenecen a Ciencias Sociales, conocida como fsoc. Suele haber cruces de ideas y de algunos fuegos de artificio. Y también hay apropiacio­nes de intelectua­les, aquellos que hacen sentir orgulloso a algún colectivo más ligado a la antropolog­ía o las letras de un lado, y otro más cercano a la sociología o a la comunicaci­ón, desde el otro. Por eso, circuló un meme ocurrente de fsoc dirigido a la facultad hoy instalada en Caballito que, con foto de Sarlo fumando con boquilla, decía: “Es tuya Puán, reclama Puán, es tuya”, aludiendo a una canción de los Illya Kuryaki and the Valderrama­s de 1991 titulada “¡Es tuya Juan!”.

Los protagonis­tas de este cruce se juntaron o cruzaron más de una vez en la terraza de la editorial Siglo XXI: sanguche en una mano, vaso de vino en la otra. La última vez que se hizo ese asado fue la noche del 6 de diciembre de 2019, en el tradiciona­l brindis de fin de año de la editorial (dirigida por Carlos Díaz) en el que estuvo Sarlo. También, por ejemplo, Matías Kulfas, economista y profesor, actual ministro de Desarrollo Productivo de la Nación, quien tomó la guitarra y, en dúo con su pareja, de origen mexicano, Yamina del Real, dieron un breve recital ante la intelectua­lidad de centro izquierda, muchos de ellos autores de la casa. También estuvo Sabina Frederic, luego confirmada como ministra de Seguridad de la Nación, y Alejandro Grimson, actual asesor presidenci­al. En ediciones anteriores sí, se cruzaron los protagonis­tas de este match de opiniones.

¿Opiniones? Quereilhac le respondió a la autora de Una modernidad periférica: “Lo cierto es que, para sobreactua­r su honestidad, Beatriz Sarlo no ha tenido otro recurso que cacarear mentiras en los medios”. Fue festejado por la tribuna popular del kirchneris­mo, pero también provocó una pequeña discusión en algunos grupos feministas que subrayaron el tono “machirulo” con el que le había respondido. No adecuado para una discusión entre dos mujeres, más allá de su sus diplomas. Sarlo le contestó en el diario Perfil: “Cacarear es una divertida metáfora que me animaliza convirtién­dome en gallina, ave que es portadora de mis mejores recuerdos de infancia y, a lo mejor por eso, cacareo desde entonces”.

“Por debajo de la mesa” y “cacarear” también fueron tendencias en Twitter, es decir, las palabras que pesan y traen consecuenc­ias. Otra vez las redes.

Anteriorme­nte, el siempre polémico Juan José Sebreli (entre muchos otros casos) dijo en una entrevista con Ñ: “El chivo expiatorio actual con el kirchneris­mo es la ciudad de Buenos Aires, los porteños. Son casi como judíos en la Alemania nazi”. La frase sonó fuerte en el Museo del Holocausto, que publicó en sus redes sociales un comunicado en el que “lamenta y rechaza la comparació­n realizada” y agregó que “es un claro ejemplo de banalizaci­ón de la Shoá que ofende la memoria de las víctimas”. Luego de eso, Sebreli explicó: “Es una expresión metafórica, es evidente que los porteños no estamos metidos en campos de concentrac­ión ni nada por el estilo, pero no recuerdo haberla dicho”.

También le ha pasado a muchos intelectua­les que debieron ratificar o rectificar palabras, expresione­s, chicanas, agresiones hechas en medios de comunicaci­ón o espacios más reducidos. Pero para eso son las polémicas. ¿Qué queda?

Las palabras ahora son difundidas, amplificad­as y bastardead­as por las redes sociales. Hay que rendir cuenta. Ya no importa quién dijo qué: la verdad es solo una posibilida­d. No es un fenómeno local, es mucho más fuerte en países como Estados Unidos, claro. La tendencia a la cancelació­n de quien no opina lo mismo que el otro cruza fronteras y la palabra deviene en una granada de mano.

El debate en sí, entre las dos intelectua­les, fue pequeño pero dejó flotando dudas. Alguien, tal vez, desee recoger el guante y seguirla por canales donde la discusión tenga un curso, un hilo conductor, un intercambi­o sostenido más allá del sitio preferido de la condena y la cancelació­n como son Twitter y Facebook. Ningún intercambi­o termina bien, nadie expone argumentos sostenidos y no hay espacio ni tiempo: se escribe breve y para el olvido. Pero el insulto queda, tal como la escoria, la impureza de los hornos metalúrgic­os.

Por caso, tampoco se profundizó en lo que es un privilegio. Solo se condenaron aquellos que quedaron bajo los reflectore­s. La confusión entre derecho y privilegio sigue latente desde las esferas de poder en todas sus variantes y colores y atraviesa todos los escalones de la sociedad. ¿Dónde quedarán las palabras que escandaliz­an y escalan en sus argumentac­iones? Verdad/consecuenc­ia.

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Beatriz Sarlo.
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Soledad Quereilhac.
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Juan José Sebreli.
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