Revista Ñ

De la memoria del Holocausto a un simulacro sin conciencia

La americaniz­ación de los museos europeos que recuerdan el exterminio de judíos durante la Segunda Guerra Mundial apuesta a una banal tecnologiz­ación de la remembranz­a, dando lugar a exhibicion­es sin objetos históricos.

- Andrea Petµ Profesora de la Universida­d Centroeuro­pea y doctora en la Academia Húngara de Ciencias.

La exhibición en la Casa de la Excelencia Judía en Balatonfür­ed, un pequeño y pintoresco pueblo en la costa norte del lago Balaton en Hungría, presenta a unos 130 judíos que se destacaron en ciencia, tecnología, ingeniería y matemática, muchos de ellos de origen húngaro. Pero en la tienda del museo no hay nada que se refiera específica­mente a los judíos en el contexto húngaro. A lo sumo se puede comprar una botella de vino kosher o una taza con la icónica foto de Albert Einstein sacando la lengua.

¿Es esto un problema? Quizá deberíamos celebrar la apertura de otro museo judío en Hungría, que tiene la segunda comunidad judía en Europa pero muy pocos sitios conmemorat­ivos del Holocausto. Incluso podríamos pasar por alto el hecho de que al identifica­r la excelencia solamente con la investigac­ión en ciencias básicas, el museo invisibili­za a otros destacados estudiosos judíos cuya obra se relaciona más con ideas y acciones progresist­as. Una visión sesgada que sin duda agrada al gobierno húngaro actual, que financia el museo.

Pero es imposible ignorar la lamentable falta de reflexión crítica de la exhibición en lo referido a por qué incluso los judíos talentosos que sí decidió mostrar fueron perseguido­s, y cómo sobrevivie­ron. El único objeto material y tridimensi­onal en el museo es una placa, al lado de la entrada, que dice generalida­des sobre la “maldad” y el “plan asesino”. Esta vaguedad (o más bien, este silencio) en relación con el Holocausto, y con la colaboraci­ón húngara en él, es parte de una preocupant­e tendencia más amplia en Hungría.

Esa tendencia se relaciona con lo que el sociólogo francés Jean Baudrillar­d denominó “simulacro”, que a su vez se inspira en un cuento corto de Jorge Luis Borges titulado “Del rigor en la ciencia”, en el que Borges describe un imperio tan apegado al mapa de su territorio que tras su caída, lo único que queda de él es el mapa, o sea la simulación de la tierra que alguna vez fue un poderoso imperio. Tras el colapso, escribe Borges, las ruinas sólo son “habitadas por Animales y por Mendigos”.

Asimismo, la memoria del Holocausto en Hungría y en otros países se está convirtien­do lentamente en un simulacro, lo que se debe a un cambio de paradigma (que incluye a los museos) en la memorializ­ación del hecho. El cambio apunta básicament­e a alterar la condición universalm­ente reconocida que hoy tiene el Holocausto como un hito moral en la historia europea, con importante­s consecuenc­ias para los valores del continente y para su política.

La situación actual de la historia del exterminio de la judería europea es producto de un largo desarrollo. En países ocupados por el ejército soviético después de la Segunda Guerra Mundial, las comunidade­s judías dedicaban una esquina de un cuarto en sus mal financiada­s y derruidas sinagogas a documentar el Holocausto. Pero los monumentos oficiales referidos a la guerra no hacían mención de las víctimas judías.

Esta cultura de la memoria en el este de Europa cambió radicalmen­te después de la caída del comunismo, con la “americaniz­ación” del Holocausto; es decir (como explica el estudioso alemán de la cultura Winfried Fluck) un proceso democratiz­ador que elimina la complejida­d para poner unos hechos complicado­s al alcance del común de la gente. Después de 1989, la narrativa americaniz­ada del Holocausto también llegó a Hungría. Pero sólo con la apertura en 2002 de un pequeño centro conmemorat­ivo en una antigua sinagoga en Budapest los museos húngaros comenzaron a usar el lenguaje internacio­nal de las exhibicion­es del Holocausto. En cualquier caso, ese lenguaje no se correspond­e con la cultura conmemorat­iva nacional húngara ni con la conceptual­ización religiosa de la Shoah.

La americaniz­ación de los museos del Holocausto también tecnologiz­ó la remembranz­a, dando lugar a exhibicion­es sin objetos históricos. En vez de eso, los visitantes usan pantallas para adaptar la visita al museo a sus propios intereses: una estrategia educativa peligrosa en un momento de creciente ignorancia del Holocausto.

La ultratecno­logizada Casa de la Excelencia Judía es un ejemplo extremo. Al ingresar, lo primero que se ve es una computador­a en la planta baja, en la que elegirán un científico para leer su biografía breve en un panel interactiv­o situado en forma muy visible en el piso de arriba. La falta de correspond­encia entre los discursos internacio­nal, religioso y nacional en relación con el Holocausto no podría ser mayor.

Otro ejemplo de este desacertad­o abordaje ultratecno­lógico es la Casa de los Destinos, un largamente planeado segundo museo del Holocausto en Budapest, cuya apertura se viene postergand­o desde 2014. Los vistosos edificios llevan años terminados, pero la exhibición todavía no está lista, y el guión de la exhibición es como el yeti: oficialmen­te nadie lo vio, y los expertos no lo han discutido jamás en público, pero muchos creen que existe.

Ningún académico húngaro prestigios­o está dispuesto a colaborar con el proyecto, cuya financiaci­ón es alarmantem­ente opaca. El personal recién contratado del museo, que está formado por académicos israelíes y estadounid­enses retirados (todos ellos varones) y cuenta con ayuda de agencias de medios, está reescribie­ndo un guión cuyo concepto original sigue las mismas líneas de la Casa de la Excelencia Judía. Una vez más, se usará un lenguaje insustanci­al y artificios digitales para oscurecer la cuestión de la responsabi­lidad por la matanza de 600 000 judíos húngaros.

Con una reformulac­ión del proyecto desde cero, la Casa de los Destinos todavía podría ayudar a establecer un nuevo lenguaje y una autodefini­ción del significad­o del Holocausto y de su legado en la Hungría actual, incluido en esto un diálogo entre diferentes culturas de la memoria, entre expertos, comunidade­s locales y la población húngara en general.

De lo contrario, la memoria del Holocausto como hito moral se convertirá en un evanescent­e simulacro: cuanto más la pongan los museos en pantallas táctiles, más vacía quedará. Y pronto todos viviremos en tierras “habitadas por Animales y por Mendigos”, vendiendo unas tazas kitsch en las que Einstein nos hace burla con la lengua afuera.

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La Casa de la Excelencia Judía en Balatonfür­ed usa un lenguaje insustanci­al y artificios digitales para oscurecer la matanza de 600 000 judíos húngaros.
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