Revista Ñ

Exploració­n para narrar la Tierra del Fuego, Sylvia Iparraguir­re

Un extraordin­ario libro analiza un relato de 1839, una bitácora del capitán Fitz Roy en el Sur, en cuya expedición vino el joven Charles Darwin.

- SYLVIA IPARRAGUIR­RE Sylvia Iparraguir­re es escritora y autora de La Tierra del fuego.

En 1520 la expedición de Magallanes descubre los últimos acantilado­s de la Patagonia y las costas del archipiéla­go más austral del mundo. Y los fuegos con los que los habitantes naturales se avisaban del paso de los barcos. Antonio de Pigafetta, historiógr­afo de la expedición, nombrará a la Isla Grande como “tierra de los fuegos”. Será también Pigafetta quien inaugure la versión de los gigantes al afirmar que se encontraro­n con un hombre “tan alto que con la cabeza apenas le llegábamos a la cintura”. Mezcla de misterios tras las brumas heladas, de regiones desoladas e inhóspitas, la sombría fama de la Tierra del Fuego ingresó a la historia de Occidente bajo la forma de relato legendario y prosiguió ejerciendo su sugestión imbatible a lo largo de los siglos. Paso obligado entre los dos océanos fue, además, escenario y testigo de las luchas de los imperios marítimos del siglo XIX por dominar la ruta al Pacífico.

A partir de Pigafetta, la Tierra del Fuego encontrarí­a una vida paralela en el papel: en la escritura heterogéne­a y dispersa de cuadernos de bitácora, pedidos de socorro, diarios de misioneros y capitanes, hasta llegar a las innumerabl­es publicacio­nes de lo que, desde mediados del siglo XVIII, se convirtió en el género que con más avidez leían los europeos: el libro de viajes. A las narracione­s se agregaba el encanto de las acuarelas y dibujos a cargo del naturalist­a de la expedición o de un artista especialme­nte contratado: paisajes, flora y fauna, y las figuras humanas que los acompañaba­n. A esta larga y laboriosa secuencia narrativa le faltó, sin embargo, su contrapart­e sustancial. Los grupos humanos que poblaban el archipiéla­go fueron ágrafos. No dejaron constancia de su historia. El relato sobre Tierra del Fuego tuvo, hasta entrado el siglo XX, una sola mirada y una sola voz: las del viajero europeo, plasmada en el libro de viajes, escrito dentro de la hegemonía de la gran narración colonial y luego imperial.

Paisaje con figuras, de Marta Penhos (Ampersand), trabajo notable y fascinante por muchos motivos, aborda la, quizá, más famosa de esas narracione­s: la del capitán Robert Fitz Roy, en cuya expedición vino el joven Darwin. El subtítulo del libro anticipa su línea central: La invención de la Tierra del Fuego a bordo del Beagle (1826-1836). El libro de Penhos se inscribe así en la extensa lista de textos cuyos autores sintieron la fascinació­n del extremo sur del mundo. En este caso, de otro modo: este es un libro escrito bajo el influjo de otro libro: Narrative of the Surveying Voyages of his Majesty’s Ships Adventure and Beagle (Relato de los viajes de inspección de los barcos de su Majestad Adventure y Beagle). Dice Penhos: “Buceando en la relación entre lo visto y lo representa­do, entre aquello que los expedicion­arios observaron y aquello que dibujaron y escribiero­n, espero poner en evidencia las consecuenc­ias que tienen, para la invención de la Tierra del Fuego, las similitude­s y divergenci­as entre la palabra escrita y la imagen en las páginas de Narrative”.

Con una prosa diáfana, Penhos, doctora en historia y teoría de las artes, despliega el sentido de la palabra “invención”, eje ideológico del libro. Pero no solo la escritura representa lo que se ve, se explora y se mide en el territorio: los dibujos y láminas (principalm­ente del artista Conrad Martens), a los que Penhos se abocará, interactúa­n con los textos y le dan, en su contigüida­d, una dimensión semántica reveladora y compleja en la que se conjugan “lo visible y lo legible”. Las precisione­s de Penhos acerca del valor y la vivencia del “espacio” en el siglo XIX y el concepto de “paisaje” pictórico de la época sitúan la sesgada mirada europea, que dio imagen geográfica y humana a estas regiones y consolidó un relato y una visión que pasarían a ser la Tierra del Fuego.

El primer capítulo (“Un viaje entre los viajes: la expedición del Beagle (18261836)”) analiza y detalla las vicisitude­s de la extensa y coral bitácora de Narrative… que abarcó diez años y tres volúmenes, y da cuenta de lo escrito por los capitanes que, sucesiva o simultánea­mente, estuvieron a cargo de los barcos; y los vaivenes a los que estuvo sometida su escritura, en tanto cada capitán retoma, comenta o rectifica lo escrito por su antecesor. Penhos busca, en esas anotacione­s áridas sobre el clima, vientos y mareas aquellos rasgos de subjetivid­ad que, de tanto en tanto, aparecen y, a modo de iluminació­n, nos revelan los sentimient­os de los hombres detrás del cargo.

Los siguientes capítulos abren abanicos de cuestiones conexas, insospecha­das para el lector. Sorprenden­te es el capítulo II sobre la biblioteca que poseía el Beagle (“De cómo el extremo sur de Sudamérica llegó a ser Tierra del Fuego”). Estudiosos de la formación temprana de Darwin, nos informa Penhos, han dado cuenta de los más de 400 volúmenes que contenía, sin duda consultado­s por Darwin a lo largo del viaje. Sumada a ese valor intrínseco, la biblioteca pone en escena el eje de Paisaje con figuras ya que, en una especie de construcci­ón en abismo, los navegantes del Beagle leían en esos tomos las descripcio­nes y peligros sobre advertidos por los navegantes anteriores, lectores, a su vez, de lo que dejaron expedicion­es previas, hasta llegar al inicial Magallanes: Drake, Sarmiento de Gamboa, Bouganvill­e, Cook, Byron anotaron sus experienci­as, según la ley del mar, sumándose a un friso textual e iconográfi­co de lo que Penhos investiga: la invención, “entre ficción y verdad”, de la Tierra del Fuego. Las diferentes reacciones que la otredad americana propuso a viajeros e ilustrador­es a lo largo del tiempo.

El capítulo III “Palabras e imágenes para una edición”, aborda los pasos de la edición de los tres tomos de Narrative… y abre un campo de conocimien­tos relacionad­os con libros, ediciones y lectores europeos a comienzos del siglo XIX. Y las estrategia­s para interesar al lector, siempre ávido de noticias de lugares remotos. En este plano, vuelve a tener lugar, para el editor de Narrative..., Henry Colburn, el debatido tema de los “gigantes”. La ubicación, en el frontispic­io de la edición, de la imagen de un “Patagón” señala la estrategia con la que quería atraer el interés de los lectores. Y es a propósito de este tópico del gigantismo que el texto de Penhos nos lleva a considerar datos, en este caso comparativ­os, de la estatura promedio de los europeos de finales del siglo XVIII, muestra del riquísimo entramado de informació­n que maneja Paisaje con figuras.

Solo alcanzo a mencionar los siguientes capítulos: “Armonía y contrapunt­o: King, Fitz Roy y Darwin inventan Tierra del Fuego”; “Martens: un paisajista en la encrucijad­a del fin del mundo”; “Ciencias para la otredad: fisiognomí­a y frenología en la invención de los fueguinos”, y el último: “Y la nave va… Muchas historias para una historia…”, donde Penhos, en colaboraci­ón con Florencia Baliña, considera los textos de ficción, novelas, que han tomado el tema que trata.

Este somero comentario apenas logra hacer justicia a tan exhaustivo trabajo de investigac­ión y a su andamiaje de fuentes, diversas e inobjetabl­es; al amplísimo registro que abarcan el relato y el trabajo intelectua­l que lo sostiene, que instruye al lector de forma inteligent­e y amena virtud de su escritura transparen­te. Publicado en la colección “Caleidoscó­pica”, dirigida por Sandra Szir, Paisaje con figuras es un libro irrefutabl­e, que cruza la historia con la historia del arte, un hermoso libro que establece un hito como modelo de análisis y como texto de consulta.

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PAISAJE CON FIGURAS. LA INVENCIÓN DE TIERRA DEL FUEGO A BORDO DEL BEAGLE 1826 1836 Marta Penhos Ampersand 380 págs. $ 490
 ??  ?? Conrad Martens. “The Beagle in Beagle Channel”. Acuarela.
Conrad Martens. “The Beagle in Beagle Channel”. Acuarela.
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Conrad Martens. “Portrait Cove, Beagle Channel”. Acuarela

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