El regreso al futuro de Luis Felipe Noé, por Eduardo Villar
Se inauguró en el Museo Franklin Rawson “Mirada prospectiva”, un recorrido por 6 décadas de producción del artista, que logra introducir la dimensión temporal en su obra.
Muchos recordarán la alegría de Luis Felipe Noé la noche de julio pasado cuando se inauguró en un Museo Nacional de Bellas Artes colmado de público su muestra Mirada prospectiva, que ya desde el título anunciaba una actitud vital vinculada con el futuro y el impulso creador de esta figura fundamental en el panorama del arte argentino que este año cumplió 84. El fin de semana pasado la escena se repitió en el Museo Franklin Rawson de San Juan que dirige Virgina Agote, donde abrió con la misma felicidad, rodeado de colegas, amigos, asistentes y un público local entusiasta una versión re- ducida de la muestra, curada –como en Buenos Aires– por Cecilia Ivanchevich. Se trata de una selección de 21 obras clave de aquellas 120 que integraban la exhibición en el MNBA, desplegada ahora en la Sala 1 del museo sanjuanino.
Un rato antes de la apertura formal, Noé e Ivanchevich se alternaron en las explicaciones de lo que teníamos frente a la mirada durante un recorrido guiado para un público que se dejaba llevar escuchándolos con avidez y en absoluto silencio. Mientras tanto, en la Sala 2, en la planta alta del museo, Zulema Maza hacía su propia visita guiada por su muestra Tres Fronteras. Observando de cerca. Los dos grupos intercambiaron luego lugares para hacer cada uno su segundo recorrido.
Noé arrancó frente a las obras que ocupan el primer y último lugar en el recorrido: la pintura “Invitación al infierno”, de 1961 –cargada según el mismo Noé de un ro-
manticismo que rápidamente abandonaría– y la gran instalación “Entreveros” –su trabajo más reciente, de 2017, realizado especialmente para esta exposición– con su tema recurrente y central en su obra.
“El caos, la historia del caos –dijo–, existe desde mucho antes que nosotros y nuestras vidas. Es la vida misma en todo su devenir de cambios y entrecruzamientos. Es posible hacer precisiones mucho más sofisticadas, pero por ahora quiero expresar que, para mí, caos no es desorden. Orden y desorden son para mí elementos estáticos. El caos es lo que deviene permanentemente. Ahora bien: en un arte estático, como es la pintura, es difícil asumir algo que está asociado al tiempo. Pero para mí ese es el desafío. Son como fotos de instantes de todo lo que se mueve, de lo que voy encarando a través de distintas épocas. Yo no creo, como dicen muchos profesores, en el orden de la composición. Creo que uno trata de estructurar algo que siente, que uno en el quehacer artístico lo va estructurando. Yo he ido encarando el tema de distintas maneras: primero el plano dividido, y luego instalaciones y luego...” Cuando Noé advierte que lo ha ganado el entusiasmo, se interrumpe, hace un chiste sobre sí mismo y cede la palabra a Ivanchevich.
“Entreveros” es punto de partida y de llegada en la muestra porque –explica la curadora– “las tres constantes que estructuran la exposición (la conciencia histórica, la visión fragmentada y la línea vital) se ven condensadas en esta imponente instalación”. Se trata sin duda de una obra con múltiples entradas y lecturas, que requiere rodearla como a una escultura, así como acercamientos para acceder a decenas de detalles y momentos de observación más distante para no perder la idea general. Por momentos, las formas orgánicas desbordantes de color y líneas vertiginosas, en tensión con las geometrías y el cruce de bastidores en falsa escuadra hacen difícil que la mirada del espectador se detenga. Y Noé parece salir victorioso del desafío al que se refería al comienzo de la visita guiada: escapar al carácter estético de la pintura, introducir en su trabajo la dimensión temporal.
Antes –o después– de ser entreverados en el caos de esa instalación, los visitantes de la muestra vamos deteniéndonos frente a cada una de las 21 obras y escuchamos las explicaciones de “Yuyo” Noé e Ivanchevich. En algún momento –probablemente frente a una obra de los años 60 como la instalación “El ser nacional”, que es de 1965– Noé parece enojarse y afirma que le resulta casi intolerable ser en ocasiones clasificado como “un artista de los 60”. Cuando se hace ese tipo de clasificaciones, dice, parece que quisiera clausurarse el trabajo de un artista. “Pasó más de medio siglo desde los años 60 y yo sigo creando. ¿Cómo es entonces que soy un artista de los 60?”. Ese es el espíritu que lo llevó a mirar hacia el futuro y llamar Mirada prospectiva a esta exposición que recorre su producción de los últimos 56 años.
Ivanchevich no elude en el recorrido el relato cronológico de esas décadas de la trayectoria de Noé y sus diferentes etapas creativas. Pero más allá de lo cronológico –explica– la muestra rompe la cronología para mostrar cómo un artista trabaja en función no sólo de una temática sino de algunas obsesiones que se le presentan. “Los tres ejes alrededor de los cuales está organizada la exhibición –agrega la curadora– no son formas estáticas de ver la obra sino todo lo contrario porque el caos de Noé es dinámico y la idea es que ese dinamismo se pueda ver en la muestra”.
Así, en ese ir y venir, el espectador pasa su mirada por momentos como 1961, cuando el artista conforma con Deira, Macció y De la Vega el grupo Otra Figuración; por ese otro momento, en 1982, cuando –harto de que algunos críticos le dijeran que su pintura no tenía estructura– creó su ¿pintura? “Estructura para un paisaje”, o por la conmovedora “HOY, el ser humano” (2016), que retrata la violencia omnipresente en el mundo actual.
Todo eso es Luis Felipe Noé, que sigue con la mirada en el futuro. Después de la inuaguración en San Juan voló a Miami a la presentación de una obra suya que adquirió para su colección el Perez Art Museum.