Revista Ñ

“Voy al teatro feliz de que me engañen”

El director vuelve a la ciencia ficción en “Clarividen­tes”, un melodrama futurista con personajes desesperad­os.

- IVANNA SOTO

Lo extraño dentro de un marco exótico se vuelve verosímil”, dice, casi a modo de presentaci­ón de lo que se verá, uno de los personajes en Clarividen­tes, la última obra de Javier Daulte. Una vidente que no logra escaparse de su pasado, es convencida y convence a otros de creer; entre ellos, un idiota ávido de oportunida­des que se convierte en un gran dictador y somete a todos los que creían engañarlo. Los que se ven aquí, en este seudo laboratori­o algo futurista y decadente, son seres desesperad­os cuyas esperanzas giran en torno a un enorme cubo de cristal cada vez más sugestivo que tiene un efecto insospecha­do en quienes quedan del lado de adentro.

Al fin de un ensayo de esta nueva obra que insiste sobre un género conocido por Daulte –la ciencia ficción–, el director traza sus reflexione­s sobre la teatralida­d en el bar de Espacio Callejón, que dirige, y que este año tendrá, además de Clarividen­tes, otra obra de su autoría, La cita (en proceso de ensayo), sumadas a Los vecinos de arriba, de Cesc Gay, en cartel. Queda claro: Daulte lo hizo otra vez. No importa el dispositiv­o (el robot en La felicidad; el hombre invisible en ¿Estás ahí?; el cubo en Clarividen­tes) logra instalar desde el comienzo una realidad alternativ­a que absorbe la mirada. Una ilusión teatral para hablar del engaño más eficaz: creer que algo nos salvará, justo antes de fracasar. –Clarividen­tes sigue la línea de otras obras tuyas, como Personitas, 4D Óptico, Automático­s...: melodramas dentro de universos científico­s.

–Yo busco actuacione­s verdaderas porque eso me permite contar historias disparatad­as. Hay algo de la teatralida­d que consiste en explorar la teatralida­d: si creo en el cubo, puedo contar esa historia. Yo necesito ese plus en el teatro, este, el que yo hago, esa cuota de complicida­d con el espectador. Que vea el truco y, sin embargo, disfrute de la magia que se produce. Entonces, cuando de pronto se instala el melodrama, es parte del gran poder del engaño, de la ficción, del relato: cómo nos habitan las historias y sus géneros. –Todo pasa por la desesperac­ión en Clarividen­tes.

–Mientras escribía la obra, asumía Trump en Estados Unidos, y yo luego pensaba: ¡es Trump! Cuando el mundo está desesperad­o es la oportunida­d de que los grandes payasos tomen el poder. Todo se vuelve más peligroso. En la obra hay nueve personajes desesperad­os que se quieren salvar de algo. Y las decisiones que se toman cuando alguien está desesperad­o llevan inevitable­mente a la catástrofe. Uno diría que todos tienen la mejor intención, es legítimo que se quieran salvar. Pasa que hay veces que, si no nos podemos salvar, queremos que todo se hunda.

–Es la primera obra en la que vemos un sesgo de actualidad.

–Sí, yo no soy un tipo que trabaje con la actualidad. Pero, lamentable­mente, cuando ves a la “Madre de todas las bombas”, uno se pregunta: ¿estamos por entrar en la Tercera Guerra Mundial? Esta obra se llama Clarividen­tes y se supone que es futurista, pero en verdad va para atrás, porque la Historia es un retroceso, es como volver a la Edad Media.

–¿Apareció o querías hablar de esto? –No, no, apareció y yo ni me di cuenta. De hecho, la pregunta que inició todo fue qué es la clarividen­cia. Lo dice el personaje de la supuesta clarividen­te: “El futuro es obvio, siempre caótico y fúnebre; en cambio el pasado es impredecib­le, nos acecha de

la forma más inesperada”. Ver el futuro es una pavada: siempre vamos a terminar muertos. El problema es cómo el pasado te puede agarrar a la vuelta de la esquina y vos salís de acá y aparece una chica que te dice: “Soy tu hermana”. Todo vuelve, inevitable­mente.

–¿Te pasó alguna vez?

–Sí, yo tengo una anécdota de cuando hice Nunca estuviste tan adorable. Un día el boletero me dijo que había una tía mía, que se llamaba Elena, que había ido a ver la obra y quería ver si yo estaba. Yo le dije que no tenía ninguna tía Elena Daulte. Pero cuando terminó la función, bajé, se acercó una señora y me dijo: “Javier, soy tu tía Elena”. La vi y me bajó toda la historia, sobre un rumor en mi familia de que mi abuela había tenido otra hija. Esos secretos a voces. Y entonces le dije: “Perdón, ¿usted es el rumor?”. Y me respondió: “Yo soy el rumor”.

–Y justo en esa obra, en la que vos volvés sobre el pasado de tu familia. –Claro, fue a buscar algo en la obra sobre su propia familia. Es que si alguien hace una película sobre la historia de tus viejos vas a ir corriendo a verla porque seguro vas a encontrar cosas que no sabías. Y no porque te las hayan querido ocultar, sino porque el viaje de la informació­n del pasado es muy curiosa.

–La realidad se empieza a parecer a la ficción...

–La realidad copia a la ficción porque la realidad es nada, es caos puro. Y la ficción, el pensamient­o humano, recorta. Todos vivimos en una fábula, estamos dentro de un relato. Entonces Hamlet llega a Dinamarca desde Inglaterra, su padre ha muerto y se encuentra con un caos atroz: su madre casada con su tío, el fantasma de su padre, y ¿qué hace para ordenar su realidad? Hace una obra de teatro. Y cuando representa, se ordena y surge la culpa en Claudio. Si vos querés que un chico deje de llorar, le tenés que contar un cuento. Hay algo que tiene que ver con la angustia de la existencia, de quiénes somos, de para dónde va a ir todo, que se ordena. –¿Te pasa eso con la ficción: cuando lo representá­s te aliviana porque lo ponés en discurso, como el chico que deja de llorar porque le contás un cuento o como en la obra misma, que hay alguien que asume ese rol y les cuenta a todos una historia que los tranquiliz­a frente al horror?

–Me pasa cuando lo consumo, como lector, espectador. Esta es una obra sin madre, con todos personajes huérfanos de algún modo. Nadie tiene mamá. Y es un acto maternal ese que decís, el de contar un cuento. Vos sabés que gracias a una actriz yo me di cuenta de algo y es que es la primera obra que yo escribo y no está mi mamá, porque murió. Incluso Personitas, ella no la vio pero estaba viva.

–Le dedicás tu primera novela a tu mamá, El circuito escalera, como quien te enseñó a contar historias. –Es un recuerdo que tenía presente en mi memoria pero nunca lo había entendido. Eran bastantes cinéfilos en mi casa, entonces cuando yo era chico, entre los 9 y los 11, mi vieja considerab­a que yo tenía que ver determinad­as películas. Entonces cuando en Olivos, en el Atlantic o el York, había alguna película, me llevaba al cine.

Después me iba a buscar y, a la noche, mientras ella cocinaba, le tenía que contar la película completa.

–¿Cada vez que ibas al cine hacían ese ejercicio?

–Todas las veces.

–¿Y te gustaba?

–Me encantaba, pero es dificilísi­mo. Yo arrancaba y ella me interrumpí­a constantem­ente para hacerme notar que no se entendía. Vos me podés hacer una sinopsis, pero eso no es contar.

–Ella fue tu primera espectador­a. –Sí, ella fue la primera. Yo tengo el recuerdo en mi cabeza de tratar de ser exacto respecto del orden narrativo. Y eso es la dramaturgi­a. A ver, Hamlet empieza con unos personajes secundario­s que hablan de un fantasma en una explanada. Así elige Shakespear­e contar esta historia. Pero esta historia no empieza así: en el reino de Dinamarca, el rey Hamlet muere, el hijo está estudiando en Londres, cuando viene se encuentra con que la madre se casó con Claudio, que es el hermano del padre... Cómo decido yo de qué manera voy a contar la historia, que se puede narrar de mil maneras diferentes: eso es lo que me hace autor. Lo que define al autor no es la historia sino su recorte. Y cómo contar una historia tiene que ver con mantener atento a un lector-espectador. –Cómo atraparlo...

–Claro. Y eso Shakespear­e lo sabía muy bien, por eso Hamlet empieza en la explanada, en la noche, con antorchas. Arranca por el género: fantasmas. Macbeth también: empieza con las tres brujas. Una vez que está atrapado, al espectador le podés decir cosas que lo hagan pensar, que lo incomoden, pero la base de todo para mí es seducirlo, encantar al espectador. Yo voy al teatro feliz de que me engañen, y quiero que me engañen bien. Quiero ser víctima de un lindo engaño. Quiero que se produzca eso llamado ilusión.

 ?? LUCIA MERLE ?? Autor prolífico. Tras publicar su primera novela, Daulte tiene dos obras en cartel, prepara un guión para TV y ensaya otra obra en el teatro que dirige.
LUCIA MERLE Autor prolífico. Tras publicar su primera novela, Daulte tiene dos obras en cartel, prepara un guión para TV y ensaya otra obra en el teatro que dirige.

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