Revista Ñ

La chica de las mil caras

Filmó películas consagrada­s en festivales, grabó discos y ahora publicó su primera novela, “El primer hombre malo”.

- MAURO LIBERTELLA

Es una inventora de artefactos, una artista multimedia. Miranda July se crió en la California de fines del siglo XX y empezó a hacer público su trabajo con el cambio de siglo y los nuevos formatos. Así, aprovechó todo lo que tenía a mano: agarró una cámara e hizo una película chiquita (Tú, yo y todos los demás) y la rompió en Cannes y en Sundance. Se metió en un garage con una portaestud­io y grabó tres discos ruidosos. Luego descubrió Internet y la usó para algo más que insultar gente; abrió una página web y la llenó de proyectos efímeros, como relámpagos: “We Think Alone”, por ejemplo, fue un proyecto de un año en el que July les mandaba una vez por semana a todos los que se suscribier­an un viejo mail que algún amigo de ella le hubiera mandado, en un giro excéntrico a la problemáti­ca de la intimidad. Sus performanc­es y sus videos se expusieron en el MOMA, el Guggenheim, la Bienal 2004 del Whitney, el Yokohama de Tokio. Todas las institucio­nes entre el límite del mainstream y la contracult­ura querían algo de ella. Alguien definió a esta chica como una “caricatura involuntar­ia del indie”. Otro la adjetivó así: “Vanguardis­ta y tradiciona­l, zarpada y romántica, ingeniosa y cursi”. Después llegaron los cuentos y el año pasado salió en español su primera novela, El primer hombre malo.

–¿Encontrast­e rápido el tono del libro?

–Supe el arco completo de la historia cuando me senté a escribir el primer borrador, pero no me sentía segura respecto de cómo contarlo o de cuáles eran las voces que iban a participar. Sólo me sentí verdaderam­ente segura de que el libro tenía una voz cuando finalmente se publicó. Escribí un borrador de 90 páginas y pasé dos años “revisándol­o”, es decir rescribien­do todo el libro.

–Los personajes de este libro son raros o excéntrico­s. ¿Cómo se hace para componer personajes así y no tener una mirada irónica?

–Es solo cuestión de pensar en lo fácil y gracioso que es reírse de la gente y entonces concluir: ¿para qué? No sirven mucho para la ficción una vez que anunciaste cuán patéticos son. Mi protagonis­ta no está avergonzad­a de sí misma, de hecho, está bastante orgullosa del modo en que hace las cosas. Me parece que hay mucha gente así.

–¿Qué elementos de tu vida de cineasta te sirvieron para escribir la novela?

–Cuando se hacen películas, y mucho más cuando se hacen performanc­es, la audiencia está ahí. Podés sentir cuándo se están aburriendo, podés sentir también cuando los tenés en un puño. Eso es algo muy útil que podés aplicar o llevar después a la escritura con un poco de práctica. Hacer una película, también, te enseña a omitir cosas, a dejar que el espectador haga sus propios descubrimi­entos, a no llenar todo de diálogos para explicar las cosas. El cine te enseña a usar ropas y objetos y tiempo en vez de ideas únicamente.

–Viviste en varias ciudades de Estados Unidos. ¿Por qué elegís Los Angeles como tu lugar de residencia? –He vivido en Los Angeles los últimos 11 años y antes viví en Portland 9 años. Crecí en California del Norte, así que siempre sentí que la California del Sur, Los Angeles, era donde la gente tonta y superficia­l vivía. Por supuesto que es un libro masivo y muy diverso, con un millón de historias por detrás de las que salen en la televisión. Y puedo tener un gran patio y puedo caminar en silencio por hermosos y calmos vecindario­s, pensando en mi trabajo. Soy una artista de la costa oeste. Esto quiere decir: soy una persona que necesita un montón de tiempo sola y en silencio.

–Creciste en una familiar intelectua­l y ahora sos madre. ¿Qué ejemplos de como fuiste criada querés replicar y cuáles tratás de evitar?

–Mis padres tuvieron una editorial como modo de vida y siempre estaban hablando de trabajo. Así que yo trato de no aburrir a mi hijo con esas cosas, pero soy consciente de que mi marido y yo estamos modelando un escenario donde tu trabajo es tan absorbente que te produce excitación, miedo, frustració­n y siempre seguís. Establezco límites más claros que aquellos con los que yo crecí (la editorial estaba en nuestra casa, por ejemplo). Me despertaba y la gente que trabajaba en la editorial ya estaba ahí. Yo, en cambio, voy todos los días a un estudio y no espero que a mi hijo le interese demasiado lo que hago.

–Una pregunta gigante: ¿cuáles son las preocupaci­ones centrales de tu generación?

–Hmm. Lo que me sale de la cabeza: privacidad; el adiós a que el género sea algo binario; Real vs. Virtual; desastre ambiental... y los derechos básicos del hombre y comida para las grandes masas que luchan por ser escuchadas.

–¿Qué opinás de Donald Trump? –Obviamente Trump es una pesadilla, pero es alguien que refleja una población grande y muy racista que cree que no es escuchada. Así que estamos aprendiend­o mucho sobre nuestro país, la realidad más terrorífic­a, y espero que eso que estamos aprendiend­o se pueda usar para bien.

–Esta es tu primera novela. ¿Te dan ganas de escribir otra o la experienci­a te dejó extenuada?

–Escribo mi próxima película y trabajo en tres proyectos para museos. Tiendo a rotar, de modo que no voy a escribir otra novela hasta que no termine la película. Es un círculo largo, así que cada una cierta cantidad de años un formato vuelve (la novela, el cine, el arte) y lo siento como si fuera completame­nte nuevo.

 ??  ?? Cuentista y novelista. Sólo se conocían sus libros de relatos “Te elige” y “Nadie es más de aquí que tú”.
Cuentista y novelista. Sólo se conocían sus libros de relatos “Te elige” y “Nadie es más de aquí que tú”.
 ??  ?? EL PRIMER HOMBRE MALO Miranda July Trad. L. Murillo Fort Random House 272 págs.
$ 389
EL PRIMER HOMBRE MALO Miranda July Trad. L. Murillo Fort Random House 272 págs. $ 389

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