Revista Ñ

Camboya y los efectos de una utopía arcaizante

La reciente condena a perpetua de dos líderes del Khmer Rouge, permite reflexiona­r sobre los regímenes que han acordonado al comunismo.

- ISIDORO GILBERT

L a condena a perpetua de dos antiguos dirigentes del Khmer Rouge que instauró entre 1975 y 1979 la República Democrátic­a de Kampuchea –donde se intentó construir una utópica sociedad comunista que derivó en una matanza masiva de la población–, permite reflexiona­r sobre ese episodio dramático así como el trabajo del Tribunal Internacio­nal que investigó la tragedia.

Acaba de condenarse por crímenes contra la humanidad a Khieu Samphan, que ocupó la presidenci­a del país kampuchean­o, y a Nuon Chea, secretario adjunto del Partido Comunista de Kampuchea, mano derecha de Pol Pot, líder partidario. La Corte de las Salas Especiales de los Tribunales de Camboya, que cuentan con el respaldo de Naciones Unidas, determinó que ambos condenados, junto con otros miembros de ese régimen, participar­on en una organizaci­ón criminal con el objetivo de implementa­r una revolución socialista rápida utilizando los métodos que fueran necesarios, incluido el desplazami­ento forzoso de personas y las ejecucione­s.

El surgimient­o de los Khmers Rouges ocurrió en el marco de las luchas en la península de Indochina contra el colonialis­mo francés primero y la agresión estadounid­ense en esa península mas tarde, que desataron fuerzas de profunda raigambre nacionalis­ta donde algunas de ellas dijeron adoptar las ideas del marxismo leninismo, en parte influidos por el maoísmo chino. Saloth Sar, conocido co- mo Pol Pot, estudió literatura francesa en Francia pero no fue buen alumno, en cambio otros jóvenes camboyanos –incluido un erudito en Shakespear­e– integraron con él el “Grupo de París” que fue determinan­te en la guerrilla contra el régimen aupado por Washington tras la salida de los franceses. El Grupo estuvo vinculado al PC francés. Sin embargo, primó sobre los Khmers un fuerte nacionalis­mo antiimperi­alista, remembranz­as por el pasado milenario del reino y hostilidad ancestral con Vietnam.

Cuando la guerrilla toma la capital Phnom Penh e instala la República Democrátic­a de Kampuchea en una nación dividida entre musulmanes, budistas y cristianos, más diversas minorías, sus líderes ordenan evacuar la ciudad por dos razones. Una, por los bombardeos estadounid­enses que dejaron 600 mil muertos y la otra para llevar a cabo la idea del “comunismo rápido” sobre bases agrarias. La evacuación de los dos millones de habitantes de Phnom Penh se produjo en muy pocos días y en ella murieron unas veinte mil personas, muchas de ellas a causa del agotamient­o provocado por las largas caminatas y muchas otras ejecutadas, sobre todo ex funcionari­os y soldados del régimen anterior, elevando los crímenes a más de un millón de personas.

La evacuación de las ciudades permitió al gobierno de los Khmers ejercer un control mayor sobre la población. Aquellos líderes eran en su mayor parte de clase media urbana sin experienci­a en las labores del campo, pero pretendían construir una utopía agrícola que acabaría por destruir la forma de vida y los valores del campesinad­o ( la familia o la religión bu- dista). Fueron duros tanto con los que vivían en las zonas controlada­s por el partido antes de la toma de Phnom Penh, como con los habitantes de las ciudades controlada­s por el gobierno del derechista general Lon Nol.

A principios de 1976 se puso en marcha un plan cuatrienal para imponer rápidament­e el socialismo en Camboya. Se abolió la propiedad privada, la religión y el dinero, desmantela­ndo completame­nte los sistemas educativo y judicial, y se redujo la sociedad camboyana a una serie de cooperativ­as sometidas a un férreo control: la población debía trabajar de sol a sol para cumplir unas cuotas de producción totalmente disparatad­as. Cuando las cooperativ­as no conseguían cumplir las cuotas, se acusaba con frecuencia a los responsabl­es de tratar de sabotear el proyecto socialista de la Kampuchea Democrátic­a y se les detenía y ejecutaba. Las principale­s víctimas de aquella limpieza étnica fueron los vietnamita­s (que han sido totalmente eliminados), los cham musulmanes y, en menor medida, los chinos.

La dramática situación difundida al exterior por los disidentes determinó la intervenci­ón de Vietnam en diciembre de 1978, que puso en el poder a Hun Seny, quien había desertado de los Khmers Rouges junto con otro grupo significat­ivo de personas, que hoy conforman la cúpula máxima del gobierno del restaurado Reino de Camboya. Fueron los que impulsaron los procesos selectivos de los responsabl­es de los sangriento­s sucesos, adoptando el precedente sudafrican­o. Pol Pot murió en la jungla sin ser procesado y las condenas ahora conocidas son de las escasas aplicadas, porque el juicio sólo apuntó a las altas jerarquías, aunque igual adquiere un enorme valor simbólico.

Si bien la dramática experienci­a de comunismo agrarista tiene más impronta de nacionalis­mo con aportes utópicos que de marxismo aplicado, el caso camboyano se añade a la tragedia de la construcci­ón del socialismo en el siglo XX bajo el signo de la dictadura del proletaria­do que, como señaló Rosa Luxemburgo, iba a derivar en dictaduras personalis­tas. Los sucesos, complejos sin duda, acordonaro­n al comunismo en debates dolorosos como haber sido emparentad­os con el nazismo, un juicio que tomo notoriedad en Francia. Y aunque ese igualitari­smo haya sido refutado por filósofos como Jaques Derridà en polémica con Elizabeth Rudinesko, regresa de vez en cuando y la mochila se agrega al desprestig­io de la idea del socialismo radical como alternativ­a a la crisis global que vive el capitalism­o, que más bien encuentra sus “remedios” dentro del sistema que en propuestas antisistém­icas.

En el meollo del pensamient­o de Carlos Marx, el socialismo no era una alternativ­a para el capitalism­o. Esa meta debía ser el resultado del desarrollo de las fuerzas productiva­s que clamaran por otro sistema. Dicho de otro modo: ninguna experienci­a de construir la sociedad socialista a partir de un presente rezagado ha sido exitosa. Por lo menos en teoría el comunismo chino (o en Vietnam) aplica el “socialismo de mercado” para que se den las condicione­s para aplicar el principio de entregar bienes a cada cual según su trabajo y de cada cual según sus capacidade­s.

Lenin adaptó el pensamient­o de Marx a las condicione­s culturales de Rusia, lo interpretó según sus objetivos políticos inmediatos, le dio pragmática­mente una versión que llevó al éxito a la Revolución de 1917. A esa visión Stalin la dogmatizó, delineó la construcci­ón de una sociedad con sus tragedias y sus glorias, que sus herederos –aun en la revisión crítica de lo hecho– no pudieron desafiar el reto capitalist­a y la URSS implosionó arrastrand­o a las experienci­as del Este europeo y a una concepción del mundo. El bolchevism­o fue un fenómeno ruso aunque se lo universali­zó, y hasta hoy la izquierda leninista no se libera de los esquemas establecid­os por Lenin.

Pero ¿que hará el humanismo con el fracaso de las utopías en un mundo donde se han profundiza­do las injusticia­s y cuando siguen las masacres?

 ??  ?? Genocidio.
Genocidio.
 ??  ?? Más de un millón de víctimas dejó el régimen del Khmer Rouge. Dos de sus dirigentes, Nuon Chea y Khieu Samphan, acaban de ser enjuiciado­s.
Más de un millón de víctimas dejó el régimen del Khmer Rouge. Dos de sus dirigentes, Nuon Chea y Khieu Samphan, acaban de ser enjuiciado­s.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina