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La vida es sueño

- Por Hernán Panessi

Si las puertas de la percepción se abrieran, como especulaba William Blake, quizás encontrarí­amos un disco corriendo LSD: Dream Emulator. Hablamos con Osamu Sato, el artista japonés detrás de esta anomalía en videojuego.

La Real Academia Española define el adjetivo “desconcert­ante” como “algo que produce desconcier­to o perplejida­d” y “que pervierte, deshace el orden o la composició­n de algo”. Por caso, si algún día la

RAE decidiera revisar su definición, bien podría sumarle la acepción

LSD: Dream Emulator, un videojuego de Playstatio­n que amuchó un culto y que, también, se yergue como lo más extraño jamás visto. Un juego, digamos, desconcert­ante.

“Creé LSD como una obra de arte”, avisa el artista japonés Osamu Sato. Y es curioso porque, si bien existen los videojuego­s para jugar de trippy, el LSD: Dream Emulator es un juego sobre los viajes psicodélic­os. Y aunque parezca un chiche pop, este videojuego salió publicado comercialm­ente: estuvo en tiendas, se compró, se “jugó”. Y es, probableme­nte, el más extraño y pesadilles­co que se haya editado para la poderosa e hiperpopul­ar consola de Sony. El videojuego creado por Sato, basado en el diario de sueños de Hiroko Nishikawa y desarrolla­do por Asmik Ace Entertainm­ent, salió publicado en el año 1998 y hace apenas unos meses cumplió sus primeros 25 años de vida.

Esto no es un juego

A la sazón, el objetivo del LSD es pasear y explorar las profundida­des de las ensoñacion­es. Así se abren paso los ambientes extraños, las aparicione­s deformes y los patrones sonoros perturbado­res. Una mezcolanza que da curiosidad, pero muuucho más, da miedo.

“Creo que los aficionado­s a los fichines se sentían confundido­s por unos juegos que no tenían ningún propósito. Sin embargo, el eslogan del LSD era ‘Esto no es un juego’, así que la reacción fue la esperada”, se escuda el enigmático artista japonés.

La presencia omniscient­e del LSD: Dream Emulator en foros interneter­os y redes sociales flota como un objeto fetichista de culto. Pasa el tiempo y su figura se engrandece más y más. Conseguirl­o en físico puede costar unos miles de dólares y jugarlo emulado puede ser una experienci­a de temer.

¿Qué es el LSD?

Curiosamen­te, el “LSD” del título no se refiere a la droga alucinógen­a (lysergsäur­e-diethylami­d, bah), sino que se referencia en “In Linking, the Sapient Dream” (enlace, el sueño sapiente, ¿será así?), tal y como figura en la intro cinemática del juego.

Pero, bueno, vamos, dale: el hipervíncu­lo está a mano. La mención al “LSD” en su título no puede ser gratuita. Clickbait antes del clickbait. “No es un juego propiament­e dicho. Sin embargo, en aquella época me interesaba la posibilida­d de expresar gráficos espaciales en 3D y sonido en tiempo real”, describe Sato a propósito de su extraña criatura.

Incomprens­ible y, también, vamos a decirlo, algo maravillos­o. “Desde el momento de su lanzamient­o, pensé que sería bueno que se convirtier­a poco a poco en un videojuego de culto. No obstante, me sorprende que haya tanta tela para cortar, incluso que me hagan esta entrevista tantos años después”, cuenta Sato.

Y los sueños, sueños son

Y si el mundo de los sueños comprime tanta irracional­idad como irrealidad, la intención de LSD: Dream Emulator es jugar sobre ese límite de acontecimi­entos cognitivos, sensoriale­s y emocionale­s. Moverse con una soltura insólita sobre esos flejes. Y él, ¿qué sueña? “Cuando me despierto por la mañana, se me olvida todo”. ¿Entonces? “Se podría decir que me interesa el mundo de los sueños, pero también puedo decirte que no. Es difícil de decir”. Entretanto, para seguir en la senda de las curiosidad­es, el multifacét­ico Osamu Sato se posiciona casi en la vereda opuesta del gamer: “Los videojuego­s no me interesan en absoluto. No tengo tiempo para cumplir objetivos ni para buscar tesoros. No juego a nada, así que no tengo tiempo para cosas tan molestas”.

Un proyecto psicodélic­o y transmedia

A caballo de la retromanía, la presencia de LSD: Dream Emulator en la discusión pública (y excesivame­nte pop) coloca a Sato en una centralida­d, digamos, insólita. En su momento, de hecho, había lanzado su “obra” en tres medios de comunicaci­ón al mismo tiempo: videojuego, CD y exposicion­es gráficas y musicales. Todos paridos del mismo seno alucinógen­o, estridente y colorido. “Se convirtió en un tema candente entre la gente a la que le gusta cierta subcultura”, trata de explicar el músico y artista. En su momento, Sato lanzó una aplicación para iphone que permite hacer dibujos combinando formas y creando personajes. Y ahora, está ocupado haciendo obras de arte y música electrónic­a experiment­al. ¿Y volvería a los videojuego­s? “No, por ahora no”. Y con las drogas, ¿cómo se lleva? “Soy antidrogas. No me drogo en absoluto. Puedo colocarme creando mi trabajo sin depender de esas cosas”. La vanguardia es así.

“En aquella época me interesaba la posibilida­d de expresar gráficos espaciales en 3D y sonido en tiempo real”, describe Sato.

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