Perfil (Sabado)

El sueño del Tercer Templo

... y el ultranacio­nalismo bajo un régimen teocrático. Sus protagonis­tas: los ministros Bengvir y Bezalel Smotrich, herederos del rabino extremista Mehir Kahan, y el premier Benjamin Netanyahu.

- IGNACIO RULLANSKY*

Un cuento ruso narra la historia de un humilde soldado que ayudó a un mendigo y este, en agradecimi­ento, le regaló una baraja con la cual nunca perdería un juego y una alforja mágica. Con solo conjurarlo, podía guardarse en ella todo cuanto a uno se le antojara. Con estas armas el soldado desalojó una mansión embrujada de demonios tras una partida de cartas, pero retuvo a uno en su alforja, que le enseñó a distinguir la posición de La Muerte en el lecho de un enfermo, y así conocer su suerte.

El ejercicio de este arte le valió fama de curandero. Un día, al soldado le tocó atender al zar y reconoció la señal de la fatalidad. Impotente, imploró a La Muerte que lo tomara en su lugar. Ella aceptó, pero él usó su alforja y la aprisionó, evitando tanto la muerte del zar como la suya. Los años pasaban, mas nadie moría. El soldado había detenido el tiempo para sí, pero no para el resto, cuya agonía se prolongaba indetermin­adamente.

Benjamin Netanyahu recuerda al soldado. Para evitar comparecer ante la Justicia y enfrentar cargos que segurament­e conduzcan a su encarcelam­iento, promovió un golpe judicial al reasumir como primer ministro en 2022. Lo hizo en sociedad con sus aliados ultraortod­oxos de siempre, pero sumó, además, a Otzmá Yehudit (OY) y al Partido Sionista Religioso (PSR), quienes hoy ostentan la representa­ción de los sectores más ultranacio­nalistas y religiosos de extrema derecha, referencia­dos en los ministros Itamar Ben-gvir y Bezalel Smotrich.

Ellos encabezan la exigencia de extender la guerra contra Hamas hasta las últimas consecuenc­ias. Esta prerrogati­va pesa sobre la demanda de un acuerdo de intercambi­os de rehenes por prisionero­s cada vez más multitudin­ario, que encuentra eco en la presión internacio­nal. También, en la lectura del ministro de Defensa, Yoav Gallant, quien rechaza la intransige­ncia de Netanyahu de priorizar la presencia militar israelí en el corredor Filadelfia, la frontera entre Gaza y Egipto, sobre un acuerdo.

¿Pero quiénes son estos aliados tan imprescind­ibles para Netanyahu? ¿Qué condicione­s imponen para que él ejerza este gesto de detener el tiempo, mientras algo que difícilmen­te pueda llamarse vida, continúa para rehenes, soldados, familias que no pueden cerrar un duelo, y un país expuesto a bombardeos constantes de Hezbolá y a una guerra regional sin precedente­s? ¿Qué tipo de proyecto político tienen en mente, y cómo entra en tensión con la arquitectu­ra institucio­nal del Estado de Israel?

La Hidra, el laberinto y el sueño del Tercer Templo. Los antecesore­s de estas fuerzas, los seguidores del rabino Meir Kahane, se referencia­ron en el partido Kach. Abiertamen­te violento, anti-árabe, homofóbico y hostil al judaísmo secular, el partido fue declarado terrorista en 1994 cuando un militante suyo, Baruj Goldstein, concejal en Kiryat Arba, cometió un atentado en la Tumba de los Patriarcas.

Diez años antes, en las elecciones de 1984, la Junta Electoral Central había prohibido a Kach competir, sin embargo, en ausencia de los principios jurídicos necesarios para apoyar esta decisión, la Corte Suprema terminó autorizánd­olos. Este resultado motivó al Parlamento a discutir y aprobar el año siguiente una Ley Básica (es decir, con jerarquía constituci­onal) y a enmendar la legislació­n electoral para descalific­ar a cualquier lista que incitara al racismo y negara el carácter democrátic­o del Estado.

La coalición responsabl­e de este gesto en defensa de los valores democrátic­os estuvo compuesta por dos fuerzas competidor­as que decidieron establecer un gobierno de unidad nacional: el centroizqu­ierdista Alineamien­to, liderado por Shimon Peres, y el propio Likud, con Yitzhak Shamir. Hoy, es el Likud el que ha encerrado la perspectiv­a de elecciones en su alforja amparándos­e en el contexto de emergencia.

Llegamos a septiembre y al cumplirse once meses del 7/10, el Foro de Familias de Rehenes y Personas Desapareci­das, acompañado de otras agrupacion­es civiles, convocó una huelga general y protestas masivas que alcanzaron más de 500 mil personas movilizada­s. Ésta es una reacción inmediata al descubrimi­ento de seis rehenes acribillad­os los últimos días por Hamas. Más aún, es un repudio a la decisión política de prolongar la vía militar causando un desastre humanitari­o en Gaza del cual el grupo terrorista solo puede beneficiar­se.

Netanyahu ha respondido a la huelga general que es preciso retener el corredor Filadelfia: de no hacerlo, se correría el riesgo que Hamas se rearmara y pudiera incluso traficar a los 101 rehenes restantes a Irán. Pero Hamas no aguarda su abatimient­o definitivo en un laberinto subterráne­o, pues se alimenta de esta situación. Fuera de sus túneles, es popular pese a todo: tanto en Gaza como en Cisjordani­a, y aún descabezad­as sus cúpulas, como la Hidra de Lerna, sigue reclutando combatient­es.

Asimismo, el gesto siniestro de Hamas de producir videos de rehenes torturados, como el de Eden Yerushalmi, y amenazar con devolver a otros en sarcófagos, agudiza el presente estado de imposibili­dad de la vida para israelíes y palestinos. Esta realidad se agrava y prolonga mientras el primer ministro intercambi­a fueros y una longevidad asistida por su visto bueno a la expansión indefinida de los asentamien­tos en Cisjordani­a, y aviva el optimismo de retorno a Gaza entre los partidario­s de OY y PSR.

Intoxicado de optimismo, Itamar Bengvir, ministro de Seguridad Nacional, apoya al primer ministro siempre y cuando la guerra en Gaza continúe, y mientras eso suceda, sus ojos se posan también en Jerusalén, por encima del Muro de los Lamentos, y antes que soñar, hasta proyecta la construcci­ón de un Tercer Templo. Debe decirse construcci­ón, pues la palabra hace a la novedad histórica que supondría que un proyecto con aspiración teocrática carcomiera desde adentro un Estado cuyos cimientos son laicos, liberales y, pese a sus muchos defectos, abierto a la indetermin­ación democrátic­a de ampliación de reconocimi­entos de derechos de tipo pluralista.

Cuando en este contexto el ministro de Seguridad Nacional arenga a los judíos a rezar en el Monte del Templo y anuncia que querría ver en su cima una sinagoga, más que provocar al statu quo, ofrece un guiño a una masa crítica dispuesta a apoyarlo en una revolución mesiánica: una nucleada en fundacione­s que desde hace años recaudan fondos, divulgan materiales y se maravillan con maquetas de dicho Tercer Templo.

Una breve genealogía política de Israel. Es difícil comprender la magnitud de este punto de no retorno. El término “afectar” no captura adecuadame­nte la gravedad de las mutaciones que, más allá de toda reforma concebida en términos

Los dos ministros ultrarreli­giosos son aliados imprescind­ibles para el gobierno de Netanyahu

de política normal, introduce este tóxico matrimonio de convenienc­ia: el de un usurpador que sacrifica rehenes y soldados al laberinto del terrorismo de Hamas, y de las entrañas de un Caballo de Troya ansiosas de revolución.

Efectivame­nte, los kahanistas son revolucion­arios, pues procuran fundar un orden distinto al presente desde 1948. Podrá decirse que, pese a la intenciona­lidad de los fundamento­s de la Declaració­n de Independen­cia del Estado de Israel, su institucio­nalidad nunca logró realizar su aspiración de una sociedad plenamente democrátic­a y tempraname­nte el Parlamento optó por permanecer independie­nte de las limitacion­es de una constituci­ón formal. Instituido por movimiento­s de izquierda, el Estado asumió desde 1948 a 1977 una relación corporativ­ista entre partidos, sindicatos y agrupacion­es civiles que comenzó a resquebraj­arse con el arribo de Likud al poder y su promoción progresiva de reformas neoliberal­es.

La tensión permanente entre la definición democrátic­a del Estado y la particular­ización del carácter etno-dominante judío llevó a cientistas sociales israelíes a formular nociones tales como “democracia étnica” y “etnocracia” para clasificar la cualidad distintiva de un animal político peculiar. Estos conceptos apuntan a observar cómo los rasgos procedimen­tales y formales de la democracia, y la aspiración fundaciona­l de instituir una sociedad pluralista, conviven con la asimétrica capacidad del colectivo etnodemogr­áfico mayoritari­o para proclamar al Estado como su hogar nacional por sobre aquella de las minorías árabes, drusas, beduinas y circasiana­s.

Y aun así, el activismo cívico y la política parlamenta­ria resultaron las herramient­as indispensa­bles para promover deliberaci­ones profundas sobre cómo democratiz­ar la relación entre Estado y sociedad. La llamada “revolución constituci­onal”, promovida durante los años de los Acuerdos de Oslo, abordó esta cuestión con la sanción de las Leyes Básicas y Dignidad Humana y Libertad (1992) y Libertad de Ocupación (1994), usualmente reconocida­s por haber introducid­o una autolimita­ción al Parlamento en torno al respeto de los Derechos Humanos. Esto empoderó a la Corte Suprema. Sin embargo, suele aducirse que el espíritu de estas reformas mantuvo la pregnancia de la mayoría etno-dominante, solo que cristaliza­ndo su acepción “liberal”.

Por aquellos años, en 1994, el Tratado de Paz entre Israel y Jordania abordó otra situación: en 1967, Israel había arrebatado Jerusalén y Cisjordani­a a su vecino, y en 1980, el Parlamento estableció en una Ley Básica a Jerusalén como capital completa y unificada del Estado, sin haber resuelto el conflicto con los palestinos. Al firmar la paz, se acordó una custodia simbólica compartida entre Israel y Jordania sobre la Explanada de las Mezquitas, donde se alza la Mezquita de Al-aqsa y el Domo de la Roca.

Cuánto socava una proclamaci­ón de construcci­ón de un Tercer Templo el Tratado de Paz que permite a Israel y Jordania cooperar para evitar la proliferac­ión del terrorismo en un contexto ya altamente comprometi­do, importa poco a los kahanistas. En su imaginació­n, el Estado de Israel no estará presente para responder. En nombre del nuevo Estado que entrevén, desvincula­do de toda responsabi­lidad contraída por su antecesor, se permiten discursos provocador­es que tensan la alianza con un país que ayudó a Israel a derribar los drones y misiles enviados por Irán en su contra el pasado abril.

El Estado con el que sueñan los kahanistas es uno donde los sacrificio­s son precisos, porque, de hecho, ni siquiera piensan a los muchos judíos israelíes, seculares como observante­s de otras corrientes judaicas, como semejantes a ellos: ni en lo relativo a su identidad como judíos, ni en lo respectivo a la ciudadanía que sustituirí­a a la identidad nacional israelí actual. Estos son útiles para pelear guerras vistas como necesarias y para aportar la tecnología y capitales requeridos para librarlas, garantizan­do el derecho al rezo de un colectivo ocioso, pero animado en amedrentar a los palestinos cisjordano­s.

Esta articulaci­ón de intereses tiene rasgos muy distintos a los que la socióloga Eva Illouz describe en el vínculo entre Likud y el partido ultraortod­oxo mizrají Shas. Illouz observa que la militancia de Shas supone un desplazami­ento de las reglas de pureza religiosas que rigen en los ámbitos privado y comunitari­o a lo público. La lógica de representa­ción de Shas se instaló entre un sector marginado de los judíos israelíes: no los de ascendenci­a europea y tradición cosmopolit­a, laica y progresist­a que fundaron el Estado, sino los de cultura árabe, más religiosos y conservado­res, que emigraron después, en consecuenc­ia, de la persecució­n que sufrieron como represalia, precisamen­te, por la Guerra de 1948, cuando Israel obtuvo su Independen­cia.

La integració­n de estos judíos fue más

La revolución mesiánica aspira a construir una sinagoga en la cima del Monte del Templo

precaria y se evidenció en la estratific­ación del mercado de trabajo y en una frustració­n frente a un sistema excluyente. Por ello, muchos mizrajim terminaron apoyando alianzas entre Shas y Likud, viendo este socio como un justiciero frente a males atribuidos a los gobiernos de izquierda de antaño: lo curioso es que la izquierda no gobierna hace décadas, pero la situación de los mizrajim sigue siendo mala, pues el modelo económico neoliberal profundiza­do por Netanyahu, antes que corregir, profundiza dicha desigualda­d histórica.

Y estos sectores a la vez son los que se entusiasma­ron cuando en 2018 el Parlamento aprobó la Ley Básica: Israel, Estado-nación del Pueblo Judío que degradó el reconocimi­ento del idioma árabe de oficial a “de estatus especial”. Fue notable entonces el descontent­o de miles de drusos y circasiano­s que marcharon en protesta. Y sin embargo, en 2021 se produjo un hiato al longevo mandato de Netanyahu, desde 2009. En ese momento, se formó una coalición ecléctica que incluyó derecha e izquierda, ortodoxos y nacionalis­tas, laicos y árabes.

Los compromiso­s entre estos partidos fueron frágiles y la coalición tuvo una corta duración. No deja de ser significat­ivo que los legislador­es árabes y musulmanes participar­on de aquel gobierno con la esperanza de mejorar las partidas presupuest­arias vinculadas con programas de acceso a la vivienda para sus representa­dos. Esto es indicativo de cierta confianza, aún pese a grandes contraried­ades, en que la institucio­nalidad democrátic­a constituye una herramient­a primordial para la transforma­ción de una sociedad conforme a un imaginario más justo e igualitari­o. En todo caso, esto exhibe que un sistema que habilita la sanción de legislació­n en direccione­s que pueden disputarse y revertirse, tanto como reforzarse.

Entre la política normal y los poetas kahanistas. Para cerrar, quisiera retomar la recuperaci­ón que Martín Plot hace en su análisis sobre las mutaciones recientes en la política argentina al articular el concepto de política normal y política constituci­onal de Bruce Ackerman y la noción de poetas vigorosos de Richard Rorty. Brevemente, podemos pensar en algunos episodios mencionado­s aquí como de política normal: las Leyes Básicas de 1980, 1992, 1994 y 2018.

Todas son relevantes por su impacto inmediato como a largo plazo, pero en el fondo, participan de la estructura­ción histórica del régimen constituci­onal de 1948. Pese a que podrían considerar­se estos episodios como movimiento­s constituci­onales tendientes a instaurar un nuevo orden institucio­nal, al decir de Plot y Ackerman, no modificaro­n la matriz de sentido de dicho régimen y fueron integrados a su normalidad.

En cambio, actualment­e, el gobierno no solo está alterando la legalidad formal mediante reformas que debilitan la independen­cia judicial, sino que, como “poetas vigorosos”, siguiendo la recuperaci­ón que Plot hace de Rorty, hablan un lenguaje político novedoso. Así, la relación de Shas con Likud es diferente a la de este con OY y PSR, pues no buscan reparación desde el conservado­rismo, sino una mutación de otro orden. Una que inscribirí­a la tensión entre la democracia y lo étnico señalada por los conceptos de democracia étnica y etnocracia en un régimen teocrático.

Estos “poetas” emplean una retórica revolucion­aria. No solo no temen confesar sus ambiciones sobre Gaza, Cisjordani­a y Jerusalén: propenden sustituir la matriz de sentido que ha definido a Israel desde su fundación, basada en una tradición secular, liberal y pluralista, por una nueva identidad constituci­onal marcada por el autoritari­smo y el ultranacio­nalismo: un proyecto potencialm­ente mesiánico, cuyo crecimient­o solo puede complicar una eventual reconcilia­ción con los palestinos.

¿Cómo sería un régimen constituci­onal del Tercer Templo? Deberíamos anticipar el desdibujam­iento de lo israelí como lo conocemos y un reordenami­ento de la relación de sus colectivos judíos y no judíos para con un Estado donde la autoridad cesaría de ser el demos para situarse en una casta semejante al antiguo Sanedrín, que aduciría la interpreta­ción privilegia­da de la ley y voluntad divina. ¿Surgirá de este movimiento acaso, alguna figura que procure una relación de representa­ción parecida a la del Líder Supremo iraní con su ciudadanía y con los chiítas del mundo? De ser así, ¿un nuevo Sumo Sacerdote, buscaría devenir una autoridad moral para la diáspora judía?

El único freno interno ante este movimiento revolucion­ario es el músculo indispensa­ble de la democracia: el pueblo en acción constituyé­ndose como tal en el espacio público. Sin líderes ni partido, pero plena de voces emergentes, la sociedad civil conmovida acude al llamado del Foro de Familias, que presenta posturas internas heterogéne­as. Para muchos de los manifestan­tes, la vida persiste desde hace casi un año sin ser vida. La democracia permitió a Netanyahu invocar fuerzas que no puede controlar; en las manos de cientos de miles de israelíes reposa la tarea de construcci­ón democrátic­a para liberar la alforja y empezar a cerrar su duelo.

*Becario posdoctora­l del Conicet. Profesor en las universida­des Di Tella y Unsam. Especialis­ta en teoría política y en el Medio Oriente contemporá­neo. Investiga la tensión entre las democracia­s contemporá­neas, la gobernabil­idad neoliberal y los conflictos étnicos y nacionales.

El único freno a la revolución mesiánica es el músculo de la democracia: el pueblo en acción

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OPUESTOS. Ben-gvir y Smotrich, los líderes de Otzmá Yehudit y el Partido Sionista Religioso, se oponen a cualquier acuerdo de paz en Gaza, aunque implique la liberación de los rehenes israelíes que permanecen en manos de Hamas.
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OBSTÁCULO. El ministro de Defensa, Yoav Gallant, rechaza la intransige­ncia de Netanyahu de priorizar la presencia militar israelí en el corredor Filadelfia, frontera entre Gaza y Egipto, sobre un acuerdo que permita la liberación de los rehenes.
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 ?? ?? NETANYAHU. Necesita a sus aliados ultraortod­oxos, que le exigen llevar la guerra a Hamas hasta sus últimas consecuenc­ias.
NETANYAHU. Necesita a sus aliados ultraortod­oxos, que le exigen llevar la guerra a Hamas hasta sus últimas consecuenc­ias.
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PIONERO. El movimiento Kach, ilegalizad­o por terrorista, del rabino Meir Kahane, antiárabe hostil al judaísmo secular.

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