Ambientalista cumple el sueño de ser madre
Del cine islandés se conoce poco. Entre lo que se recuerda está la comedia 101 Reykjavik, de Baltazar Kormákur. De Benedikt Erlingsson se vio en 2013 De caballos y hombres, una comedia tan absurda como la actual, que refería al hombre y la naturaleza.
La que comentamos es su segunda producción y puede decirse que es un film insólito, una comedia tan absurda, como irónica y hasta farsesca por no decir también que esconde una raíz política, ligada a la actual controversia, en auge por estos días, de la defensa del medio ambiente. Esta es una película un poco inclasificable y sorprendente.
Su protagonista es una mujer sola, de unos 50 años, que tiene una hermana melliza que se dedica al yoga; mientras ella, su nombre es Halla (nombre que proviene de una leyenda de bandidos del siglo XVII), es directora de un coro, aunque esconde un secreto bien guardado. En sus ratos libres es una temible militante del medio ambiente, los medios y el gobierno la definen como una terrorista, conocida bajo el nombre de La mujer de la Montaña.
Esta señora es temeraria, le atrae la naturaleza y defiende su suelo islandés como nadie. Su arma preferida es un arco de acero y flechas muy certeras que como una heroína medieval, ella utiliza para quitarle electricidad, derribando postes y cables, a una fábrica de aluminio de la pequeña ciudad islandesa en la que vive. Su fin es entendible, porque pelea por la defensa del medio ambiente y con sus acciones alerta a las autoridades de la contaminación, aunque los políticos hacen oídos sordos, pero también es cierto que sus actos juegan a favor del desempleo, una excusa ideal para que las empresas prescindan de sus operarios.
A Halla es casi imposible no quitarle los ojos de encima, es alta, muy simpática, nada muy bien y va y viene en bicicleta. Todos la conocen y todos saben también que ella hace años que hizo los trámites de adopción. Claro que como el destino, en apariencia siempre dispone y a veces inoportunamente, en el instante de mayor militancia de Halla, le avisan del Estado que tiene la posibilidad de adoptar a una niña ucraniana.
El film de Benedikt Erlingsson propone una historia tan poética, como testimonial, y permite conocer desde la ficción a un personaje imprevisible.