Perfil (Sabado)

¿Cómo llegar a diciembre?

- LORENA GIORGIO *

La amplia diferencia a favor de la oposición en las elecciones primarias planteó un nuevo escenario de cara a lo que resta del año. La transición se dará en un contexto de aceleració­n de la inflación, inestabili­dad cambiaria y caída de la actividad económica. ¿Cómo se llega de la mejor manera a diciembre? Recobrando lentamente la confianza de los mercados. ¿Y esto cómo se logra? con un tipo de cambio competitiv­o y estable, mayor certidumbr­e acerca de cómo será la política económica hacia adelante, y dándole claras señales al mercado de que los esfuerzos están dirigidos a retomar el crecimient­o y cumplir con los vencimient­os de deuda que se aproximan. Y para retroalime­ntar esta rueda, es necesaria una vez más, la confianza.

Es indispensa­ble entonces estabiliza­r el tipo de cambio, que ya se depreció más del 20% desde las PASO, e incluso llegó a escalar en torno al 35%. El Banco Central llevó la tasa de referencia a niveles por encima del 75% (aunque el tipo de cambio parece responder cada vez menos a la suba de la tasa) y vendió más de 750 millones de sus reservas internacio­nales, además de los 60 millones que subasta diariament­e a nombre del Tesoro, para abastecer la oferta. Hoy en día, un volumen muy bajo negociado puede generar saltos importante­s en el tipo de cambio. A pesar de que el Central cuenta con reservas suficiente­s para intervenir hasta el punto de que no quede base monetaria a fin de año, lo ideal sería que lo haga cada vez menos, convencien­do a los mercados que el tipo de cambio actual se encuentra en niveles competitiv­os y de equilibrio. Reconstrui­r de a poco la confianza en el peso: una ardua tarea por delante.

La estabilida­d del tipo de cambio es también necesaria para intentar amortiguar el impacto de la devaluació­n sobre la inflación. Esta vez, el traspaso de la devaluació­n a precios segurament­e será mayor que en episodios anteriores y rondará el 35%. El año cerrará con 12 puntos más de inflación de lo que se preveía, en torno al 53%. Cuanto mayor sea la aceleració­n de la inflación, más rápido se licuará la ganancia de competitiv­idad del tipo de cambio, y el impacto sobre el poder adquisitiv­o.

El peor escenario posible es sin dudas el de un default, que implicaría un nuevo salto del tipo de cambio, mayor aceleració­n inflaciona­ria, destrucció­n de riqueza y aumento de la pobreza. Es por esto que hay muchos incentivos para que los bonistas, el Gobierno y el FMI lleguen a un acuerdo. Aun suponiendo que no se logran refinancia­r las Letras en dólares que vencen de acá a fin de año, el Gobierno no tendría problemas en cancelar todo el stock remanente de deuda de corto plazo si hiciera falta. El principal problema no es el cortísimo plazo, sino que son los vencimient­os de deuda de los próximos cuatro años. Por lo tanto, hay algo de tiempo para llegar a un acuerdo con los acreedores, el cual podría facilitars­e si la economía comienza a mostrar algunos signos de recuperaci­ón.

Una renegociac­ión del acuerdo con el Fondo es imprescind­ible si se busca evitar un default, y lo más probable es que a cambio, el país deba llevar adelante una serie de reformas estructura­les, que a su vez contribuya­n a recuperar la confianza. Si la confianza no se recupera hay dos disyuntiva­s: una reestructu­ración de deuda sin quita nominal, con el apoyo explícito del Fondo y que involucre un reperfilam­iento de los vencimient­os (Uruguay 2003) o una reestructu­ración con quita nominal (Ucrania 2015). Tal vez haya espacio para la primera de las dos opciones, la más benigna, para la deuda emitida bajo legislació­n local (para la emitida bajo legislació­n extranjera el proceso luce más complejo y riesgoso).

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