Drama sobre la violencia familiar con una labor admirable de Juana Viale
AJUAN CARLOS FONTANA escasos minutos del comienzo de este drama sobre violencia familiar, una escena prácticamente hiela la sangre. Es la que abordan Juana Viale y Antonio Birabent. Ella es una atleta olímpica expulsada de una competencia internacional al descubrirse que una droga que tomó no era permitida. El es su marido, un sádico y violento que la golpea, sin producírsele un solo matiz en su cara impávida (valorable actuación de Antonio Birabent).
Juana Viale demuestra que es mucho más que una cara bonita. Vuelve a asumir, como en Mariel espera, la odisea de un embarazo interrumpido. Aunque esta vez se trata no de una interrupción, sino de que esa mujer, debido a las drogas que le hacía ingerir su padre mientras la acompañaba en su preparación física, le dejó secuelas.
El film de Juan Pablo Kolodziej es contundente en su desarrollo. Hubo en el director una gran preocupación por las escenas de violencia y el dibujar, y muy bien, una simpatía fingida en varios de sus personajes masculinos de matices tan intensos, como pronunciadas son las debilidades de aquellos que no pudieron superar la violencia que soportaron desde niños.
Mía Siero, el personaje de Juana Viale, es quien lleva adelante esta historia con aristas de tragedia griega y elementos de filicidios. Es también la heroína que tiene la misión de poner en práctica el perdón.
A su personaje protagónico, Viale lo fue degustando de a poco. No se apresura y le otorga matices dramáticos: casi a cara limpia, no escatima perder su belleza en pos de mostrarse inmersa en un intenso llanto. Lágrimas que en definitiva se relacionan con un pasado que intenta dejar atrás. Su interpretación es suave y comprometida a la vez, entregada a la cámara y a un papel que le posibilita una de las mejores actuaciones de su carrera.
Filmada en Villa La Angostura, y reflejando la belleza del paisaje, el director Juan Pablo Kolodziej se preocupó por rodearse de muy buenos artistas. Arturo Puig define bien a ese respetado vecino que esconde un sádico con cara de ángel. Gustavo Pardi ( El marginal) le otorga intensidad al hermano y Geraldine Chaplin se entrega a una violenta escena con un ímpetu dramático inusitado. Breves diálogos subrayan esta muy respetable producción argentina, recomendable para el público adulto.