Perfil (Sabado)

EL REY DE LA POSIBILIDA­D

- RICARDO ROMERO*

La larga y brillante carrera de Manu Ginóbili debe haber tenido muchos momentos difíciles. Sin embargo, tengo para mí la sospecha de que lo más difícil fue saber. Saber, desde siempre, desde que tenía la misma edad de ese Maradona en blanco y negro al que le preguntan por sus sueños. Nadie se lo preguntó, o al menos nadie dejó constancia fílmica de eso. Pero segurament­e la respuesta hubiese sido similar. Y no porque cualquier chico sueña con eso y es capaz de decirlo con total ingenuidad, sin miedo a que su sueño le quede grande. Hay algo más. Hay, está ese saber.

Porque creo que solo con ese saber se consiguen ciertas cosas. Tenemos montones de imágenes memorables del juego de Ginóbili. Y en cada gesto, en cada amag ue, en cada robo, tiro de tres o bandeja con paso cambiado, uno puede vislumbrar­lo. Está en la decisión, en la elasticida­d de la actitud. La palomita contra los serbios en 2004 es la máxima expresión de eso. Me quedan muchas más, se me ocurre una: pasar entre dos brasileños que le cortan el paso por el resquicio que dejan entre sus piernas, saltito de costado mediante. Tenías que saber para pasar por ahí. Y él sabía. Tiene que ver con ese tatuaje de Pepe Sánchez: “Abraza la incertidum­bre”. O con lo que dice Luis Scola sobre “enamorarse del proceso”. El saber que encarna Ginóbili tiene que ver con habitar cabal- mente, con conciencia plena, con lucidez demandan- te, la posibilida­d.

Nosotros, desde la tr ibuna, tal vez pudimos sentirlo alguna vez. Si tuvimos suerte hemos podido tener ese tipo de iluminacio­nes: la certidumbr­e de que algo es inexcusabl­emente posible. El tema, el problema, es vivir ahí. Estar las veinticuat­ro horas del día en la posibilida­d. Hacer de la posibilida­d el hogar. Eso implica disciplina, constancia y, sobre todo, discreción. ¿A quién le vas a decir que realmente podés ver todo eso que está por venir, que esas medallas, esas finales, esos juegos están ahí, vibrantes y posibles? La voluntad es el ejercicio físico de la imaginació­n. Segurament­e hoy, relajado, en una charla íntima, Ginóbili podría decir “yo sabía”. Y nosotros, desde la tribuna, no podríamos evitar preguntar: “¿Qué sabías?”. “Sabía”, diría, y puedo imaginarme la sonrisa y el alzarse de hombros ginobilesc­o. En el prólogo a una de las novelas más importante­s de la literatura argentina, Roberto Arlt dice que “el futuro es nuestro por prepotenci­a de traba- jo”. Creo que Ginóbili, junto con Pep e Sánchez, Scola y Nocioni, por poner a los jugadores de la Generación Dorada que más admiro ( puedo decir que los vi jugar, ¡los vi jugar!), podrían retocar la frase. Ellos no aspiraban al futuro. El presente ha sido de ellos por prepotenci­a de trabajo. Lo sigue siendo. En el caso de Ginóbili, en este vértice tan extraño como definitivo que es su retiro como jugador, cabe la pregunta: ¿qué otras cosas estará sabiendo y no las dice?

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