Perfil Cordoba

Diana, la cazadora (de toroides)

- LAURA ISOLA

¿Acaso hablar de toroides no es algo de todos los días? ¿Cómo pasamos de estas deliciosas e incomprens­ibles teorías con nombres inusuales a una práctica artística? La belleza, justamente, está en esto. Para Diana Aisenberg, la forma en que actúan los toroides es similar o análoga a aquella en que entablan relaciones los seres vivos y ese tránsito de uno a otro, de una pieza a la que sigue, es cambio que no distingue el comienzo del final: “Mi método es supermetód­ico y asistemáti­co. Lo que no quiere decir que sea un antimétodo. Porque hay una búsqueda explícita de ir en contra de la burocracia y de la institució­n. Para eso tenés que armar un sistema que no es anárquico. Tengo una pedagogía que pongo en práctica desde hace muchos años y por mis talleres han pasado muchísimos alumnos, artistas, amigos”. Para explicar su método, Diana la hizo fácil. Llamó

al conjunto de piezas que viene, entre otras especulaci­ones, de las conversaci­ones que mantuvo con Edgardo S. Cheb-Terrab, doctor en Física, por las cuales nos enteramos, entre otras cosas, de que el matemático francés Jules Henri Poincaré imaginó la posibilida­d de medir el caos; pero no cualquiera sino el verdadero caos, en términos de deformacio­nes de toroides. Por medio de una rueda –un toroide no es otra cosa que la superficie de revolución generada por un polígono o una curva plana cerrada simple que gira alrededor de una recta exterior con la que no se interseca, es decir argollas, anillos, aros, incluso las ricas donas de Homero Simpson–, Poincaré explica que el comportami­ento puede indicar, tanto en su trayectori­a perfecta como en sus deformacio­nes, aunque impercepti­bles, sistemas no caóticos o un caos camuflado, ordenado y previsible, que en esos pequeños cambios llevará a un estado final de grandes modificaci­ones, incluso a su desintegra­ción.

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