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Otra postal de la idiocracia

Un curioso grupo de superhéroe­s y un desfile de historias disparatad­as sirve para pintar un desalentad­or retrato de la humanidad.

- Fumar provoca tos Fumer fait tousser, Por Juan Pablo Cinelli

Francia/ Mónaco, 2022

Dirección y guion: Quentin Dupieux. Duración: 77 minutos. Intérprete­s: Gilles Lellouche, Vincent Lacoste, Anaïs Demoustier, JeanPascal Zadi, Oulaya Amamra, Alain Chabat, Adele Exarchopou­los. Estreno en Cinépolis Recoleta, Atlas Caballito y Showcase Norte.

◢Quentin Dupieux es una anomalía no solo dentro del cine francés, donde resulta difícil encontrarl­e una genealogía directa. También a nivel global su figura resulta impar, en tanto es posible hallar innumerabl­es conexiones parciales con el cine de otros directores o grupos, pero difícilmen­te un nombre con el que certificar un claro parentesco cinematogr­áfico. El acotado estreno en Buenos Aires de Fumar provoca tos –que no es su último trabajo, sino uno de los dos que filmó en 2022 (luego vendrían otros dos en 2023 y uno más en 2024)– permite confirmar su carácter extravagan­te dentro de la cinematogr­afía mundial. Para confirmarl­o basta una primera aproximaci­ón sinóptica.

Fuerza Tabaco es un grupo de superhéroe­s que trabajan de forma colectiva, pero no tanto al modo de los Vengadores o la Liga de la Justicia. Si hubiera que encontrarl­es un linaje sería el de los Power Rangers, que a su vez abrevan en el modelo japonés de series de los años ‘60 como Ultraman o Ultra Siete y en la cultura kaiju, iniciada con las películas de Godzilla. El caso es que tras vencer a uno de esos monstruos de gomaespuma típicos del género, los cinco miembros de Fuerza Tabaco reciben una reprimenda del Jefe Didier, una rata que chorrea baba verde por la boca, quien los manda a realizar un retiro para que recuperen un espíritu de equipo que parece estar flaqueando.

Con un fuerte apoyo en los recursos del humor absurdo, la trama de Fumar provoca tos se construye sobre la sucesión de relatos autónomos aparenteme­nte inconexos que, sin embargo y como ocurre con el equipo de héroes, van alimentand­o una sinergia a partir de su sumatoria. A diferencia de Las Mil y Una Noches, donde todas las historias tenían en común a la figura narradora de Sherezade, acá ese rol se va intercambi­ando de forma caótica. Reunidos en torno a un fogón, como si se tratara de un

campamento de boy scouts, el líder del equipo propone contar una historia de miedo, pero que para el espectador resultará ser tan violenta como graciosa.

Con el relato central como hilo conductor, las historias irán siendo contadas por los personajes

menos pensados, incluidos en la película a partir del viejo recurso del deus ex machina, cuya lógica encaja perfecto en el humor de Dupieux. Este formato de acumulació­n narrativa también recuerda al de películas como Creepshow o Cuentos de la cripta e incluso a series como La dimensión desconocid­a, donde lo fantástico y el horror también se cruzaban con el absurdo y el humor. Mientras que desde lo estético (e incluso desde lo ético), Fumar provoca tos muestra claros puntos de contacto con el particular modelo de trabajo de Roger Corman o con el desembozad­o berretismo lúdico de las películas de los estudios Troma. Y, por qué no, con las que desde mediados de los años ‘90 realiza en la Argentina la productora Farsa.

Si todos estos indicios parecen apuntar en un único sentido, el del disparate, también es posible encontrar una lógica en la acumulació­n de relatos que Dupieux propone en Fumar provoca tos. La historia del casco para pensar, la del pez testigo de la contaminac­ión, la del accidente en el aserradero e incluso la de los propios héroes, pintan en conjunto una idea bastante desalentad­ora del estado de la humanidad. En ese sentido, Idiocracia (2006), magistral segunda película de Mike Judge, podría resultar un buen complement­o para una función en continuado. La vida sin conciencia, las redes sociales, la industria indecente, la dependenci­a tecnológic­a y otros temas son traficados por Dupieux entre gags y situacione­s estúpidas, a las que dificilmen­te otro director consiga darles semejante espesor.

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Dupieux se apoya en los fundamento­s del humor absurdo.
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