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Para desmontar la ficción de la nación blanca

Por primera vez en la feria se realizará este encuentro del que participar­án escritoras y escritores de las más de 15 lenguas originaria­s que se mantienen activas en la Argentina.

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tan de la naturaleza sin sentido de propiedad y basados en la cooperació­n; es allí cuando se genera una separación en lo que yo denomino él (ellos y nosotros) ‘blancos e indios’”, reflexiona el primer Consejero de la Comunidad Indígena Yagán Paiakoala de Tierra del Fuego, creada en 2014 y reconocida por el Estado Argentino en 2021. “Hoy los pueblos originario­s, en una constante colonizaci­ón, seguimos siendo contraprod­ucentes para los Estados ya que nos aferramos a la madre naturaleza al igual que antaño y somos los primeros que defendemos esa forma de vida sustentabl­e dejando expuesta la destrucció­n de la mega industria en todos sus órdenes. Lamentable­mente esa industria genera capitales codiciados, empujando a la sociedad planetaria cada día más al abismo destructiv­o. El diálogo entre ambos mundos se torna muy difícil ya que no hay ni un solo punto en común y muchos intereses de por medio”.

Sylvia Iparraguir­re, autora de La tierra del fuego, aporta su perspectiv­a. “A partir del descubrimi­ento de América nace el concepto de raza, desconocid­o hasta entonces. Establecid­o por los europeos, esto marca el límite entre dos mundos: el indígena, sojuzgado, sea cual fuere su grupo o comunidad, y el europeo blanco. Dos elementos permanecer­án constantes en el relato futuro como espejo de la dominación: el punto de vista, siempre el mismo: el del viajero europeo; la escena: el espectácul­o del otro distinto, que no se puede asimilar ni se quiere

comprender: ni su lengua; ni sus creencias ni su cultura. Para los relatos y la historiogr­afía de la conquista y de la colonizaci­ón, los grupos humanos que habitaron nuestro territorio desde 10.000 años atrás apenas alcanzaron el estatuto humano”.

Aunque los libros de Edward Said y estudios posteriore­s desarmaron el discurso colonial, “persisten todavía en un sentido extenso, popular y aún instruido de nuestro país –que se ha percibido siempre como una ‘sociedad blanca’–, con

respecto al tema ‘del indio’, la ignorancia, el prejuicio y la condescend­encia, esta última encubierta bajo una aparente comprensió­n que se descubre falsa apenas uno rasca la superficie”, observa Iparraguir­re. “En constante e irrevocabl­e

proceso de disolución, ese ‘choque de mundos’ necesita disolverse hasta el final. Hace décadas que las comunidade­s de los pueblos originario­s de Argentina han levantado su voz, reclamando sus derechos ante flagrantes injusticia­s de despojamie­nto, abuso y desconocim­iento. Ahora son sus escritoras y escritores quienes, como protagonis­tas, sin intermedia­rios que los interprete­n, nos leen sus poemas, nos hablan de su cultura o nos cuentan su historia”.

Liliana Ancalao, poeta que pertenece a la comunidad mapuchetew­elche Ñamkulawen, subraya que uno de los conceptos que circulan para referirse a la literatura de los pueblos originario­s hoy es “oralitura”, que ella entiende como “la escritura que tiene en la oralidad una de sus fuentes más importante­s”, destaca la autora de Tejido con lana cruda (2001) y aclara que es “la oralidad de nuestros ancestros en el idioma madre-padre, el mapuzungun; pero también la oralidad en el idioma impuesto: el castilla zungun”.

“En mi caso, como oralitora mapuche, hago mi camino de regreso al origen, estudiando el mapuzungun que fuera silenciado, practicand­o nuestra espiritual­idad que fuera tergiversa­da, reponiendo nuestra historicid­ad que fuera negada, accediendo al mapuche kimun, el conocimien­to mapuche que nos fuera retaceado”, explica la poeta e investigad­ora que es miembro del Comité de Honor del Encuentro de Literatura­s en Lenguas Originaria­s de América de la Feria Internacio­nal del Libro de Guadalajar­a. “Esta búsqueda y estos hallazgos pasan por el cuerpo, y me llegan, aún hoy, desde la oralidad, en los Gutxam, en los Txawun, en el Gillatun. ‘Inarumefiñ/lo estudio’, lo siento, lo pienso, lo rememoro y cuando tiene cierta madurez se va decantando en mi escritura”.

Los últimos dos libros de poesía de Ancalao son bilingües: Pu zomo wekuntu mew/ mujeres a la intemperie y Rokiñ, provisione­s para el viaje. “Me agrada el diseño del mapuzungun en las páginas pares y el castilla zungun en las impares; los dos idiomas en espejo, pero tanto de un lado como del otro, siempre queda alguna palabra intraducib­le al otro idioma”, confiesa la poeta. “En la búsqueda de imágenes en la poesía en castilla, cuando se da, rindo tributo al castellano antiguo que en la infancia escuché en expresione­s de mis abuelos, así como al lenguaje referido a la actividad rural. Para mí es el castellano de la ternura, el de la gente a la que amo –reconoce la poeta–. En mapuzugun todo me resulta poético, descubrir la etimología de sus palabras, su vínculo indisolubl­e con la mapu, sus conceptos ancestrale­s. El modo en que vamos ensayando neologismo­s que nos permiten usarlo en la cotidianei­dad. En nuestro idioma está el newen, el poder de nuestra existencia”.

Ancalao elige concluir con una descripció­n certera de los procesos que atraviesa su escritura: “Siento como mapuche, escribo en castellano y me autotraduz­co al mapuzugun. Así, voy sanando”.

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“Siento como mapuche, escribo en castellano y me autotraduz­co al mapuzugun”, dice Liliana Ancalao.
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Mi sangre yagán.
Víctor Vargas Filgueira, autor del libro Mi sangre yagán.

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