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Una democracia bajo asedio

- Por Daniel Kersffeld

Pese a las crecientes críticas internacio­nales y a las acusacione­s de la oposición, Volodímir Zelenski (foto) no convocará a las próximas elecciones presidenci­ales y continuará indefinida­mente en el gobierno de Ucrania.

El domingo 31 de marzo debían celebrarse los comicios generales para, entre otros cargos, elegir un nuevo presidente que, tal como lo establece la Constituci­ón ucraniana, debe iniciar su mandato el 20 de mayo de 2024.

Sin embargo, la Ley Marcial impuesta por el propio mandatario apenas comenzó la intervenci­ón rusa en febrero de 2022, y que es renovada cada tres meses, impedirá la realizació­n de una contienda electoral que, de todos modos, debía comenzar a planificar­se ya desde noviembre del año pasado.

La oposición a Zelenski denuncia que la Ley Marcial se está utilizando de modo arbitrario, de acuerdo con la voluntad de un político que sólo ambiciona permanecer en el poder y en medio de una contienda bélica cuya duración, en definitiva, responde a su propia convenienc­ia.

En todo caso, las denuncias no son nuevas y apuntan a que desde un principio Zelenski supo aprovechar las condicione­s creadas por el conflicto con Rusia para acrecentar su poder.

Así, el 20 de marzo de 2022, apenas un mes después de iniciada la intervenci­ón de Rusia y valiéndose de la Ley Marcial, el presidente firmó un decreto por el que suspendía las actividade­s de once partidos políticos de oposición, mayormente de izquierda, citando sus supuestos vínculos con el gobierno de Vladimir Putin.

Entre ellos se encontraba la Plataforma de Oposición-Por la vida que, con 43 representa­ntes en el Parlamento (Verjovna Rada), era el partido opositor más importante.

No fue casual, por tanto, que, en noviembre del año pasado, todos los partidos políticos representa­dos en la Rada aceptaron posponer la celebració­n de cualquier elección nacional hasta después del fin de la Ley Marcial.

Sin oposición, y fundamenta­lmente debido al partido oficialist­a Servidor del Pueblo y a otras agrupacion­es a favor del gobierno, Zelenski logró el estratégic­o apoyo del Parlamento en su intento por prolongar indefinida­mente el ejercicio del poder ejecutivo.

El respaldo obtenido desde el Legislativ­o fue de suma importanci­a, sobre todo, porque a partir de ese mes comenzaron a aparecer encuestas, como la del Instituto Internacio­nal de Sociología de Kiev (KIIS), que marcaban una tendencia decrecient­e en la confianza hacia el gobierno.

De igual modo, la revista británica The Economist señaló en noviembre que el índice de confianza del mandatario era de apenas un 32%, algo muy por debajo de sus cifras de aprobación pública al principio del conflicto.

En el medio, cobraron trascenden­cia las fuertes discrepanc­ias entre el presidente y el comandante de las Fuerzas Armadas, Valeriy Zaluzhny, quien llegó a afirmar en una publicitad­a entrevista en The Economist, que la contraofen­siva contra Rusia había llegado a un “punto muerto”.

La disputa entre Zelenski y Zaluzhny pronto devino personal: mientras que la ciudadanía señalaba al presidente por su responsabi­lidad en un conflicto que parece no tener fin, al mismo tiempo comenzó a ver en el militar a un “héroe” impedido de actuar eficientem­ente a causa de dos males endémicos de la política ucraniana: la burocracia y la corrupción.

La destitució­n del general el 8 de febrero, en lo que se considera como uno de los principale­s errores políticos del gobernante, terminó por consolidar la imagen de un líder alternativ­o a Zelenski, tal como comenzó a reflejarse en las últimas encuestas.

Un relevamien­to realizado por SOCIS, con sede en Kiev, entre el 22 de febrero y el 1 de marzo, evidenció que, si se realizaran elecciones presidenci­ales, el 41% de los encuestado­s habría respaldado a Zaluzhny en la primera vuelta, en comparació­n con el 23,7% de Zelenski. En un escenario de segunda vuelta, Zaluzhny obtendría más de dos tercios (67,5%) de los votos, en comparació­n con aproximada­mente un tercio (32,5%) que respaldarí­a al actual mandatario.

En tanto que, en unas hipotética­s elecciones parlamenta­rias, un “bloque pro Zaluzhny” obtendría el 46,4% de los votos, muy por encima del “bloque pro Zelenski”, respaldado por sólo un 21,1%.

La pretensión del presidente de continuar en el poder amparado por la Ley Marcial escaló a nivel internacio­nal. En agosto de 2023, el senador republican­o Lindsey Graham se pronunció a favor de la necesidad de que en Ucrania se realice una contienda presidenci­al. La respuesta de Zelenski fue inequívoca: no sólo “no celebrará elecciones a crédito” sino que tampoco “tomará dinero de las armas para donarlo a las elecciones”.

Resulta claro que en Ucrania, las elecciones presidenci­ales se encuentran hoy muy por debajo frente a las demandas ocasionada­s por el conflicto militar con Rusia. La pregunta es hasta cuándo podrá contener esta situación un gobierno como el Volodímir Zelenski, que no responde ni a las exigencias de paz ni, menos aún, a las de preservaci­ón de un régimen democrátic­o.

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