EL PAPA Y EL PERONISMO
Hace más de 15 años, tras una célebre actuación en Roma del entonces cardenal Bergoglio, escribí en la revista 3 puntos una nota titulada “El argentino que puede ser Papa”. Se trataba de una primera aproximación a una biografía periodística no autorizada de quien hoy es Francisco. Ahí se narraban los vínculos de Bergoglio en su juventud con el peronismo, y con la agrupación Guardia de Hierro.
Luego se tejieron leyendas sobre la vinculación partidaria de Bergoglio. Y no era para menos. Como cardenal atravesó la crisis del 2001, donde se hizo muy presente la Iglesia en la Mesa del Diálogo, y luego tres gobiernos K, en los que tuvo un fuerte distanciamiento por temas puntuales como la ley de Matrimonio igualitario. Su actuación no fue nunca lineal respecto del poder político. Un fundamento de la misma fue la independencia de los gobiernos de turno, aunque esto no significaba no involucrarse en política sino lo contrario.
Una vez elegido Papa la cuestión del peronismo quedó atrás. Hubo un reencuentro con la entonces presidenta CFK y recibió a líderes de todo el mundo. Hoy hablar del peronismo de Francisco es intentar menoscabar su visión política y su doctrina eclesiástica. Intentar reperonizar al Papa por no tener una política de cercanía con el Gobierno de Macri, no deja de ser una maniobra de cabotaje, para no comprender que su misión es más profunda que la que el localismo intenta encerrarlo. Y el Papa ya no juega en la política argentina sino que su tablero es mundial.
Bergoglio fue peronista. Francisco es el jefe del catolicismo. Entre ambos hay elementos en común. Pero sostener que Francisco es un “Papa peronista” es bajarle el precio.