Reformas para “adelantar el futuro”. La visión de Jorge Vasconcelos.
El pasado miércoles 15, los diarios informaban, por separado, dos noticias que, en realidad, estaban profundamente interrelacionadas: por un lado, las negociaciones contrarreloj entre las provincias y el Gobierno nacional; por el otro, se consignaba que la Legislatura de Buenos Aires había aprobado el Presupuesto 2018 impulsado por María Eugenia Vidal, que incorporaba medidas “como si” el pacto fiscal ya estuviera en vigencia (baja de Ingresos Brutos y Sellos, límite a la expansión del gasto de la Provincia y de los municipios).
El aval de la oposición al Gobierno de La Plata, que no se explica sin el resultado de las elecciones legislativas, achicó de modo significativo el margen de negociación de los demás gobernadores y permitió definir una pulseada que, hasta ese momento, tenía final incierto.
La movida política de Buenos Aires no fue casualidad, por el “efecto demostración” que significa una provincia que representa casi el 40 por ciento del producto interno bruto (PIB) del país, aunque, por supuesto, la Nación tuvo que hacer concesiones adicionales para que el jueves 16 la dirigencia política se sumara a la sensatez que los votantes habían mostrado el pasado 22 de octubre.
El accionar en tándem entre la Casa Rosada y La Plata sirvió para acelerar los tiempos, pero también hay mérito de gobernadores que optaron por pensar en función de 2019, antes que dejarse llevar por voceros del “cuanto peor, mejor”, que se habían hecho sentir en la mesa de negociaciones en el arranque de la semana.
El gradualismo promete a los emprendedores una serie de beneficios que tardarán hasta cinco años en materializarse, pero la pobreza y la profusión de empleos de mala calidad no pueden esperar tanto.
Para que ocurra un shock de productividad e inversiones,