Mundo D

50 años del inicio del mejor jugador

El 5 de diciembre de 1970 don Diego firmaba para que su hijo mayor jugara en los Cebollitas de Argentinos. Así comenzó la historia.

- Daniel Guiñazú Especial desde Buenos Aires

El kilómetro cero de la historia más grande del fútbol argentino se encuentra en un día como el de hoy, pero de hace 50 años atrás. Fue un sábado también, el 5 de diciembre de 1970, cuando don Diego Maradona firmó la ficha para que el mayor de sus hijos varones, con sólo 10 años de edad, dejara de jugar en los potreros bravos de Villa Fiorito y empezara a hacerlo en los Cebollitas, el equipo infantil de Argentinos Juniors, que armaba y dirigía Francisco Cornejo.

Es decir, hace medio siglo exacto, desde esas canchitas peladas, comenzaba la carrera futbolísti­ca inigualabl­e de Diego Armando Maradona. Un embalaje de emociones que lo llevó a ser el mejor jugador de todos los tiempos y un mito y una leyenda que ni la muerte reciente alguna vez podrá apagar.

Duele mucho que Diego ya no esté para recordar ese tránsito. Pero sí viven muchos de sus compañeros Cebollitas para contarlo. Uno de ellos es Gregorio “Goyo” Carrizo, amigo suyo y compañero en la escuela primaria en Fiorito quien una tarde, en medio del recreo, le propuso a Diego que lo acompañe a los entrenamie­ntos en el complejo Las Malvinas que Argentinos tenía para sus divisiones inferiores en el barrio porteño de Villa Ortuzar.

“Goyo” Carrizo era la estrella de ese equipo de prenovena que formaban chicos de la clase 1960. Pero quería jugar al lado de su amigo como no lo hacía en los desafíos del barrio, donde él pateaba para Tres Banderas y Diego, para Estrella Roja.

“Le dije a don Francis ( por Cornejo) que le iba atraer a alguien que era

De Villa Fiorito. “Pelusa” se destacó desde muy pibito en los potreros de su barrio. Su talento, su velocidad y su picardía lo hicieron trascender velozmente y Argentinos Juniors lo fichó a los 10 años. La génesis del hombre que se volvió religión.

mejor que yo para que l o pruebe y me dijo que sí”, rememora “Goyo” Carrizo, quien sigue viviendo en Villa Fiorito, repleto de orgullo por haberlo traído a Diego hasta las puertas del fútbol.

Creían que era un enano

En su libro Yo soy el Diego de la gente, editado en el año 2000, Maradona dedicó uno de los capítulos iniciales a esos días. “Cuando llegamos a Las Malvinas – recuerda–, nos informaron que, como ese día había llovido tanto, no se podía j ugar porque había que cuidar las canchas. Entonces Francis, que manejaba todo ahí, dijo: ‘ No se hagan problemas, agarremos el Rastrojero de don Yayo y vamos al parque Saavedra que ahí vamos a poder jugar’”.

Yayo era José Emilio Trotta, el ayudante de Cornejo.

“A mí me tocó j ugar con ‘ Goyo’ y aunque siempre habíamos sido rivales, nos entendimos de memoria y les pintamos la cara”, rememora Diego en otro tramo su autobiogra­fía. “Tiré caños, taquitos y sombreros y no me acuerdo cuántos goles hice. Francis le dijo a Goyo que siga viniendo, que me quería ver otra vez, porque no creía que en verdad yo tuviera 9 años. Tiempo después me confesó que pensaba que yo era un enano”, dice. Y fue así nomás.

Mucho años más tarde y con Diego ya instalado en el pedestal más alto del fútbol del mundo, el propio Cornejo dio cuenta de su asombro: “Nunca había visto a un chico de esa edad j ugar l o que j ugaba Diego en esos partidos de entrenamie­nto”, señaló en declaracio­nes periodísti­cas.

Y agregó: “A los 10 años ya sabía todo lo que había que saber dentro de una cancha. Técnicamen­te era tan perfecto que yo creí que me estaban engañando con la edad y que tenía 14 o 15 porque no había que enseñarle nada, sólo había que ponerlo y dejarlo jugar”.

Seguro de que el destino le había depositado una joya entre sus manos, Cornejo convenció a don Diego padre de que hiciera el esfuerzo y traj era a Dieguito desde Villa Fiorito para los entrenamie­ntos de la semana y l os partidos de l os fines de semana. Don Diego cumplió y Cornejo también. Esperó que Dieguito cumpliera 10 años y el 5 de diciembre de 1970 lo fichó para los Cebollitas. Era el comienzo de un recorrido inigualabl­e.

136 partidos invicto

“Fue en l os Cebollitas donde yo empecé a ser jugador de fútbol, jugador de verdad, porque en Fiorito yo corría detrás de la pelota”, recordaba Diego, quien dijo tener registrado­s “en un cuaderno que Claudia guarda como un tesoro” l os 136 partidos seguidos que ganó con ese equipo hasta perder su invicto contra unos pibes de Navarro, en la provincia de Buenos Aires.

Un año después, hacía malabares con la pelota en los entretiemp­os de los partidos que Argentinos jugaba como local en su cancha de tablones de La Paternal y tuvo su primer gran contacto con l a fama: el showman televisivo del momento, Nicolás “Pipo” Mancera, lo llevó a su programa Sábados circulares para que contara su historia y le mostrara sus habilidade­s al público.

Los Cebollitas perdieron en 1973 la final de l os campeonato­s Evita en Embalse de Río Tercero ante un equipo de Pinto ( Santiago del Estero) y, en 1974, jugaron el preliminar televisado de aquel partido por el Nacional de ese año que Talleres igualó 1- 1 con River en la cancha de Racing.

Por entonces, Diego Armando Maradona era sólo “un pibe que l a rompía”. Cincuenta años después de aquellas tiernas ilusiones infantiles es lo más grande que se haya visto sobre una cancha de fútbol. Emociona y asombra de sólo nombrarlo. Mucho más ahora que se fue de nuestras cosas y entró a ser recuerdo.

136 partidos invictos. Es la marca que alcanzaron los Cebollitas. Según Maradona, todo quedó registrado en un cuaderno de Claudia Villafañe, quien estaba a cargo de llevar ese tremendo registro. Semejante racha se cortó en 1972.

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AP LO MEJOR DEL AMOR. A los 10 años, Diego comenzó a jugar en las inferiores del Bicho. El inicio de un camino que lo llevó a conquistar el mundo y a ganar devotos de todas partes, credos y edades alrededor del planeta.

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