Mundo D

Con lo justo, sin regalar nada

- Enrique Vivanco evivanco@lavozdelin­terior.com.ar

Son 10 puntos sobre 12 posibles, lo que representa para la selección argentina cabalgar en un segundo lugar entre diez equipos, con seis goles a favor y dos en contra, habiendo jugado ya en el llano y en la altura. Las eliminator­ias sudamerica­nas van tomando altura…

Es un invicto sin sobresalto­s o, al menos, no tantos como los pensados en ese debate anterior que riega la cancha de dudas y que, en ciertos casos, por el paladar corrosivo de los siempre polemistas, pronostica desde toboganes hasta grandes hecatombes.

Jugado poco más del 20 por ciento de las eliminator­ias ( son 18 partidos), Argentina ha hecho lo justo y necesario, ha jugado un poco mejor que sus adversario­s como para justificar sus triunfos, pero no le ha sobrado nada. Lejos está la certeza de una clasificac­ión cómoda; distante se observa todavía el horizonte de arena y majestuosi­dad de Catar con su innovadora arquitectu­ra del fútbol.

Así, el panorama es prometedor, pero no libre de riesgos. A los bifes: Armani, salvo cuando no salió a cortar un par de centros, dio seguridad, la que no ofreció Otamendi, sobre todo ante Perú cuando se olvidó de marcar en un largo pelotazo desde el campo rival y en otras acciones por tierra o por aire que podrían haber tenido consecuenc­ias funestas, de haberlas aprovechad­o un delantero más consumado.

Argentina, en defensa, desde sí misma, aún no garantiza la necesaria tranquilid­ad como para pensar sin recelo en un cero en el arco propio. No tiene líderes, salvo el mismo Otamendi, con un bagaje de partidos, de experienci­a y de autoridad que desde atrás respalde el rendimient­o del resto del equipo. Aunque bien puede decirse que Montiel, Martínez Quarta y Tagliafico, sin sobresalir, cumplieron. Y no es poco para ser el comienzo de la aventura.

En lapsos breves y en pocos partidos, ningún jugador puede cambiar radicalmen­te. De Paul siguió siendo aguerrido, pero poco claro en repartir la pelota; Paredes es más prolijo, pero poco afecto a la marca, y Lautaro Martínez aparece poco, no tanto como su potencial físico y sus dotes de definidor amenazan.

Para meter un pase filoso, o promover una serie de toques que aclaren el panorama, o pongan en riesgo al adversario, está Messi o la versión treintañer­a de un j ugador con casi 1.000 partidos oficiales en 17 años de carrera, al que el incipiente crepúsculo le está acariciand­o suavemente sus músculos, que ya no brinca como saltador de vallas, que ya no gambetea como cinco años atrás, pero que todavía se sostiene por ese perfume tan exclusivo que permite distinguir a las cosas o a las personas aunque casi ni se vean.

En estos cuatro partidos quedó demostrado que a Messi todo l e cuesta un poco más, pero la invisible ley del equilibrio pareció instalarse cuando desde la lesión de Palacios surgió el renovado Lo Celso y desde la galera de Scaloni se asomó Nicolás González, a puro cabezazo y no menor osadía, dos aportes fundamenta­les como para que el equipo descanse tranquilo hasta marzo.

En los últimos días de ese mes aparecerán Godín, Giménez, Valverde, Betancour y Suárez. Y, pocos días después, Marquinhos, Casemiro, Neymar, Gabriel Jesús y Roberto Firminho. Uruguay y Brasil surgirán con los guantes en alto. Será el comienzo del segundo capítulo. El que podría acentuar la tranquilid­ad ganada en primavera, o el que podría insinuar la transición hacia un riguroso invierno.

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TÉLAM/ ARCHIVO TRANQUILID­AD. Tiene Argentina en el inicio de este proceso, pero hay por mejorar.
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