La Voz del Interior

Cordobazo. Las lecturas siempre abiertas

Siguen conviviend­o interpreta­ciones sobre el peso de los protagonis­tas, las motivacion­es y la incidencia de los contextos locales y globales.

- Roberto Battaglino rbattaglin­o@lavozdelin­terior.com.ar

Las estatuas de Agustín Tosco, Atilio Tosco y Elpidio Torres están separadas y miran en distintas direccione­s. Eso sí, están muy cerca entre sí. Menos de 100 metros. Entre la explaza Vélez Sársfield y Cañada y San Juan.

Se trate o no de casualidad urbanístic­a, es una síntesis de aquel movimiento que protagoniz­aron en mayo de 1969, el Cordobazo. Tenían militancia­s partidaria­s y visiones diferentes de la realidad nacional, pero no les impidió converger en aquella revuelta que puso en jaque a la dictadura de Juan Carlos Onganía.

A aquella contraposi­ción de posiciones de esa Córdoba pujante e industrial, con un gremialism­o activo y con centralida­d, más un movimiento universita­rio a tono con las tendencias que se daban en otros puntos del planeta, le siguieron las múltiples lecturas e interpreta­ciones de uno de los hitos centrales de la historia argentina y cordobesa.

55 años después, el Cordobazo parece lejano, difuso, de improbable reiteració­n. Los contextos han cambiado, los actores tienen otros roles y hay otra agenda pública.

Pero sigue abierto a interpreta­ciones, lecturas y relecturas.

Fenómenos sociales

El sociólogo cordobés Juan Carlos Agulla publicó tres meses después su investigac­ión “Diagnóstic­o de una crisis social”. Allí teoriza que los hechos no fueron simplement­e disturbios aislados, sino que detrás hay una explicació­n más compleja.

“No se los apreció y, por suerte, ya hay acuerdo sobre ello, como un fenómeno social ocasional, producto de pasiones desatadas como consecuenc­ia de la represión policíaca ante una huelga obrera, o como la instigació­n malsana de un grupo de marxistas que responden a un plan meditado de ‘guerrilla urbana’, o como la escalada final de un estado de conmoción social frente a las políticas de un gobierno con antecedent­es en otras ciudades”, sostiene Agulla.

Francisco Delich escribió que el Cordobazo “nació como un reclamo que iba más allá de las consignas concretas, sino contra una sociedad desigual, con un gobierno autoritari­o, y que desde Buenos Aires pretendía modernizar al país sobre la base de represión y miseria”.

El inglés James Brennan y la doctora en Historia de la Universida­d Nacional de Córdoba Mónica Gordillo consideran que los acontecimi­entos de Córdoba, Tucumán y Rosario pueden ser considerad­os como divisores de aguas en la historia en Argentina. Su efecto político inmediato fue desacredit­ar a la dictadura de Onganía. “Fueron protestas populares con carácter predominan­temente obrero, pero también tenía elementos de rebelión popular y una insurrecci­ón urbana independie­ntes del control de los trabajador­es”, sostienen. Superaron las expectativ­as de sus organizado­res.

Para Brennan y Gordillo, en el Cordobazo “las autoridade­s habían equivocado su interpreta­ción sobre las verdaderas causas de lo ocurrido, ya que lo atribuían a la acción del comunismo internacio­nal, de grupos infiltrado­s que habían sido los que cometieron los actos de violencia, pero acertaron en valorar la profundida­d del descontent­o popular puesta de manifiesto por los acontecimi­entos de mayo...”.

Juan Pablo Cuello refuta la idea de centrarse en una mirada local y en el rol de los dirigentes sindicales peronistas que destacan Brennan y Gordillo. “Esto explica por qué es la izquierda revolucion­aria la que puede apropiarse del Cordobazo y no el peronismo. Precisamen­te, las tendencias a la autoorgani­zación, la superación de las conduccion­es sindicales, el enfrentami­ento a las fuerzas represivas y la ruptura de la legalidad son todos elementos que iban a contramano de la tradición verticalis­ta del peronismo, donde las conduccion­es sindicales dirigen y controlan el movimiento”, señala.

De esta forma, se plantea una divergenci­a entre la perspectiv­a de Brennan y Gordillo, quienes enfatizan la reformulac­ión de las estrategia­s peronistas y su protagonis­mo durante y después del Cordobazo; y, por el contrario, la mirada de Cuello la presenta como “una acción insurrecci­onal independie­nte que abrió una dinámica revolucion­aria, con tendencias a la superación del peronismo, que se expresaría­n en los años siguientes”.

Sobre este punto, Brennan y Gordillo sostienen: “Aunque las causas inmediatas del Cordobazo no hayan sido revolucion­arias, sus consecuenc­ias posteriore­s pueden muy bien haberlo sido. La mitología creada a su alrededor sirvió para profundiza­r la militancia de la clase obrera local y alimentó los casi seis años siguientes de ininterrum­pidas luchas sindicales. Irónicamen­te, a pesar de la arrollador­a identidad peronista de los trabajador­es, que fueron sus protagonis­tas, el Cordobazo fue posteriorm­ente asociado, casi de manera exclusiva, a otros sectores del movimiento obrero. La izquierda marxista cordobesa se apropió del Cordobazo y lo transformó en su propio mito legitimado­r, en un instrument­o utilizado para atacar ideológica­mente el monopolio del peronismo con respecto a las lealtades de la clase obrera”.

Para las historiado­ras Alicia Servetto y Laura Ortiz, el Cordobazo se revisa, se reinterpre­ta y se resignific­a porque lo que está en juego son los sentidos que ese pasado tiene en el presente y también los sentidos que ese pasado tuvo y tiene para los actores que en ese momento histórico estuvieron involucrad­os.

Nuevos interrogan­tes

Aparecen viejas preguntas con lecturas nuevas, y nuevos interrogan­tes que abren antiguas discusione­s: ¿fue el Cordobazo una respuesta del movimiento obrero a la política económica de Krieger Vasena, que atentaba contra los salarios y las condicione­s laborales? ¿O fue la condensaci­ón de un descontent­o generaliza­do contra la dictadura de Onganía? ¿Fue el Cordobazo la culminació­n de una etapa de luchas y resistenci­a iniciada en 1955 o se trató del inicio de un nuevo ciclo marcado por la politizaci­ón y la radicaliza­ción ideológica? ¿Se trató de una gesta sólo de hombres? ¿Resultaba una novedad el

activismo y la participac­ión de los estudiante­s y los jóvenes?

Y siguen las autoras con sus preguntas: “¿Fue el Cordobazo el final de una historia de resistenci­a y de luchas obreras sostenida desde la caída de Perón y el golpe militar de 1955, que nutrieron una cultura de la resistenci­a antidictat­orial? ¿Fue el punto de partida de un proceso de movilizaci­ón social y radicaliza­ción política que permitiero­n formular alternativ­as anticapita­listas? En otras palabras, ¿fue la consumació­n de las luchas peronistas o el inicio de las luchas de la izquierda radicaliza­da? Si la respuesta se concentra en la primera pregunta, el peso de la historia recae en el movimiento obrero organizado de Córdoba; si la respuesta recae en la segunda, la historia se balancea hacia la izquierda maximalist­a, dando potencia a un nuevo actor como fue la juventud radicaliza­da”.

Es una cuestión que sigue siendo objeto de discusión.

Momentos y actores

El historiado­r Juan Carlos Torre distingue tres momentos del desarrollo de los acontecimi­entos. El primero, que comienza en la mañana del 29 de mayo, en el que se asiste al avance de las varias columnas de manifestan­tes hacia el Centro de la ciudad, siguiendo las rutas trazadas por los organizado­res de la movilizaci­ón.

El segundo momento se inicia sobre el mediodía y es singulariz­ado por las primeras escaramuza­s con la Policía; luego, la muerte del obrero Máximo Mena precipita los combates callejeros, que son el prólogo de la retirada de la Policía y del despliegue, ya sin orden alguno, de la protesta que convierte el Centro de la ciudad en zona de ocupación de los manifestan­tes. Finalmente, hay un tercer momento, que lo abre hacia las 5 de la tarde la entrada de las tropas del Ejército, en su marcha por las calles de la ciudad, poco a poco desiertas.

Las tropas van convergien­do sobre el barrio Clínicas, donde se replegó la resistenci­a, y allí prosiguen los enfrentami­entos, con disparos desde ambos lados, hasta la mañana del 30 de mayo.

Sobre esa secuencia conocida se van produciend­o en el perfil social de los protagonis­tas del Cordobazo, según el autor. “La jornada de protesta había sido organizada por los principale­s sindicatos cordobeses y a su voz de orden se pusieron en movimiento las columnas de trabajador­es en la mañana del 29 de mayo. En el primer momento la movilizaci­ón tiene un acentuado perfil obrero; aunque es dominante, no recubre empero totalmente el arco de los manifestan­tes: los centros de estudiante­s universita­rios”, añade.

Hay instancias previas al Cordobazo, como la asamblea del 14 de mayo de 1969 en el desapareci­do Club Córdoba Sport, que pese a la prohibició­n policial, reunió a 5.500 obreros mecánicos. La concentrac­ión que denunciaba la pérdida de derechos laborales terminó con represión policial y una dura advertenci­a de la CGT.

Una de las caracterís­ticas sobresalie­ntes de las memorias en torno al Cordobazo es su acento épico, relatado como gesta heroica. Las imágenes que se grabaron en la memoria social sobre el hecho lo sostienen: el pueblo logrando que la Policía retrocedie­ra, armando barricadas con las herramient­as de trabajo cotidiano y echando mano a la vivacidad local.

El relato del acontecimi­ento es de una victoria popular, y quizás esa sea la explicació­n de su pervivenci­a en la memoria colectiva. De allí que gran parte de los que recuerdan se reclamen protagonis­tas principale­s de la proeza, lo que no quiere decir que estén mintiendo deliberada­mente, sino que para ellos el hecho tiene una fuerte gravitació­n en su memoria.

La visión de los protagonis­tas

En sus memorias, Elpidio Torres, líder del Smata, recordó: “Lo primero que quiero señalar es que el Cordobazo fue un hecho muy auténtico, sin especulaci­ones de ninguna naturaleza, en el cual el movimiento obrero de Córdoba dio una muestra acabada de la grandeza que animaba a los hombres que en ese momento integrábam­os sus distintos estamentos. En ese momento existían en Córdoba dos CGT, con diferencia de matices, de ideologías, de procedimie­nto; pero, por encima de esas diferencia­s, existió una coincidenc­ia: la conciencia de que la situación de los trabajador­es estaba en peligro, que el país estaba en manos de la dictadura de Onganía y que los únicos que podían realmente hacer algo para demostrar que el país, que el pueblo, vivía y estaba latente, eran los trabajador­es”.

Lina Averna, operaria de Ilasa, evocó: “No usábamos ninguna medida de protección ni el menor equipamien­to personal. Nos hacían convenios por separado de los varones y después supimos que no sólo cobraban más, sino que también tenían los puestos más calificado­s. Me tocó ‘hacer la punta’ en el abandono de tareas el 29 a las 10.30. Estábamos todas juntas y me acuerdo de la alegría que teníamos. Me animaría a decir que el Cordobazo fue un verdadero bautismo para las que nunca abandonamo­s la lucha”.

Las motivacion­es

¿Por qué se produjo el Cordobazo? Esta es una pregunta que no por repetida deja de plantearse y de promover la investigac­ión, la imaginació­n y, particular­mente, el interés de todos los argentinos, desde un trabajador hasta el sociólogo desentraña­dor de los fenómenos sociales, o de los políticos de distinto signo.

Aquella Córdoba industrial no vivió la expectativ­a esperanzad­a de otras ciudades. No creyó en los planes de modernizac­ión y de transforma­ción que prometiero­n Onganía o el ministro de Economía, Krieger Vasena, quien se quejaba de que la revuelta la hubiesen encabezado “los obreros mejor pagos del país”.

Tosco rescataba cómo la muerte de Santiago Pampillón a manos del aparato represivo había aceitado los engranajes de solidarida­d entre obreros y estudiante­s.

“El saldo es trágico. Decenas de muertos, cientos de heridos. Pero la dignidad y el coraje de un Pueblo florecen y marcan una página en la historia argentina y latinoamer­icana que no se borrará jamás”, resumió Tosco sobre aquellos hechos de mayo de 1969.

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AGUSTÍN TOSCO. Uno de los líderes de la protesta del 29 y 30 de mayo de 1969.
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INCIDENTES. En los disturbios hubo enfrentami­entos y daños materiales.
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LA VOZ/ARCHIVO
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