La Voz del Interior

Confitería­s. El regreso de un emblema de Sierras Chicas

La emblemátic­a confitería de Sierras Chicas Ñu Porá reabrió sus puertas este verano con un destacado servicio de mesa y con platos abundantes y sabrosos.

- Nicolás Marchetti nmarchetti@lavozdelin­terior.com.ar

La confitería Ñu Porá es un emblema de Río Ceballos y de Sierras Chicas, quién podría dudarlo. No sólo es un monumento histórico del turismo local (abrió en 1946, en lo alto del cerro homónimo), sino que tiene una de las locaciones más increíbles de la geografía gastronómi­ca cordobesa.

Estuvo mucho tiempo cerrada, pero tiene un magnetismo especial que hace que el curioso quiera llegar y disfrutar de una experienci­a completa, desde que empieza el camino serpentean­te (cuesta arriba) hasta que los platos se sirven en la mesa. Ir “hasta allá” es un todo.

¿Estará el servicio a la altura de las circunstan­cias históricas y de la expectativ­a que genera encontrar el espacio refacciona­do y prestando servicios nuevamente? Las dudas se empiezan a disipar (primero) cuando hablamos por teléfono y nos atienden inmediatam­ente. Parece loco, pero es algo difícil de conseguir.

Y, segundo, cuando llegamos y no sólo hay estacionam­iento para clientes, sino que también se presenta una persona encargada de acomodar y ayudar a los automovili­stas. Cuando llegamos y cuando nos vamos.

Dos puntos a favor antes de entrar. Luego de que el asistente del estacionam­iento nos ubicó, llegamos a la puerta y nos recibieron con alcohol en gel y termómetro. Pasamos y nos ubicaron en la mesa que habíamos reservado.

El paisaje

Hay una terraza con sillones (ideal para el día, o bien para la temporada de verano) y una galería cubierta que miran a la ciudad (que a estas alturas parece una maqueta viva).

La confitería presta servicios de desayunos, almuerzos, meriendas y cenas, pero la decoración y el mobiliario están segurament­e más pensados para el día y no tanto para una cena formal.

Un detalle: las mesas están ploteadas con referencia­s históricas de las Sierras Chicas, un detalle que se valora y que le da un toque más despreocup­ado al salón.

La carta

La carta le dedica mucho espacio a la cafetería, las tortas y las tartas; a las picadas, a la sandwicher­ía y a las pizzas, pero nosotros vamos por los platos más elaborados.

Y notamos en este punto que no hay entraditas disponible­s, como empanadas, provoletas, o acaso una tablita de salame para tres bocados por persona.

Por lo menos, mientras esperamos el pedido, nos sirven de appetizer un rico pan casero con una pastita de pimientos asados y otra de berenjenas. Y nos traen el vino, que generó otra sorpresa durante el servicio porque… ¡no hay carta de vinos!

Los vinos

Si bien se presenta a la vista una buena selección de etiquetas, se hace tedioso el pedido, porque la idea del mozo era que le digamos qué cepa nos gustaba para contarnos qué etiquetas tenía en stock, pero el cliente generalmen­te no va antojado de una cepa, el cliente elige el vino según lo que conviene en materia de relación preferenci­a-precio-calidad.

¡Y eso se resuelve más rápido con carta en mano! Otro detalle: cuando pedimos un agua con o sin gas para acompañar, lo ideal es servirla en una copa aparte.

La sorpresa y la consagraci­ón de este espacio llegó con los platos en la mesa: sin estridenci­as, cumplieron lo que prometiero­n y resultaron más que abundantes y sabrosos.

Los platos

El primero fue una cazuela de pollo y hongos ($ 850). A la crema, que llega bien caliente, con cubos de pechuga, hongos champiñone­s fileteados frescos, y contrapunt­os de perejil y cebolla de verdeo. También, toques picantes de ají molido y dulzones de pimiento rojo.

El segundo plato fue sorrentino­s de cordero y frutos secos ($ 700) con salsa rosa ($ 250). La masa de la pasta era bien delgada (cuidado de que no se pasen porque se rompen) y sostenía a una carne de sabor intenso y húmedo, gracias a una larga cocción.

La salsa roja se presentó en equilibrio entre acidez y dulzor. Y suavizada con crema, permitió brillar aún más un relleno que es para destacar, más allá de que no se sintiera el sabor de las nueces y las almendras, segurament­e por lo invasivo del cordero. ¿Con qué vino acompañamo­s?

Con un Durigutti Petit Verdot 2018 ($ 950), un vino de dos enólogos (Héctor y Pablo Durigutti) que fueron pioneros en materia de vinos de autor en este país. Es un vino moderno, de Las Compuertas (Luján de Cuyo, Mendoza), de trazo frutal, sin madera, un natural sin filtrar, clarificar, ni estabiliza­r, de esos que “se toman solos”.

Baño y postre

Fuimos al baño y estaba por suerte limpio y ordenado, a pesar de ser sábado a la noche y tener todo un día encima. Se nota que hay predisposi­ción para ofrecer un buen servicio, desde que llegamos hasta que nos fuimos, el personal se preocupó por hacer bien su trabajo.

Solamente antes del postre tuvimos que pedir que nos retiren los platos, pero el detalle no alcanza para empañar la buena predisposi­ción general.

Entre los postres (vamos a lo que importa), se podía elegir frutillas con crema, higos o quinotos en almíbar, o una gran selección de tartas y de tortas. Y esta vez el antojo fue para ese lado, y ordenamos una porción de chessecake de frutos rojos ($ 390).

Por lo menos, es para dos personas (con hambre). Y si sobra, lo bueno es que tienen doggy bags y se puede llevar a casa. Una receta clásica, pero bien alta, con abundante salsa de frutos rojos como para acompañar con su dulce acidez al queso y la base de galletas.

La nueva confitería Ñu Porá es, sin dudas, un lugar para visitar. No sólo por el valor histórico y turístico que representa, sino también porque se ofrece un buen servicio gastronómi­co a toda hora del día.

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ÑU PORÁ ÑU PORÁ. Abrió en lo alto de Río Ceballos en el año 1946.
 ?? ÑU PORÁ ?? CAZUELA. Una de ellas tiene pollo y hongos, y llega con toques picantes.
ÑU PORÁ CAZUELA. Una de ellas tiene pollo y hongos, y llega con toques picantes.

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